El pasado día 11 de febrero se publicó en el Boletín Oficial del Estado el
Real Decreto Ley 3/2012 de 10 de febrero, de medidas urgentes para la reforma
del mercado laboral. Esta reforma supone un cambio en la normativa laboral de tal
envergadura que exige a Cáritas, al igual que en ocasiones anteriores, un análisis
y una valoración de las implicaciones que puede conllevar para las personas más
desfavorecidas.
Cáritas, en sus servicios de acogida y de empleo, está siendo testigo de
las graves consecuencias que ha tenido y tiene la crisis sobre la población española,
en general, y sobre las personas más necesitadas, en particular.
Desde los inicios de esta situación de deterioro socioeconómico, que en la actualidad
supone que más de cinco millones de personas se encuentren sin empleo, Cáritas
viene sosteniendo la necesidad de provocar cambios estructurales que planteen
una alternativa al modelo económico y social actualmente imperante. En
repetidas ocasiones, Cáritas ha defendido la conveniencia de articular un
mercado laboral que dé respuesta a las necesidades de las personas y no
viceversa. En otras palabras, la necesidad de anteponer la dignidad de las
personas frente a los intereses económicos, tal y como nos recuerda en
numerosas ocasiones la Doctrina Social de la Iglesia.
Por ello, miramos con preocupación una reforma que busca la solución al desempleo
fomentando la flexibilización del mercado laboral, con el alto riesgo que
conlleva de provocar el retroceso de los derechos laborales de los trabajadores.
NUESTRO
PRISMA DE VALORACIÓN DE LA REFORMA LABORAL
A lo largo
de este documento trataremos de desgranar los contenidos esenciales de la
reforma laboral y ofreceremos una valoración de las consecuencias que puede
ocasionar la misma en los procesos de inclusión social y laboral de los
colectivos más desfavorecidos. Son múltiples los juicios de valor que se han
hecho sobre dicha reforma y desde muy diversos puntos de vista: sindicatos,
partidos políticos, instancias universitarias, plataformas sociales, medios de
comunicación, etc. Desde Cáritas queremos aportar la especificidad de nuestra
mirada, fundamentada en gran medida en el contacto cotidiano con las personas
más desfavorecidas tanto desde los servicios de acogida como desde los
programas de empleo de las Cáritas Diocesanas y Cáritas Parroquiales. Atendemos
de este modo a la aseveración de Bendedicto XVI “los pobres son en muchos casos
el resultado de la violación de la dignidad del trabajo humano, bien porque se
limitan sus posibilidades (desocupación, subocupación), bien porque se devalúan
«los derechos que fluyen del mismo, especialmente el derecho al justo salario,
a la seguridad de la persona del trabajador y de su familia. (Cáritas in
veritate, n 63)
A la hora
de clarificar cuál es nuestra perspectiva, la primera cuestión fundamental es
preguntarnos quiénes son estas personas más desfavorecidas. La realidad más
próxima, los medios de comunicación, las calles, las colas en las oficinas de
los servicios públicos de empleo, los servicios de acogida de Cáritas, nos
muestran que la crisis está afectando a muchas y muy diversas personas. Sin
embargo, podemos constatar que está teniendo especial incidencia sobre jóvenes
que han abandonado el sistema escolar, personas solas con cargas familiares,
personas –a menudo principal sustentador del hogar- con escasa formación,
personas migrantes -especialmente los que están en situación de irregularidad
administrativa-, desempleados de muy larga duración, etc. Precisamente desde la
experiencia “sufriente” de estas personas nos queremos acercar a la valoración
de la nueva reforma del mercado laboral. Y junto con esta vivencia cercana a
las personas, nuestra aproximación a la reforma se fundamenta en los principios
de nuestro Modelo de Acción Social, tanto en la centralidad de la persona, por
encima de cualquier condicionante socioeconómico, como en la opción
incondicional de trabajo por la justicia. En palabras de Benedicto XVI: “el
respeto a la dignidad del trabajo, vinculado a la dignidad de la persona, es y
debe ser el criterio central de una economía orientada por una "ética
amiga de la persona" y no por una ética cualquiera”. (Cáritas in veritate,
n 45).
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