"Ignorar a los pobres es despreciar a Dios" Francisco

miércoles, 30 de mayo de 2012

UN DIOS COMUNIDAD

Pepe Lozano, Consiliario diocesano de la HOAC
Domingo de la Santísima Trinidad
(el fundamento de la fe cristiana)
- 3 junio 2012 -

Hoy, la vida, está muy difícil, y casi todas las personas optan por buscar soluciones individuales a sus problemas, predomina la actitud y el planteamiento de “sálvese quien pueda”. Se piensa: yo tengo que espabilarme para encontrar un trabajo, yo tengo que ver cómo pago mi piso, yo necesito un coche y trato de ver cómo lo consigo, yo tengo pasármelo bien este fin de semana, caiga quien caiga; yo quiero hacer un viaje de turismo y eso no me lo va a impedir nadie…. Yo, yo, yo, lo mío, mi vida, mi salud, mi coche, mi casa, mi chalet, mis vacaciones.. Por lo que vemos todos los días predominan las soluciones individuales, la gente elige el individualismo; no el unirse a otras personas para trabajar juntos y conseguir lo que todos necesitan. Y el/la que se arrima a alguien, o a alguna institución, es para ver lo que puede sacar para solucionar sus necesidades personales, no para colaborar. Es verdad que también hay grupos que afrontan sus necesidades juntos, en colaboración, de forma comunitaria, pero lo que más predomina es el individualismo. Cada uno/a se apaña como puede. Un ejemplo es que cada persona tiene su coche; en algunas casas cada miembro de la familia tiene un coche. El que usa los transportes comunitarios es porque no tiene más remedio. Y entre las personas que están metidos en asuntos públicos, muchos de ellos, no miran por la comunidad, sino por ellos mismos, por su partido, por sus intereses particulares, no por el bien común, no el bien de todos por encima del bien particular. Incluso, muchas personas, se acercan a la Iglesia con la idea de salvar su alma, desentendiéndose totalmente de la salvación de la humanidad.

Hoy los cristianos celebramos el día de la Santísima Trinidad. Los cristianos creemos en “un Dios comunidad” “un Dios familia”, que nos creó a su imagen y semejanza, y, por eso nos hizo seres comunitarios; nacemos en una familia, crecemos en un ambiente comunitario y familiar, y nuestro destino es formar una familia, o vivir la vida comunitaria en algún espacio de nuestra sociedad. Nuestra vida, si es humana, y si es cristiana, es comunitaria y familiar. No hay vida cristiana al margen de la comunidad. Y comienza a ser comunitaria cuando nacemos como personas, y cuando nacemos como cristianos/as en el sacramento del Bautismo, que se hace, según Mateo 28,16-20, que acabamos de escuchar, “en el nombre del padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. La vida comunitaria forma parte de nuestra identidad cristiana. No es que sea bueno vivir comunitariamente, no; la realidad es que somos comunidad, y romper con la comunidad es morir, como se muere un miembro del cuerpo cuando se separa de él. Somos comunidad y estamos en el mundo para construir comunidad.
Y La misión, la transmisión de nuestra fe a otras personas, forma parte de nuestra identidad y de nuestro ser cristianos. No podemos separar la vida comunitaria de la vida misionera. Toda comunidad sana y feliz es una comunidad fecunda: tiene vida y transmite vida. Una comunidad cristiana, que es verdadera comunidad cristiana (comunidad trinitaria), está llena de vida, y, sin darse cuenta, transmite su vida (su fe y su amor) a otras personas, igual que una familia sana (física y psicológicamente) y feliz, transmite su vida a otros, genera nuevos miembros.
A partir de nuestra fe en la Trinidad, estamos en el mundo para construir una sociedad que sea (ya lo es por naturaleza) una verdadera familia, un reflejo de la Trinidad. Nuestra misión es promover el diálogo y la colaboración, caminar por la vida unidos a todos, y hacer que la humanidad camine unida y sea solidaria. Dios hizo la humanidad como reflejo de él mismo. La economía, la política, la cultura, la religión todo está al servicio del Plan de Dios: Una humanidad que viva como una familia, porque él es una familia de tres personas. Cuando la economía, la política, y cualquier actividad que se desarrolle en el mundo, cuando es un conflicto de intereses, o una lucha por el poder, ya nos política, ni humana, ni cristiana. Estamos en crisis porque nos hemos salido del Plan de Dios, hemos dejado a un lado nuestro origen que es la Trinidad. Hemos olvidad que somos comunidad. Cuando un cristiano/a es individualista, o un grupo cristiano, cuando está encerrado en él mismo, y sólo piensa en él misma/a, reniega de ser cristiano/a. Y cuando la Iglesia se cierra en ella misma y sólo mira por ella misma, al margen de la humanidad, ya no es la Iglesia que Dios quiere. En la Trinidad son tres personas distintas, pero unidas en una sola vida y en una sola naturaleza, tres personas que lo tienen todo en común. También Dios nos ha hecho a nosotros distintos, pero eso no es ninguna dificultad para que estemos unidos, al contrario, el ser distintos nos ayuda a unirnos, porque las diferencias nos complementan, nos enriquecen.
Aunque parece que la Trinidad es una cosa muy misteriosa y muy elevada, y sin relación con nuestra vida (aparentemente), es la que orienta toda nuestra vida y la vida de la humanidad. Dios es una común unión (una comunión) de tres personas, y nosotros somos, junto con él, una común unión de miles de millones de personas. Cuando nos olvidamos de que somos una común unión (una comunión), aparece el hambre, el paro, la guerra, la violencia y el valor del dinero por encima de todo. La Eucaristía que estemos celebrando nos introduce en la comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y también en la común unión (en la comunión) de toda la humanidad.
Textos que nos hablan de la Trinidad:
Romanos 8,14-17; Mateo 3,13-17; Lucas 1,26-38; Juan 14,15-17; Juan 16,4-15; Juan 20,19-23

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