Domingo
30 de tiempo ordinario
- 23 de
octubre de 2011 -
Hoy es
el Domingo Mundial de la Propagación de la Fe. Hoy es el día de las
Misiones. Hoy, todos los cristianos, nos
damos cuenta de que ser cristiano es ser misionero. Si no somos misioneros, no
somos cristianos. Lo último que Jesús dijo a sus discípulos fue: “Id por todo
el mundo y anunciad el Evangelio a todas las naciones”.
Ser
misionero no es sólo ir a otras naciones a predicar la fe cristiana. Aunque
hace mucha falta que vayan muchos cristianos de aquí a otras naciones, para
ayudar y colaborar en todo lo que haga falta que es mucho. Cada cristiano/a, si
es cristiano de verdad, manifiesta su fe a los demás a través de su vida,
trabajando por el bien de los demás, sobre todo de aquellos que necesitan más
ayuda, trabajando por hacer un mundo distinto del que tenemos ahora,
comprometiéndose por la justicia y por el desarrollo de aquellos valores que el
mundo necesita para vivir en paz. Los cristianos somos misioneros a través de
nuestro ejemplo, y de todo lo que hacemos en nuestra vida. Pero tampoco tenemos
vergüenza de decir claramente que somos cristianos y de hablar de Jesucristo a
los demás, con el respeto más grande a todas las personas, en el momento
oportuno, y sin afán de proselitismos. Primero dando ejemplo y después si hace
falta y si se presenta la ocasión, daremos testimonio de nuestra fe, también de
palabra, porque estamos convencidos de que ser cristiano (si se es cristiano de
verdad) es un camino para encontrar la felicidad, no sólo cada uno en
particular sino para toda la humanidad.
Los
cristianos estamos convencidos que, viviendo de verdad nuestra fe, se puede
acabar el paro, el hambre en el mundo, las guerras, la droga y todas los
problemas que tiene hoy la humanidad.
Cuando
un cristiano vive su fe con autenticidad y compromete toda su vida en vivir la
fe, encuentra la felicidad, y de tal manera que, se da cuenta, que eso que ha encontrado es demasiado grande
como para quedárselo él o ella solo/a, y descubre la importancia de comunicarlo
y compartirlo a los demás.
Creer
en Jesucristo llena talmente la vida de una persona, da sentido a la vida de
cualquier ser humano, cuando esa fe no se queda en una teoría, o sólo para
dentro de la Iglesia. La fe cristiana llena a la persona de esperanza, y sobre
todo saca de la persona el amor más grande. La fe cristiana, si es verdadera fe
cristiana, convierte a la persona en un elemento renovador de su familia, de su
trabajo y de toda la sociedad.
Por
eso, al ser la fe cristiana algo de un valor tan grande, cuando descubrimos su
alcance, no podemos quedarnos parados, sin compartirla con todas aquellas
personas que vamos tratando en nuestra vida. No queremos transmitirles
oraciones, procesiones, novenas, peregrinaciones y otras muchas cosas que están
relacionadas con la fe cristiana, pero que no son lo más importante, ni lo
fundamental de nuestra fe. Lo que queremos transmitir es justicia, humanidad,
amor, esperanza, trabajo por el bien común, trabajo por solucionar los
problemas, dejando a un lado nuestros propios intereses. Pero todas estas
palabras anteriores tan bonitas, convertidas en obras y en realidades. Queremos
cristianos y parroquias comprometidas por el bien común, no sólo desde Cáritas,
y desde las visitas a los enfermos, y desde la Campaña contra el Hambre. Todo
eso está muy bien. Pero, además, hace falta, el cambio de la Iglesia y de la organización
de la sociedad, a nivel económico, político y cultural. Y todo esto en
colaboración con los que no son cristianos o no creen en Dios. El Evangelio de
hoy nos dice que hemos de amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a
nosotros mismos. Entre las muchas cosas que
podemos aportar a la sociedad y a todo el mundo, una de las más
importantes es nuestra fe en Jesucristo. Creo que viviendo nuestra ve y
ofreciéndosela a los demás, con el respeto más grande y a través de ejemplo,
estamos demostrando nuestro amor a Dios y nuestro amor a las personas.
Posiblemente nuestra fe en Jesucristo, junto con nuestro compromiso por transformar
nuestro mundo, es el regalo más grande que podemos hacer al mundo en que
vivimos. También es importante que tengamos hoy en cuenta nuestra colaboración
económica. Los que están en misiones, no sólo hacen Iglesias, sino también
hospitales, escuelas, comedores populares, sistemas de conducción de aguas y
otros muchos servicios, para pueblos que están subdesarrollados. Veamos cada
uno lo que podemos dar para el Domund. Lo que damos si que llega de verdad. Os
lo puedo decir por experiencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario