Hernando Calvo Ospina*
Son pocos los franceses que conocen el nombre de la máxima autoridad de la Iglesia católica en el país, pero la inmensa mayoría sí sabe quién es Monseñor Jacques Gaillot. Hombre extremadamente humilde, de mirada serena y voz pausada, que sin utilizar frases grandilocuentes dice lo que quisiéramos escuchar de muchos políticos. Nació el 11 de septiembre de 1935 en Saint-Dizier, una pequeña ciudad de Francia. A sus 20 años debió dejar el seminario para efectuar el servicio militar. Argelia, donde había una guerra de liberación contra el colonialismo francés, lo vio llegar. Cuenta que fue una suerte el no haber tenido que portar las armas, al ser destacado a trabajos sociales, a vivir con la comunidad.
- ¿Qué significó para Usted haber vivido esa guerra?
- Esta experiencia empezó a cambiar mi vida. Allá me encontré con el islam, una religión muy diferente a la católica y de la que nada conocía. Supe que los musulmanes tenían fe en un Dios, que oraban y eran hospitalarios. Ellos fueron como mis hermanos. Esta inter-religiosidad influyó en mi fe. También viví la violencia de la guerra, por lo cual me fui convirtiendo en un militante de la no-violencia. Realmente, Argelia fue para mí un seminario.
- Después de 22 meses en Argelia, Usted fue enviado a Roma, y en 1961 es ordenado sacerdote. Hasta que en 1982 es nombrado obispo de la ciudad de Evreux, en Francia. Pero el 13 de enero de 1995 se le retira esa misión pastoral. ¿Qué sucedió?
- Unos días antes de esa fecha fui llamado a comparecer ante las autoridades del Vaticano sin saber el por qué. Ante mi incredulidad, en unas horas fui declarado culpable, y en menos de un día se decretó mi expulsión de la diócesis. El cardenal Bernardin Gantin, prefecto de la Congregación de Obispos me propuso que firmara mi demisión y se me permitiría tener el titulo honorifico de obispo emérito de Evreux. Nada firmé. Entonces me nombraron obispo de Partenia, una diócesis que no existe desde el siglo V, situada en la actual Argelia.
Con mis pocas ropas dejé la diócesis de Evreux. Como no tenía donde alojarme, me instalé durante un año en una edificación recuperada por familias sin domicilio y extranjeros sin documentos, en Paris. Luego la Comunidad de Misioneros Espirítanos me acogieron.
- ¿Monseñor, pero qué llevó al Vaticano a tomar tan drástica decisión? ¿Quizás sus posiciones políticas y compromisos sociales? Porque, veamos: en 1983 fue uno de los dos obispos que no votó a favor de un texto episcopal sobre la disuasión nuclear. En 1985 apoyó el levantamiento palestino en los territorios ocupados por Israel, además de encontrar a Yasser Arafat en Túnez. En 1987 prefirió viajar hasta África del Sur para visitar a un preso, militante contra la segregación racial, en vez de ir al peregrinaje por la Virgen de Lourdes. En 1988 defendió en la revista Lui la ordenación de hombres casados. El mismo año se declaró a favor de dar la bendición a homosexuales. El 2 de febrero de 1989 usted publicó en la revista Gai Pied un artículo titulado “Ser homosexual y católico”. Desde 1994, usted se implicó directamente en la fundación de asociaciones de apoyo a los marginados, hasta llegar a conocérsele como el “Obispo de los Sin”: Sin documentos, sin domicilio… ¿No cree que ya esto es bastante para conseguir enemigos entre los círculos del poder eclesiástico y civil?
- Aunque hoy sigo sin pruebas concretas, fuentes fiables me han comentado que el gobierno francés, en particular el ministro del Interior de la época, Charles Pascua, tienen que ver con la decisión del Vaticano. No olvidemos que en Francia este ministerio es encargado de los Cultos. Es muy seguro que un libro mío contra la ley de inmigración fue la gota que derramó el vaso.
El Vaticano y el gobierno francés quisieron aislarme. Pero en 1996, por el primer aniversario de mi partida de Evreux, algunas amistades crearon en internet la Asociación Partenia (1), haciendo de mí un “obispo virtual”. No llegaron a imaginar que yo llegaría a animar la única diócesis en expansión, con más fieles en el mundo y en diferentes idiomas.
