"Ignorar a los pobres es despreciar a Dios" Francisco

jueves, 15 de septiembre de 2011

¡¡¡ UN EMPRESARIO COMO DIOS MANDA !!!

Pepe Lozano, consiliario diocesano de la HOAC
Domingo 25 de tiempo ordinario
-18 de septiembre de 2011-

Parece que el problema más importante que tiene hoy, no sólo España, sino todo el mundo, es el paro. En la radio y en la televisión casi siempre se habla de este problema, de sus consecuencias y de las cosas que se podrían, y se deberían hacer para crear empleo. También se utiliza este problema para intereses políticos y para otro tipo de intereses.

Aunque existe ese problema tan grande del paro, todos sabemos de sobra que hoy en el mundo hay bienes, más que suficientes, para vivir todos. Con las posibilidades con que cuenta actualmente la humanidad hay alimentos para que coma todo el mundo, medios para que todos los seres humanos del planeta puedan enseñarse a leer y escribir y tener un cierto nivel cultural, todos pueden tener una vivienda y una atención sanitaria cuando lo necesiten. De haber hay, lo que hace falta es distribuirlos, y repartirlos bien.

Parece que con el trabajo ocurre lo mismo. Hay trabajo para todos, lo que ocurre es que hay que distribuirlo mejor. Porque hay personas que tienen dos trabajos, otras trabajan doce horas y más, en algunas empresas se trabaja a un ritmo muy acelerado, y el trabajo que tendrían que hacer veinte, lo hacen sólo diez. Hay empresas que podrían emplear a más gente, y no lo hacen porque el dueño quiere ganar más. En el mundo vemos que hay muchas cosas por hacer, que además son necesarias para el bien de todos, y no se hacen, no porque falten trabajadores, sino porque no se quiere invertir dinero en dar trabajo. Este asunto del que yo estoy hablando es complicado. Yo no sé casi nada de economía, pero sí que tengo muy claro que si la economía se pusiera al servicio de las personas, todo el mundo podría trabajar y vivir dignamente.

El Evangelio de este domingo, Mateo 29,1-16, Jesús nos presenta a Dios como a un empresario, que sale a contratar trabajadores para trabajar en su viña. El dueño de la viña sale a buscar jornaleros a las seis de la mañana, y contrata a todos los que encontró. A las nueve salió otra vez e hizo lo mismo. Salió también a las doce, y a los que encontró los envió a su viña. Volvió a ir a la plaza a las tres de la tarde, y volvió a dejar la plaza limpia de gente. Una hora después, a las cuatro de la tarde volvió  por la plaza y, a todos los que encontró los envió a trabajar a su finca. Parece que el dueño (Dios) tenía un interés muy grande en que nadie estuviera sin trabajo. No fue casa por casa, en el pueblo, porque suponía que, el que no iba a la plaza, era porque estaba ocupado. Así es Dios, su deseo es que todo el mundo, cada persona, aún los enfermos, tenga una ocupación su viña que es el mundo, la Iglesia, la comunidad cristiana. Este es el modelo que ha de tener como ejemplo todo empresario, pero, mucho más, aquel empresario que va a misa y que se las da de ser cristiano.

Pero la historia no acaba aquí. Al hacerse de noche todos los trabajadores pasaron por la casa del amo para cobrar. Y el dueño dijo al encargado del pago, que comenzar por los últimos y acabara por los primeros, y que a todos les diera el mismo jornal. Como es normal esto provocó la protesta de los que fueron contratados a la seis de la mañana. Y ¿cómo respondió el amo? “Os doy la cantidad que hemos acordado. ¿Es que no puedo hacer con mis bienes lo que crea conveniente? ¿O vais a tener envidia porque yo soy generoso?”

Aquí vemos otra cosa muy importante. Normalmente nosotros pagamos según las horas que nos trabajan. Dios paga según lo que necesita cada una para vivir, siempre que no sea un zángano (aunque también a los zánganos les da muchas oportunidades). Este es el motivo principal por el que Jesús contó esta parábola: darnos a entender que la forma de actuar de Dios es muy distinta de la nuestra, y que se ajusta mucho más a la realidad que la nuestra. Nuestra justicia, puede ser importante en muchos casos, pero se queda muy corta. En muchas ocasiones nuestra justicia está al servicio de nuestros intereses, o no cubre todas las necesidades. La justicia de Dios está siempre al servicio de la persona. Dios no separa la justicia del amor, ni el amor de la justicia. Normalmente Dios actúa de forma gratuita, no porque nos lo merezcamos, sino porque nos quiere y porque lo necesitamos.

Normalmente, en nuestro mundo, el/la que no tiene trabajo no tiene derecho a vivir, porque al no tener dinero no puede comprar, y no puede hacer otra cosa que pasar necesidad, o morirse de hambre. Sin embargo para Dios todos tiene derecho a vivir, aunque no tengan trabajo, ni dinero, incluso aunque no sea buenas personas. Hablamos de derecho a vivir, no derecho a acumular dinero, robando y aprovechándose de los demás.

Hoy hemos venido a la Eucaristía para dar gracias a Dios por todas las cosas que recibimos de él de forma gratuita; porque sin merecerlo por parte nuestra, Jesús, el Hijo de Dios, vino a este mundo, se hizo uno de nosotros, el más pobre, y entregó su vida para que nosotros vivamos, y aprendamos a entregar nuestra vida por todos.

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