Pepe Lozano, consiliario diocesano de la HOAC
Domingo 2º de Adviento
- 4 de diciembre de 2011 -
Nos encontramos en el segundo domingo de Adviento, este tiempo de
preparación, no sólo para la Navidad, sino sobre todo para la venida del Señor,
que acontece cada día y cada momento de nuestra vida y de la historia. Como
decíamos el domingo pasado, Dios nos está visitando cada momento. El tiempo de
Adviento pasa rápido. Tenemos que aprovecharlo para desarrollar la esperanza que
es tan importante en nuestra vida; no las esperanzas superficiales, sino la
esperanza que nos mantiene firmes, cuando al parecer no hay nada que esperar y
no vemos salida por ninguna parte.
Vale la pena que nos fijemos en las lecturas de este domingo, que nos
traen un contenido muy interesante. En la primera lectura, Isaías 40,1-11, el profeta
dirige un mensaje de consuelo y de esperanza, a un pueblo que se encontraba
mucho tiempo desterrado fuera de su patria. Un pueblo que había perdido su
esperanza y hasta su identidad de pueblo. Isaías trata de levantar el ánimo de
aquella comunidad hundida, que no veía salida ni solución por ninguna parte,
dejándole claro que Dios ya no se acuerda de sus infidelidades, y que ponga
manos a la obra para emprender el viaje de retorno a su patria, que conviertan
las valles (depresiones) en caminos y las montañas (los orgullos) en llanuras.
Tiene que poner de su parte todo lo que
puedan. Y Dios empeña todo su poder en
liberar a su pueblo y llevarlo a una vida digna y feliz para todos. El Señor va
delante como un pastor guía a su rebaño, quiere decir que Dios se compromete
con su pueblo. Nadie, nada más que Dios, con la colaboración de todos, podía
asegurar este final feliz, para una situación tan desastrosa y tan deprimida.
Esta es la experiencia de Dios que tiene Israel en una de las situaciones más
problemáticas de su historia.
En el salmo, la comunidad judía aviva su esperanza, y levanta su
corazón a Dios diciéndole: “Muéstranos Señor tu misericordia y danos tu
salvación”. Detrás de esta frase hay una confianza muy grande en el Dios que
los sacó de Egipto y los llevó a la tierra prometida. Es el Dios que está
continuamente, posibilitando la vida de este pueblo y de toda la humanidad.
En la segunda lectura, 2ª Pedro 3,8-14, el apóstol Pedro trata también
de levantar el ánimo de una comunidad totalmente desanimada. El apóstol asegura
el cumplimiento de las promesas de Dios, pero recuerda su paciencia que
posibilita la salvación de todos y que todos recapaciten y vuelvan al buen
camino. Pero eso no es un motivo para que dejemos de estar vigilantes porque la
visita del Señor nos puede venir a través de cosas inesperadas y de las más
sencillas y ordinarias. La vida que vivimos está montada en la provisionalidad.
Nosotros creemos que tenemos una seguridad, pero esa seguridad no es real o es
muy relativa. Parece que lo tenemos todo controlado, pero en cualquier momento
se nos viene todo abajo. Por eso es muy importante no bajar la guardia; y, al
mismo tiempo confiar en que nunca nos faltará la ayuda de Dios que es Aquel en
quien de verdad podemos confiar.
La frase que leemos al cantar el aleluya, nos invita a tener una
postura activa, no quedarnos con los brazos cruzados, hemos de trabajar y poner
todo lo que podamos para preparar el camino al Señor y poder recibir su
salvación y sus dones: Un mundo distinto, un mundo mejor para todos.
En este domingo proclamamos el Evangelio de Marcos desde su comienzo,
Marcos 1,1-8. El evangelista le da a todo el Libro el nombre de Evangelio, que quiere decir:
Buena Noticia, con mayúscula. Y esta Buena Noticia, es Jesucristo, él es, no
una buena noticia, sino la Buena Noticia, la mayor y mejor de todas las
noticias, la Noticia que llena la historia de pare a parte. La persona de Jesús
es la venida de Dios para cumplir todas sus promesas y para liberar al pueblo
definitivamente y para siempre de todas sus esclavitudes y problemas, siempre
que el pueblo le escuche, le siga y ponga de su parte. Por eso el evangelista
insiste en preparar el camino al Señor, como decía el profeta Isaías, porque
esta es la verdadera y definitiva visita de Dios a su pueblo y a toda la
humanidad. Y, a esta preparación del camino, Juan le da un contenido especial:
Que todos se conviertan, que cambien su vida y su corazón, para poder acoger al
que viene a renovar totalmente sus vidas, a hacer de todos ellos y ellas un
pueblo nuevo, que preparándose con el bautismo de agua puedan recibir el
Bautismo del Espíritu Santo, es decir, Dios quiere compartir cado uno y con
todo el pueblo, su misma vida.
Nos tendríamos que preguntar cómo podemos preparar el camino al Señor,
de una manera concreta, en nuestra vida de cada día, cómo podemos emprender el
proceso de nuestra conversión personal para acoger a Dios que viene a entrar en
comunicación con nosotros en cada momento de nuestra vida; cómo podemos hacer
de Jesús la Buena Nueva de nuestra vida y de qué forma podemos transmitir esta
experiencia de plenitud y de felicidad a los demás que nos rodean. Y cómo
podemos hacer de la Esperanza, nuestra forma de vivir y de y de afrontar todos
los problemas de nuestra vida y de nuestra sociedad; y crear en nuestro entorno
un clima de esperanza. ¿D qué crisis y desengaños nos tenemos que curar?
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