Pronto agradecí al Vaticano y a Pascua, porque ellos me hicieron dar más pasos hacia la otra orilla, donde yo encontré otra vida. Ahora tengo toda la libertad, vivo en la acción con los excluidos de la sociedad. Puedo vivir con las gentes, compartir sus alegrías y sus angustias. Ha sido maravilloso todo el mundo que se me presentó. Mientras que Pascua está enjuiciado por diversos delitos, y la Iglesia cada día pierde más cristianos.
- ¿Actualmente, cómo considera a la Iglesia católica?
- La iglesia nos ha enseñado que Dios ha querido traernos las desgracias, y así nos lleva a la resignación. Eso no es cristiano. La Iglesia hace intervenir a Dios para forzarnos a obedecer y no pensar. Muy pocos discursos sobre Dios me hablan de él, pero cuando alguien habla bien del ser humano, ese me dice mucho de Dios. La Institución sigue inamovible en su pedestal, lejos del pueblo y de Dios. Y de seguir así se convertirá en una secta, porque muchos están partiendo hacia otras religiones. La Iglesia vive una hemorragia.
La Iglesia debe cambiar, modernizarse, reconocer que las parejas tienen derecho a divorciarse y a usar el condón; que las mujeres puedan abortar; que hombres y mujeres puedan ser homosexuales y casarse; que las mujeres puedan llegar al sacerdocio y tener acceso a las esferas de decisión; se debe revisar la disciplina del celibato para que los sacerdotes puedan amar como cualquier otro ser humano, sin tener que vivir relaciones clandestinas, como delincuentes.
La situación actual es malsana y destructora para los individuos y la Iglesia.
El Vaticano es la última monarquía absoluta de Europa. La Iglesia debe aceptar la democracia a todos los niveles. Se debe cambiar de modelo porque el actual no es evangélico.
- Qué piensa Usted de la Teología de la Liberación, la cual conoció un desarrollo importante en América Latina?
- Yo me interesé en ella porque es una teología que habla de los pobres. No se habla de la liturgia, ni de catecismo, ni de la Iglesia: se habla del pueblo pobre. Enseña que son los mismos pobres quienes deben tomar conciencia de la necesidad de su liberación por ellos mismos.
Algunos fuimos muy sensibles a las enseñanzas de Don Elder Cámara en Brasil, un gran teólogo (2); a Mons. Leónidas Proaño en Ecuador (3); a Oscar Romero en El Salvador, y otros sacerdotes latinoamericanos, principalmente. Para mí fue un choque brutal cuando Mons. Romero fue asesinado celebrando la misa, el 24 de marzo de 1980. El había dejado la Iglesia de los poderosos para estar con los pobres. Esta conversión de Mons. Romero me pareció admirable.
En América Latina han existido sacerdotes y monjas que han tomado las armas (4). Yo respeto su decisión, no los juzgo, aunque no estoy de acuerdo por ser un no-violento.
Evidentemente, la Teología de la Liberación es peligrosa para los poderosos. Cuando los pobres son sumisos aceptan su triste suerte, entonces no hay nada que temer, son pan bendito para los poderosos. Los del poder pueden dormir tranquilos. Pero si los pobres se despiertan tomando conciencia de su condición, convirtiéndose en actores del cambio, entonces esto produce temor al poder.
Parece que es terrible cuando los pobres toman la palabra y cuestionan la institución eclesial. Al instante ella dice: ‘Atención, miren a estos comunistas’. Porque se ha tenido siempre la obsesión de la infiltración comunista. Por ello, regularmente, las dictaduras, los gobiernos represivos y el Vaticano se unen en un combate común.
Desgraciadamente no existen muchos rebeldes en la Iglesia, porque la institución ha formado para obedecer, para la sumisión.
- ¿Cómo ve Usted la situación social y económica en Francia?
- Yo juzgo a una sociedad en función de lo que ella hace por los más desfavorecidos. Y es claro que yo sólo puedo hacer un juicio severo, porque en Francia no se respeta a todos los seres humanos.
