"Ignorar a los pobres es despreciar a Dios" Francisco

martes, 22 de noviembre de 2011

MUJERES E IGLESIA, UNA ASIGNATURA PENDIENTE

Carmen Bellver
El título corresponde al pliego queVida Nueva ha sacado para esta semana. Quien tenga la suscripción y el acceso a Internet podrá disfrutar de la opinión de cuatro mujeres representativas de todas aquellas que forman parte de la Iglesia. Aunque yo diría que ellas son las pioneras, las que van en avanzadilla, las que rompieron molde o lo están haciendo en la actualidad. Me refiero a la teóloga y biblista Dolores Aleixandre, religiosa que durante más de dos décadas fue profesora en la Universidad Pontificia de Comillas, además de ser una prolífica escritora que ha creado escuela. Su sentido del humor merece un puesto de honor en esa tarea difícil de encontrar la complementariedad con el varón.
A su lado ha debatido Antonia Criado, religiosa adoratriz, curtida en la vida de la mujer en lugares marginales y que hoy, ya jubilada, se ofrece como colaboradora en Cáritas desde donde acoge a mujeres que llegan en situaciones muy precarias. Algo que ella conoce en profundidad por su dilatada experiencia al lado de la mujer en dificultad. Y luego encontramos a dos laicas: Lucia Ramón, teóloga y profesora en la Facultad de Teología de Valencia y en la Cátedra de las tres Religiones en la Universidad de Valencia, que es bastante conocida en el mundo de la teología feminista y lleva a publicados varios libros además de colaborar en diversos medios. Una mujer joven que tiene todavía mucho camino para recorrer. A su lado encontramos a otra laica comprometida Mª del Pino Jiménez que estudió Magisterio y es presidenta de la Hermandad Obrera de Acción Católica. Las cuatro han debatido para Vida Nueva durante cerca de dos horas. Y no voy a fusilar el pliego de la revista, tan sólo animar a crear esos espacios de opinión en otros ámbitos de la Iglesia.

Pero sobre todo compartiendo en profundidad con los santos varones. Algunos de los cuáles sentirán que ya están de nuevo las feministas dando la vara. Y no es así, se trata sólo de analizar el camino recorrido por la mujer en la Iglesia que ha sido muy destacado en el santoral. Algo que está muy bien, a lo que todos debemos aspirar, pero puestos a compartir el pan y la sal creo que todavía hay mucho camino por recorrer juntos. Cátedras que ganar y espacios que ocupar. De eso han tratado estas cuatro mujeres, con la sabiduría de la experiencia en unos casos y el ímpetu de la juventud en otros. Ellas saben muy bien que los espacios se ganan con diálogo más que con pataletas furibundas.
Y no se asusten, no hay en sus comentarios ninguna reivindicación al sacerdocio. Que ya me conozco la susceptibilidad de los varones cuando se juntan varias mujeres a hablar de la Iglesia. El caso es que ellas son muy conscientes de cómo ha cambiado la sociedad y que nos quedan unos cuantos siglos para recorrer con objeto de que dejemos ya de hablar de teologías feministas o de agujeros negros en el entramado de la Iglesia con respecto a la mujer.
Ha cambiado la estructura de la familia donde la mujer ya no es la auxiliar doméstica del varón y eso está creando números conflictos que alguien debe enfrentar con el Evangelio en la mano y con la suficiente mano izquierda para no caer en el ridículo más espantoso. Quiero recordar un ejemplo curioso en las jornadas de toma de posesión de una vacante en Magisterio, el aplauso decidido de miles de mujeres porque el compañero pedía la excedencia por maternidad. Algo inaudito hace dos décadas, pero que ya va siendo más habitual. Tengo compañeros que han solicitado permiso sin sueldo para poder hacerse cargo de ese primer bebé que merece conciliación laboral para que haya una estabilidad familiar. Y lo hacen según posibilitan los convenios laborales. Tomen nota los sindicalistas de cuota.
Y me viene al pelo decir que en su momento reivindiqué un Ministerio para la Familia, puerta abierta para tomar medidas legales con objeto de hacer posible la conciliación laboral y familiar. Pues de eso se trata, de hablar de la mujer en la Iglesia con esa misma reciprocidad de papeles que se va dando en la sociedad civil. Sin pedir paridad por decreto como idea genial para contentar a la galería, sin otras medidas que justifiquen el acceso a un puesto de una mujer, excepto el de la valía. Reivindicando el derecho al fracaso, como tanto santo varón ha podido recorrer en su vida.
El acceso a los puestos las mujeres los quieren libres y meritorios. Por ello la sociedad y en especial los poderes públicos deben proporcionar facilidades para que ello se realice con normalidad. Y si hablamos de la Iglesia cabe pensar también que los monseñores además de asistenta pueden tener cargos de confianza que den un toque femenino a esa ceñuda jerarquía que no abre la mano para que existan cargos decisorios en manos de mujeres. No digo que eso sea cosa de hoy ni de ayer. Las mujeres están demostrando que es cosa del Evangelio que se ofrece como el club más selecto en igualdad que pueda existir en la Tierra.

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