"Ignorar a los pobres es despreciar a Dios" Francisco

miércoles, 13 de octubre de 2010

CUATRO RELATOS DE LA CALLE CONTADOS EN PRIMERA PERSONA

ANTONIO: “Yo tenía orden de no dejarlos entrar”

“Yo estuve en la calle y luego conseguí trabajo de guardia de seguridad en un hipermercado. Y tenía instrucciones de vigilar a los que no tienen hogar: hacerles sombra… A toda la gente que entraba así, pues teníamos orden de echarla, de no dejarla entrar. Eso de entrada. Yo tenía que hacerlo porque no me quedaba más remedio. No podían estar ni fuera, en la acera. Teníamos que echarlos. Un día que llovía vi a un hombre que no quería más que resguardarse… Una pena. Y yo, claro, me veía a mí mismo”.


ABDUL: “Me daban comida, confiaban en mí”

“Yo dormía en la puerta de una tienda. Me trataban bien y el día que no sacaba nada, la gente que trabajaba en la tienda me daba de comer, incluso dinero para comprarme vicios, tabaco. Luego dormía en una puerta de un restaurante. Por la mañana, el dueño me traía café, un desayuno. Fíjate la confianza que tenían en mí que me daban billetes de 50 y 100 euros: “Toma, ve a buscar cambio”. A veces tardaba, porque no encontraba. Dejaba mis cosas allí, mi mochila en la tienda y me iba a buscar cambio”.

JACINTA: “En el parque me violaron”

“Fue en el parque que tuve la violación. Era una racha en la que estaba tomando unos calmantes, porque me había quitado de la droga. Para quitarme de la droga me pusieron tranquilizantes. Fue uno que estaba en la calle y me violó. Me vio el forense y todas esas cosas. Si yo llego a estar normal y corriente pues seguramente que me hubiera defendido. Yo con tantas pastillas, no podía recordar al señor, pero me vieron los de la limpieza de las calles y avisaron a la policía”.

ALBERTO: “Te miran con asco y repugnancia”

“Algún día a lo mejor no me he podido afeitar o cambiarme. Recuerdo entrar en una tienda y te miran de arriba abajo. Y eso te hace daño. Interiormente, moralmente, psíquicamente. Entré y estaban cuatro mujeres. Digo hola, y me miraron con cara de asco y repugnancia. Se me quitó el hambre y las ganas de todo. Eso te hunde más. Y luego piensas… Te da por pensar cosas que sabes que no son normales, pero… ¿me explico? Liarte a romper algo… O irte a la mierda y quitarte la vida”.

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