El
7 de octubre la Confederación Internacional de Sindicatos convoca la Jornada
Mundial por el Trabajo Decente. La Hermandad Obrera de Acción Católica y la
Juventud Obrera Cristiana se suman a esta convocatoria realizando actos de
denuncia y concienciación ante las indecentes condiciones de trabajo que
sufrimos muchos trabajadores y trabajadoras. Este año el tema central es la grave
situación de desempleo juvenil.
La
situación laboral de los jóvenes se ha convertido en una verdadera calamidad
social. Son una generación bien formada, con carreras universitarias y
estudios, pero sin oportunidades para acceder al mercado laboral.
Los
datos de la EPA del 2º trimestre en la provincia de Alicante indican que existen
unos 250.000 parados con una tasa de paro del 27%. Sin embargo entre los
menores de 25 años el porcentaje se disparó hasta el 57%. