Día de la Madre de Dios
- Domingo, 1 de enero de 2012 -
Hoy todos nos felicitamos. Las felicitaciones que hacemos nos
comprometen a procurar, por todos los medios, la felicidad de aquellas personas
a las que nos dirigimos. No nos quedemos en palabras. En la primera Lectura que
hemos escuchado, Números 6,22-27, Dios nos dice cómo tenemos que bendecir, (cómo
tenemos que felicitar), porque en nuestras felicitaciones Dios se compromete a
dar la felicidad a los que nos escuchan. Es importante que comprendamos el
alcance de lo que decimos a las personas que nos encontramos en este día, y que
pongamos en esas palabras nuestro corazón y nuestra vida, que no sean una
rutina, o un “quedar bien”.
Después de la lectura, hemos rezado el salmo 66; en él le hemos pedido
al Señor que nos bendiga para que podamos vivir en paz. Creemos, con todas
nuestras fuerzas, que sólo Dios, y nuestra colaboración con él, pueden dar la
verdadera paz, para todos, no sólo para unos pocos. Precisamente hoy celebramos
los cristianos la Jornada Mundial de la Paz. Estamos seguros de que la paz es
posible, y una paz fundada en la justicia. En el mundo Dios ha puesto medios, de sobra, para vivir todos. La
distribución de esos medios ya depende de nosotros. También contamos con medios
de sobra para comunicarnos y para solucionar los conflictos. Para vivir en paz
no nos falta nada, sólo una cosa: querer y trabajar lo suficiente para que la
paz sea una realidad.
Hoy hace ocho días que celebramos la Navidad. Celebramos en este día la
circuncisión de Jesús, como nos dice el Evangelio, Lucas 2,16-21; algo así como
su bautismo. Con el rito de la circuncisión un niño se incorporaba al pueblo de
Israel y en ese día se le ponía su nombre. Jesús no fue un hombre aparente sino
real. Con la circuncisión se comprometió con el pueblo de Israel, y, a través
de Israel, con toda la humanidad. Y le pusieron por nombre Jesús, que quiere
decir “salvador”. Desde su nacimiento Jesús no viene a condenar, sino a salvar,
no viene a herir, sino a curar. Ese fue el papel de Jesús, el de todos sus
seguidores y la misión de la Iglesia: trabajar por el bien de la humanidad y
colaborar con todas aquellas personas que trabajan por hacer un mundo más
humano. A todos los cristianos se nos tiene que conocer que llevamos algo de
Jesús, y que obramos como él.
Tanto el Evangelio como la segunda lectura, Gálatas 4,4-7, nos hablan
de la madre de Jesús, que para nosotros los cristianos es el Hijo de Dios, es
Dios entre nosotros. Hoy también celebramos la Fiesta de María como Madre de
Dios. Reconocemos el gran papel que tuvo María en la venida de Dios a este
mundo.
Ella es la persona más importante en la salvación de la humanidad y el
modelo de cómo recibir a Dios, colaborar con él, y cómo darlo a los demás.
Nos dice el Evangelio que escuchaba y miraba con atención todo lo que
ocurría, y lo guardaba en su corazón; lo reflexionaba, lo saboreaba y lo
retenía como un tesoro dentro de ella, no lo echaba en el olvido. No pasaba por
la vida con prisas y de forma superficial. Le daba mucha importancia a todo lo
que vivía y ocurría a su lado. También nos enseña María a vivir y a darle a
cada cosa el valor que tiene.
El año que empezamos es una buena oportunidad para transmitir lo mejor
de nosotros a los demás (dar a Dios a los demás, como lo hizo María), para
trabajar por la paz, cada vez con más esperanza; y para vivir la vida con
intensidad como lo hizo la madre de Jesús.
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