"Ignorar a los pobres es despreciar a Dios" Francisco

miércoles, 27 de junio de 2012

SE HIZO POBRE PARA ENRIQUECERNOS A TODOS CON SU POBREZA

Pepe Lozano, consiliario diocesano de la HOAC
Domingo 13 de tiempo ordinario
-1 julio 2012-

Actualmente hay una gran preocupación por la salud y por vivir una vida larga y con la mejor calidad. Se hace lo posible y lo imposible por mejorar la salud y esto se mira como un derecho fundamental. Y nos sienta muy mal que se hagan recortes en los hospitales y en todo lo referente a la salud. Nos parece una injusticia lo de las listas de espera en los hospitales, la disminución de médicos y otros trabajadores sanitarios y el pago de dinero para sacar medicamentos. Una cosa que ha sentado muy mal es que se niegue la tarjeta sanitaria a los inmigrantes. Hoy se valora mucho la salud y la vida. Y, al mismo tiempo, nos encontramos con una sociedad que tiene unas condiciones laborales que crean muchas dificultades para poder vivir de una forma digna y propia de seres humanos. Una sociedad que tiene casi seis millones de parados, que presenta mucha inseguridad en el trabajo, que practica la violencia de género y que, en muchas ocasiones elige el aborto; una sociedad así no favorece mucho la vida, cuando precisamente tiene medios para que todo el mundo pueda vivir con todas las necesidades cubiertas, no hablamos de lujos y derroches.


Por otra parte, los que vivimos en el Primer Mundo, tenemos muchas cosas, un buen nivel de vida; pero los que viven en los países pobres no tienen ni la mitad de lo que tenemos nosotros, hay una gran diferencia. Aquí vivimos bien y llegamos a los 80 o más años. En muchos países la gente no llega a los 60. Aquí, en lo que se refiere a la salud y todas las demás cosas, nos preocupamos de nosotros, pero, casi siempre, nos olvidamos de lo que ocurre en los países pobres. Es decir, es una preocupación un poco egoísta.

En el evangelio que acabamos de proclamar, Marcos 5,21-43, hemos visto a Jesús que se preocupa por que la gente viva. Una mujer, doce años  enferma, se acerca a Jesús con la fe de que él le iba a dar la salud, sólo con tocarle el manto; y consigue curarse y encontrar la felicidad. Y, a continuación, se va a la casa de un hombre al que se le había muerto una hija, y también coge a la hija de la mano y la vuelve a la vida. Lo que hace Jesús en esta ocasión es lo que hizo siempre que se encontró con cualquier persona que tenía alguna necesidad. Y Jesús quiere, no que vivan unos pocos, sino que vivamos todos, y de una forma digna, como personas, no como esclavos, o como seres de segunda categoría. La persona que se acerca a Jesús con fe, encuentra la vida. Jesús quiere la salud y la vida, pero una salud y una vida solidarias, no egoístas.

Nos dice la primera lectura, Sabiduría 1,13-15; 2,23-25, que Dios no quiere la muerte sino que todos vivan. La guerra, el hambre, la miseria, el paro, todo eso, lo hemos creado nosotros.

En la segunda lectura, 2ª Corintios 8,7-9. 13-15, San Pablo nos dice que “Jesús siendo rico se hizo pobre para enriquecernos a todos con su pobreza”. Y también: “En el momento actual vuestra abundancia puede remediar la falta que otros tienen…así habrá nivelación”. En nuestro planeta habrá vida para todos cuando haya igualdad. Mientras existan unas diferencias tan grandes entre unos y otros, habrá vida (deshumanizada) para unos y muerte para otros, trabajo para unos y paro para otros, abundancia para unos y miseria para otros. Según nos dice San Pablo, la voluntad de Dios es que haya igualdad, o por lo menos una situación parecida para todas las personas, sean quienes sean, y vivan donde vivan. Y si esta es la voluntad de Dios, este ha de ser el compromiso de los que creemos en él: trabajar y luchar por la igualdad, hacer todo lo posible para que haya un mundo de iguales; diferentes, pero iguales en dignidad y con los medios suficientes para vivir dignamente.

Lo que hemos escuchado en las lecturas, se cumple en la celebración que estamos realizando. Hoy Jesús aparece en medo de nosotros y no nos va a permitir que le toquemos su manto como aquella mujer enferma, sino que nos va a dar su cuerpo y su sangre, para sanarnos de todas nuestras enfermedades, y no sólo para unos pocos, sino para todos, porque ante él todos somos iguales. Acerquémonos con fe a Jesús que quiere hacer con cada uno de nosotros lo mismo que hizo con la mujer y con la niña a la que cogió de la mano y la volvió a la vida. También quiere hacer eso, Jesús, con nuestra sociedad. Jesús quiere curar nuestra sociedad enferma y muerta por el egoísmo. Pero eso ya depende de nosotros y de nuestro compromiso. Cada persona que nos vea a los que hemos estado en la celebración de la Eucaristía, ha de encontrar salud y vida, le ha de ocurrir como si se encontrara con Jesús.

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