"Ignorar a los pobres es despreciar a Dios" Francisco

jueves, 6 de septiembre de 2012

EXPRESAR Y COMUNICAR LO MEJOR DE NOSOTROS MISMOS

Pepe Lozano, consiliario diocesano de la HOAC
Domingo 23 de tiempo ordinario
-9 septiembre 2012-
 
Nunca como ahora ha habido tantos medios de comunicación, pero eso no quiere decir que haya aumentado la comunicación entre las personas. El mundo en el que vivimos tiene grandes problemas de incomunicación. Encontramos falta de comunicación en el matrimonio, entre padres e hijos, entre empresarios y trabajadores, entre los políticos y el pueblo. Una cosa es oír a una persona; y otra muy distinta escucharla, comprenderla y comunicarse con ella. Una cosa es conocer a una persona (lo que piensa, lo que dice, cómo es) y otra es comprenderla, aceptarla, valorarla y quererla. Podemos conocer a fondo a una persona, y, al mismo tiempo, estar muy lejos de esa persona, no importarnos para nada esa persona, o ese grupo de personas que conocemos. Conocer a una persona o a un grupo de personas, no supone nada para nosotros. Escuchar, comunicarnos y comprender a una persona, o a un grupo de personas, lleva consigo una implicación y un compromiso con esa persona o ese grupo de personas. Hoy en día, aunque oímos a muchas personas, porque cada uno/a tiene su móvil, a veces, estamos muy cerrados en nosotros mismos/as. Sabemos muchas cosas de las personas, y podemos controlar hasta su respiración, pero no siempre las queremos de verdad. Lo propio de una persona sana y madura, es que sea una persona abierta, que abra su corazón a todos aquellos y aquellas que se va encontrando por la vida, que no tenga prejuicios ante nadie, que escuche, valore y acepte a cada persona como es.

Hemos hablado del problema de escuchar y comprender. Hay otro tema importante: es el expresar lo que pensamos y sentimos, sobre todo expresar y comunicar lo mejor de nosotros mismos, porque expresar y decir críticas negativas, que destruyen y hacen daño a los demás, eso lo hace cualquiera, y normalmente todos lo hacemos. A veces se habla para quedar bien, o para conseguir el poder, o para engañar, o para decir superficialidades o rutinas, o para desahogarse, o por protagonismo. Muchas veces se dice lo que conviene, no la verdad. De lo que se trata es de decir la verdad, aunque nos resulte incómodo; y decir la verdad no para atacar o humillar a otras personas, no utilizar la verdad como un arma, sino para ayudar y construir unas buenas relaciones entre las personas, uniendo siempre la verdad y el amor. Si separamos la verdad del amor, nos quedamos sin la una y sin el otro, destruimos los dos. Para comunicarnos y ser personas abiertas, no es suficiente con escuchar y comprender, sino también hemos de decir y expresar lo que llevamos dentro, de forma que la otra persona lo pueda comprender, y en el momento, y en lugar oportuno.
Si no se dan estas dos cosas (el escuchar y el compartir lo que llevamos dentro), y las dos cosas movidas por el amor y la buena voluntad, no hay comunicación.
Hoy al proclamar el Evangelio, Marcos 7,31-37, hemos visto que Jesús cura a un sordo que también era mudo. En aquel tiempo estar sordo y mudo era como estar muerto. El que no se comunica con nadie es porque está muerto, está al margen de la vida, no participa en la vida de la comunidad. Está cerrado como el que está enterrado en un sepulcro. Y Jesús lo abre, le da la posibilidad de oír y escuchar; y de hablar y compartir lo que lleva dentro, lo vuelve a la vida en plenitud y a la vida comunitaria, le da el poder comunicarse con todos. Y entre todas las palabras y gestos que dice y hace Jesús, el Evangelio de Marcos, resalta la de “effetá”,  es decir, “ábrete”. Jesús hace que, aquella persona que estaba cerrada, totalmente, en ella misma, se abriera a todos y a todas. Y la gente valoró mucho aquel gesto (sencillo, pero muy significativo) de Jesús, entendió lo que Jesús pretendía hacer con todas las personas. Y además vio que, en Jesús se cumplía todo lo que habían anunciado los profetas, y todo lo que esperaba el pueblo de Israel, hasta el punto de que comentaban: “todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar”, en otras palabras: viene a traer todo lo que le falta a la humanidad para que sea la verdadera humanidad.  
A través del Evangelio vamos conociendo quién es y cómo es Jesús y la misión que Jesús ha venido a cumplir en este mundo. Llegamos a comprender que Jesús ha venido a este mundo para construir una verdadera comunicación entre la personas y en toda la humanidad, ha venido a “abrir” a la humanidad, a abrirnos a cada uno de nosotros y toda la humanidad, a todos los pueblos, para que se comuniquen unos con otros, para que se complementen, se enriquezcan y encuentren su plenitud, su total desarrollo en la comunicación y en la solidaridad. Jesús ha venido a abrir, a derribar todos los muros que nos separan y todo aquello que nos impide recibir y compartir lo que podemos aportar para el bien de los demás.
Y si esa es la misión de Jesús, la misma es la que tienen las personas que creemos en él. Estamos en el mundo para construir la buena comunicación y la paz. Todos los medios de comunicación que hoy existen en el mundo, los consideramos como dones que Dios nos concede a través de la inteligencia humana y la técnica. Y queremos aprovechar esos medios para construir la verdadera comunicación. No confundimos medios de comunicación con la auténtica comunicación. Hoy Jesús, en este Eucaristía, en este encuentro con él quiere abrirnos a todos nosotros, como abrió al sordomudo, para que nosotros abramos a otros también.

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