Para mí, el problema número uno es la injusticia que reina por todas partes. Los que están en el poder no invierten en los pobres. Tenemos un gobierno que solo favorece a los ricos, ¡por eso tenemos tres millones de pobres!
Muchos de nuestros ciudadanos creen que los trabajadores ilegales se aprovechan del sistema, sin saber que ellos reciben el formulario de impuestos en sus casas. O sea que son conocidos de la administración, pero como no están en regla no pueden beneficiarse de ninguna ayuda social. ¡Esto es una extorsión por parte del Estado!
Y ¿la Iglesia en esto? Tomemos como ejemplo lo sucedido el 23 de agosto de 1996, cuando casi mil policías especiales forzaron a punta de hacha las puertas de la Iglesia Saint-Bernard-de-la-Chapelle en Paris, sacando por la fuerza a 300 extranjeros en situación irregular. Yo estaba escandalizado y disgustado porque el propio obispo había pedido su expulsión. Y cuando uno expulsa a humanos que se protegen en una iglesia uno desacraliza esa iglesia. Y, desgraciadamente, esto continúa sucediendo.
Y ¿qué se hace con los extranjeros ilegales? Se arrojan en centros de detención, dándoles un tratamiento propio de campos de concentración. ¡Es lo que sucede hoy en Francia!
En las prisiones se produce un suicidio cada tres días. ¡Es enorme! El único horizonte que tienen los presos es el suicidio. Nunca se había visto eso. En Europa, Francia tiene el record de suicidios por ahorcamiento en la cárcel.
- El discurso sobre la crisis económica, ¿en donde lo sitúa?
- En esta crisis no son los ricos quienes están en crisis: los más pobres. Estuvimos manifestando el año pasado contra las leyes que proponía el gobierno porque ellas iban a penalizar a los pobres.
Hoy, muchos franceses van donde el médico, el dentista o el oftalmólogo cuando es algo verdaderamente de urgencia. Y a veces ya es tarde. Los derechos sociales se están acabando.
Y la crisis erosiona las familias. Si alguien ha comprado una casa, luego pierde el trabajo y no encuentra otro, debe revenderla. Esto trae hasta problemas de droga y delincuencia.
La vivienda social no es una prioridad política, porque quienes están en el poder poseen buenas mansiones. Se construye poco y las personas no saben a dónde ir, quedándoles los andenes o cualquier sótano insalubre. Y eso no importa, aunque existen muchos edificios vacios en Paris.
Cuando llega el invierno, el gobierno habla de “planes”. Entonces se abren gimnasios, o cualquier sala para que lleguen ahí los miles que no tienen alojamiento. Pero estos “planes” no son solución para el frío, sino habitaciones dignas. Es una vergüenza, es inhumano, no es cristiano que se deje morir de frio a cientos de personas en los andenes de Francia.
Como dijo el escritor Víctor Hugo: "Se hace caridad cuando no hemos podido imponer la justicia". Porque no es caridad lo que se necesita. La justicia va a las causas, la caridad a los efectos. Yo no digo que no debe ayudarse con un plato de sopa o un abrigo a quienes están en las calles. Existen urgencias. Yo lo hago, pero mi conciencia no queda tranquila, porque pienso que debemos luchar contra las causas estructurales que tienen a esas personas en la injusticia.
Lo más triste es que la gente se está acostumbrando a la injusticia. Y yo digo ¡despierten! ¡Tengan vergüenza! ¡Indignémonos contra la injusticia!
Hoy, la injusticia está presente por toda Francia. Existen oasis de riqueza, de lujo desorbitante, y extensos guetos de miseria. En Francia existe una violación flagrante a los Derechos Humanos, por eso debemos combatir para que se respeten los derechos de las personas.
- El año pasado se dieron masivas manifestaciones en protesta contra diferentes proyectos del gobierno, pero el gobierno hizo oídos sordos.
- Yo creo que cuando no se respeta al pueblo que se expresa en las calles, no se tiene en cuenta el futuro. En Francia quedó un sentimiento de rabia. No se puede seguir así. No se puede seguir metiendo a la policía por todas partes para contener la inconformidad del pueblo. Esto nos ha llevado a tener un régimen policial.
