por José Vidal Talens.
La economía no lo es todo en la vida del hombre pero nos condiciona mucho, ¡demasiado! El cristiano está viviendo como toda la sociedad el empobrecimiento y el desempleo. Nos preguntamos si Jesús tiene que ver algo con la economía y la crisis que vivimos. Parece que nada pero, si lo pensamos bien, tiene que ver y mucho. El Evangelio del reinado de Dios que Jesús inaugura pide ser socialmente vivido, en grupos humanos de fraternidad, apoyo mutuo y solidaridad con los que más sufren, hasta ponernos en su lugar. Así es como Dios nos ha mostrado su amor en su Hijo Jesús, y así espera que hagamos sus discípulos.
Los cristianos no disponemos en Jesús de una solución global ni de un sistema económico que funcionaría mejor para dar trabajo a todos. Para sistemas hemos conocido ya la economía estatalizada de los comunismos y la economía del neoliberalismo del mercado global, que esconde una fuerte implicación de la economía financiera, hacer dinero con el dinero, y de los paraísos fiscales, así como la economía militar en la que están muy comprometidos los estados. La alternativa cristiana no es un nuevo sistema global sino la crítica permanente a todas las derivas que conducen a una mayor deshumanización, mayores esclavitudes y mayor dependencia de nuestras vidas de Don Dinero. El cristiano, desde Jesús, hace una crítica radical al Dinero como objetivo, lo que significa “servir al Dinero”, adoptarlo como nuestro dios supremo.
No disponemos de una solución global y empezamos a pensar que tampoco nos conviene tanto una solución global que se impusiera a todos los pueblos, culturas y posibilidades de producción e intercambio. Mataría muchas posibilidades de vida en los pueblos, para que se atengan a la función que les encomienda el mercado global, que se ha impuesto siempre protector de los intereses de Occidente, del Norte y de los Países emergentes. El no disponer de una solución global libera energías e imaginación para luchar a favor del “Sujeto viviente”, de las personas concretas, en sus culturas y economías concretas; o sea, para que los seres humanos puedan vivir y sobrevivir en dignidad, reconciliados con la Tierra, con su Creador y entre ellos mismo. Éste fue el sueño de Dios al crearnos.
Con Jesús y su evangelio, esta alternativa cristiana se radicaliza y al mismo tiempo se hace posibilista, al apostar por las personas sin confiar tanto en las revoluciones ni en las imposiciones desde arriba. Ante una crisis financiera como la que nos empobrece, el cristiano puede aceptar vivir con menos, reivindicando que todos empecemos a vivir con menos, y a compartir más vida entre las personas. Nos toca recordar a la sociedad que hay más vida que vivir, para la que no se necesita tanto dinero como se nos hizo creer. Y nos toca recordar a la sociedad que nuestros bienes tienen una destinación social, para dar posibilidades de vida o trabajo a nuestros hermanos. La gravedad de la crisis actual pasará. De ello se encargarán los mismos capitalistas y los políticos. Pero la gran trasformación que nos urge hacer de nuestra “forma de vivir” (monetarista, consumista, posesiva, el 'tener' por encima del 'ser') seguirá pendiente. Y en esto, Jesús y los cristianos tienen mucho que decir.
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