El título corresponde al pliego queVida Nueva ha sacado para esta semana. Quien tenga la suscripción y el acceso a
Internet podrá disfrutar de la opinión de cuatro mujeres representativas de
todas aquellas que forman parte de la Iglesia. Aunque yo diría que ellas son
las pioneras, las que van en avanzadilla, las que rompieron molde o lo están
haciendo en la actualidad. Me refiero a la teóloga y biblista Dolores
Aleixandre, religiosa que durante más de dos décadas fue profesora en la
Universidad Pontificia de Comillas, además de ser una prolífica escritora que
ha creado escuela. Su sentido del humor merece un puesto de honor en esa tarea
difícil de encontrar la complementariedad con el varón.
A su lado ha debatido Antonia Criado, religiosa adoratriz, curtida en la
vida de la mujer en lugares marginales y que hoy, ya jubilada, se ofrece como
colaboradora en Cáritas desde donde acoge a mujeres que llegan en situaciones
muy precarias. Algo que ella conoce en profundidad por su dilatada experiencia
al lado de la mujer en dificultad. Y luego encontramos a dos laicas: Lucia
Ramón, teóloga y profesora en la Facultad de Teología de Valencia y en la
Cátedra de las tres Religiones en la Universidad de Valencia, que es bastante
conocida en el mundo de la teología feminista y lleva a publicados varios
libros además de colaborar en diversos medios. Una mujer joven que tiene
todavía mucho camino para recorrer. A su lado encontramos a otra laica
comprometida Mª del Pino Jiménez que estudió Magisterio y es presidenta de la Hermandad
Obrera de Acción Católica. Las cuatro han debatido para Vida Nueva durante
cerca de dos horas. Y no voy a fusilar el pliego de la revista, tan sólo animar
a crear esos espacios de opinión en otros ámbitos de la Iglesia.
Pero sobre todo compartiendo en profundidad con los santos varones. Algunos
de los cuáles sentirán que ya están de nuevo las feministas dando la vara. Y no
es así, se trata sólo de analizar el camino recorrido por la mujer en la
Iglesia que ha sido muy destacado en el santoral. Algo que está muy bien, a lo
que todos debemos aspirar, pero puestos a compartir el pan y la sal creo que
todavía hay mucho camino por recorrer juntos. Cátedras que ganar y espacios que
ocupar. De eso han tratado estas cuatro mujeres, con la sabiduría de la experiencia
en unos casos y el ímpetu de la juventud en otros. Ellas saben muy bien que los
espacios se ganan con diálogo más que con pataletas furibundas.
Y no se asusten, no hay en sus comentarios ninguna reivindicación al
sacerdocio. Que ya me conozco la susceptibilidad de los varones cuando se
juntan varias mujeres a hablar de la Iglesia. El caso es que ellas son muy
conscientes de cómo ha cambiado la sociedad y que nos quedan unos cuantos
siglos para recorrer con objeto de que dejemos ya de hablar de teologías
feministas o de agujeros negros en el entramado de la Iglesia con respecto a la
mujer.
Ha cambiado la estructura de la familia donde la mujer ya no es la auxiliar
doméstica del varón y eso está creando números conflictos que alguien debe
enfrentar con el Evangelio en la mano y con la suficiente mano izquierda para
no caer en el ridículo más espantoso. Quiero recordar un ejemplo curioso en las
jornadas de toma de posesión de una vacante en Magisterio, el aplauso decidido
de miles de mujeres porque el compañero pedía la excedencia por maternidad.
Algo inaudito hace dos décadas, pero que ya va siendo más habitual. Tengo
compañeros que han solicitado permiso sin sueldo para poder hacerse cargo de
ese primer bebé que merece conciliación laboral para que haya una estabilidad
familiar. Y lo hacen según posibilitan los convenios laborales. Tomen nota los
sindicalistas de cuota.
Y me viene al pelo decir que en su momento reivindiqué un Ministerio para
la Familia, puerta abierta para tomar medidas legales con objeto de hacer
posible la conciliación laboral y familiar. Pues de eso se trata, de hablar de
la mujer en la Iglesia con esa misma reciprocidad de papeles que se va dando en
la sociedad civil. Sin pedir paridad por decreto como idea genial para
contentar a la galería, sin otras medidas que justifiquen el acceso a un puesto
de una mujer, excepto el de la valía. Reivindicando el derecho al fracaso, como
tanto santo varón ha podido recorrer en su vida.
El acceso a los puestos las mujeres los quieren libres y meritorios. Por
ello la sociedad y en especial los poderes públicos deben proporcionar
facilidades para que ello se realice con normalidad. Y si hablamos de la
Iglesia cabe pensar también que los monseñores además de asistenta pueden tener
cargos de confianza que den un toque femenino a esa ceñuda jerarquía que no
abre la mano para que existan cargos decisorios en manos de mujeres. No digo
que eso sea cosa de hoy ni de ayer. Las mujeres están demostrando que es
cosa del Evangelio que se ofrece como el club más selecto en igualdad que pueda
existir en la Tierra.
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