Entre el 22 y el 25 de mayo de este año, se celebran las elecciones al
Parlamento Europeo. El resultado configurará dicha institución durante los
próximos cinco años y tendrá importantes consecuencias para aquellos a quienes
les corresponda liderarla durante este periodo.
Es esencial que los ciudadanos de la UE participen en el proceso
democrático emitiendo su voto en dicha jornada electoral. A mayor
participación, mayor fortaleza del nuevo Parlamento.
El período preelectoral ofrece al conjunto de la sociedad europea una
oportunidad para debatir las principales cuestiones socioeconómicas que darán
forma a la Unión en los próximos años.
Como obispos de la COMECE, sentimos que es nuestro deber ofrecer orientación al votante europeo en la formación de su conciencia, y queremos hacerlo poniendo de relieve los temas que son importantes, para evaluarlos a través del prisma de la Doctrina Social Católica.
Aunque nos dirigimos en primera instancia a los ciudadanos de la UE que son
católicos, esperamos que nuestro consejo también pueda recibirse favorablemente
por todos los hombres y mujeres de buena voluntad, interesados por el éxito del
proyecto europeo. Esperamos que nuestra voz sea escuchada también por aquellos
que buscan ser elegidos como miembros del Parlamento Europeo.
Comenzaremos haciendo algunas consideraciones generales:
1. Votar es un derecho y un deber de todo ciudadano de la UE. Millones
de ciudadanos jóvenes votarán por primera vez: algunos de ellos cursan sus
estudios, otros trabajan, pero muchos, por desgracia, están desempleados.
Instamos a nuestros jóvenes a hacer oír su voz participando en el debate
político y, sobre todo, votando.
2. Es importante que los aspirantes por primera vez al Parlamento
Europeo o los que buscan renovar su escaño sean conscientes de los daños
colaterales de la crisis económica y bancaria que comenzó en 2008. El Papa
Francisco ha llamado públicamente la atención sobre la difícil situación de los
pobres y vulnerables, de los jóvenes y personas discapacitadas, sin olvidar a
aquellos que han sido empujados a la pobreza por la reciente crisis. El número
de “nuevos pobres” está creciendo a un ritmo alarmante.
3. El mensaje cristiano es de esperanza. Creemos que el proyecto
europeo está inspirado en una visión noble de la humanidad. Los ciudadanos, las
comunidades e incluso los estados—nación deben ser capaces de dejar de lado sus
intereses particulares en la búsqueda del bien común. La exhortación del Papa
Juan Pablo II Ecclesia in Europa publicada en 2003 versaba sobre la esperanza,
y la Iglesia se acerca al reto europeo con la firme confianza en un futuro
mejor.
4. La templanza es una de las virtudes naturales que se encuentra en
el corazón mismo de la espiritualidad cristiana. Una cultura de la moderación
debe ser la fuente de inspiración de la economía social de mercado y de la
política medioambiental. Tenemos que aprender a vivir con menos, pero por la
misma razón, hemos de hacer lo posible para que los que viven en una pobreza
real accedan a un reparto más justo de los bienes.
Por otro lado, hay áreas específicas de las políticas de la UE respecto de
las cuales nos gustaría dirigir la atención de nuestros conciudadanos:
1. Es importante que el progresivo movimiento hacia la unidad en la UE
no sacrifique el principio de subsidiariedad, pilar básico de la familia única
de estados–‐nación que constituye la Unión Europea, ni
ponga en peligro las tradiciones históricas que existen en muchos de los
estados miembros.
2. Otro de los pilares de la Unión, que es también un principio básico
de la Doctrina social católica, es la solidaridad, que debe gobernar las
políticas en todos los niveles de la UE, entre las naciones, las regiones y
grupos que constituyen la población. Tenemos que construir un mundo diferente,
presidido por la solidaridad.
3. Es esencial recordar que todos los ámbitos de las políticas
socioeconómicas se han de sustentar es una visión del hombre arraigada en un
profundo respeto a la dignidad humana. La vida humana debe ser protegida desde
el momento de la concepción hasta el de la muerte natural. La familia, como
célula básica de la sociedad, debe gozar también de la protección que necesita.
4. Europa es un continente en movimiento y la migración —dentro de sus
fronteras y la procedente del exterior— tiene impacto sobre la vida de los
individuos y la sociedad. La UE tiene una frontera exterior común. La
responsabilidad de la recepción e integración de los inmigrantes y solicitantes
de asilo debe ser compartida proporcionalmente por los estados miembros. Es de
vital importancia que el tratamiento de los inmigrantes en cada punto de
entrada de la UE sea humano, que sus derechos humanos sean respetados
escrupulosamente, y que, posteriormente, se haga todo lo posible, también por
parte de las Iglesias, para asegurar su integración con éxito en la sociedad de
acogida.
5. Somos custodios de la creación y debemos profundizar en nuestra
decisión de respetar y alcanzar los objetivos de emisión de CO2, promover el
entendimiento internacional sobre el cambio climático, comprometernos a adoptar
un enfoque más ecológico e insistir en que la sostenibilidad es un elemento
fundamental de cualquier política de crecimiento o desarrollo.
6. La libertad religiosa es característica fundamental de una sociedad
tolerante y abierta. Esta libertad incluye el derecho a manifestar las propias
creencias en público. Damos la bienvenida a las Directrices de la UE sobre la
promoción y protección de la libertad de religión y de creencias, y esperamos
que el nuevo Parlamento Europeo intensifique su labor en este importante
asunto.
7. Apoyamos todas las medidas destinadas a proteger la consideración
del domingo como el día común de descanso semanal.
8. En los próximos cinco años el cambio demográfico tendrá un impacto
profundo en la vida de la UE. Abogamos, En nombre de nuestros ciudadanos
mayores, por conseguir el nivel y la calidad en la atención a la que tienen
derecho, pero también pedimos políticas que creen nuevas oportunidades para los
jóvenes.
La Unión Europea se encuentra en un momento decisivo. La crisis económica,
provocada por el colapso bancario de 2008, ha tensado las relaciones entre los
estados miembros, ha cuestionado el principio fundamental de la solidaridad en
toda la Unión, ha traído consigo el aumento de la pobreza para un gran número
de ciudadanos, y ha frustrado las perspectivas de futuro de muchos de nuestros
jóvenes. La situación es dramática, y para muchos, incluso trágica.
Nosotros, obispos católicos, pedimos que el proyecto europeo no se ponga en
riesgo ni se abandone por las dificultades de la presente situación. Es
esencial que todos nosotros —políticos, candidatos y todas las demás partes
implicadas— contribuyamos constructivamente a modelar el futuro de Europa.
Todos tenemos demasiado que perder si el proyecto europeo descarrila.
Es esencial que todos los ciudadanos europeos vayan a las urnas en las
elecciones del 22 al 25 de mayo. Como obispos instamos a que se vote siguiendo
los criterios de una conciencia informada.
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