"Ignorar a los pobres es despreciar a Dios" Francisco

martes, 10 de abril de 2012

CON LA FUERZA DEL RESUCITADO

Pepe Lozano, consiliario diocesano de la HOAC

Como sabemos, la Pascua es el tiempo más importante del año cristiano. Comienza el domingo de la resurrección del Señor y dura siete semanas, hasta el día de Pentecostés. Lo que celebramos en esta fiesta es el fundamento de toda la vida cristiana. Lo que da sentido a nuestra vida es la fe en la resurrección.

Nos preguntamos cómo vivir hoy, en las circunstancias de nuestro mundo, la fe en la resurrección; cómo encontramos y como expresamos la resurrección en la vida concreta de cada día.

Para nosotros los cristianos, la muerte es el egoísmo, la violencia, el abuso del poder, la corrupción, la injusticia, y otras muchas cosas que se pueden resumir el palabra “pecado”, además de todas las consecuencias que el pecado, está teniendo en la vida de las personas y en toda la humanidad. Y la vida (que dura para siempre) es el amor, la solidaridad, la justicia y la buena voluntad para solucionar todos los problemas que van apareciendo en el mundo. Resucita aquella persona, o aquel grupo de personas, que va superando su egoísmo y va creciendo en el amor y la solidaridad, y que, además se compromete en construir el mundo que Dios quiere, un mundo distinto, en el que todos vivamos dignamente; y en el que se respete la naturaleza que forma parta de la vida de todos.

Nosotros, los cristianos, al creer en la resurrección, creemos que nosotros podemos resucitar, (podemos cambiar y transformar nuestra vida, y vivir para siempre después de la muerte) y, estamos seguros, de que también puede resucitar el mundo en que vivimos, tan lleno de problemas y con tanto sufrimiento para tanta gente. Y por eso miramos la vida con esperanza, luchamos y nos comprometemos, porque estamos convencidos de que la fuerza de la resurrección (la fuerza del amor) es más grande que la fuerza del egoísmo, que es la que quiere gobernar el mundo (y de hecho lo gobierna). Jesús comprometió y arriesgó su vida porque creía en la resurrección.

Nosotros los cristianos, sus seguidores, movidos por el amor de Jesús, comprometemos y arriesgamos nuestra vida porque, como Jesús, creemos en la resurrección. Y si estamos dispuestos a sacrificar nuestra vida, con más razón sacrificamos nuestros bienes, nuestras ideas y lo que haga falta. La persona que no sacrifica nada, o muy poco, no cree en la resurrección, por lo menos en la práctica.

Cuando celebramos la Eucaristía, celebramos la muerte y la resurrección del Jesús; nosotros participamos en ella, y nos unimos a Jesús que muere y resucita. En la consagración decimos: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. Ven, Señor Jesús”. Participamos en la Eucaristía para aprender a morir y resucitar, para darlo todo como lo dio Jesús y vivir esa vida nueva que él nos transmitió en el Bautismo

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