La injusticia no trae paz. Todo lo contrario. Existe fuego bajo una olla que quieren tener cerrada. Y puede estallar.
- Las luchas de Mons. Gaillot por la justicia no sólo son en Francia. También en otros lares su palabra y acción se han hecho sentir. Deme unos ejemplos.
- Seguimos luchando por los derechos del pueblo palestino. Israel es un Estado colonialista que roba la tierra palestina y excluye a ese pueblo por la fuerza. Hace más de 60 años que la Palestina vive bajo la ocupación israelí y la injusticia. Y la llamada “comunidad internacional” hace bien poco o nada. Por eso nos estamos movilizando por todas partes para ejercer una presión sobre el gobierno israelí. Y una de las acciones es boicotear los productos que vienen de Israel, y principalmente los que son producidos en los territorios ocupados. Porque 50 productos agrícolas se producen en Palestina para beneficio israelí. Mientras los palestinos vivan en la injusticia, allá no existirá la paz.
Cuba. Este es un país que tiene futuro. Yo pude constatar que es un pueblo digno, con coraje y solidario. En Cuba puede haber pobreza, pero no existe la miseria que se ve en cualquier otro país de América Latina, o en la misma Francia o Estados Unidos. A pesar del bloqueo que le tiene Estados Unidos, todos tienen salud y educación gratuita, y nadie duerme en las calles. ¡Es increíble!
Yo hago parte del Comité International por la Libertad de los Cinco Cubanos presos en Estados Unidos. Ellos luchaban contra las acciones terroristas que se preparaban en Miami. Estoy en ese Comité porque me di cuenta que se había cometido una injusticia contra ellos, y eso no se puede tolerar.
- ¿Qué piensa de la manera como la prensa francesa trata los procesos sociales y políticos alternativos que se desarrollan en América Latina? Y, ¿por qué esta prensa tiene la tendencia a ridiculizar a presidentes como Evo Morales o Hugo Chávez?
Este comportamiento de la prensa se debe a que, regularmente, Francia apoya a quienes no debería. Es cuestión de intereses. Estos presidentes no hacen lo que quieren los ricos, entonces Francia se pone del lado de esos ricos. Es como lo hace en África.
Ahora, la participación de las mujeres latinoamericanas en política es sensacional. Por ejemplo, una mujer a la cabeza de Brasil, ¡es extraordinario! En Francia no hemos sido capaces de tener ni una Primera Ministra: ¡somos tan machos! Ah, sí, una vez tuvimos a la señora Edith Cresson, pero no se pudo quedar por mucho tiempo debido a que la quisieron masacrar en su condición de mujer. ¡Somos machos y vulgares como no se lo pueden imaginar!
En la actualidad no es la vieja Europa que da el ejemplo, es América Latina. Debemos mirar para allá.
- Mons. Gaillot, dos últimas preguntas: ¿A usted cómo lo consideran los otros altos miembros de la Iglesia católica? Y, ¿como ciudadano y ser humano, ve una alternativa a la situación social en Francia?
- En general, mis relaciones con los otros obispos son cordiales, aunque algunos prefieren ignorarme. Eso sí, no me hacen llegar ningún documento de la Conferencia Episcopal, ni me invitan a la asamblea anual en Lourdes. Tampoco han dicho el por qué, ni yo lo he pedido, aunque otros sacerdotes sí lo han hecho sin haber recibido nunca una respuesta. A veces esto no es confortable, pero lo que me conforta es que estoy en paz con mi conciencia, por decir lo que pienso, por denunciar la injusticia.
Por la segunda pregunta. Tengo confianza, esperanza en los hombres y mujeres. Vamos a seguir avanzando. Existen movimientos ciudadanos que están creando un tejido asociativo alternativo. Veo muchos combates que nacen y se desarrollan poco a poco. ¡Es formidable! Cada uno debe encontrar el camino donde luchan otros.
La unidad: sí, esto es lo que puede ayudar a salvar la democracia y a los derechos de las personas. Yo tengo la esperanza.
* Periodista y escritor colombiano, residente en Francia. Colaborador de Le Monde Diplomatique. http://hcalvospina.free.fr/spip.php?article311
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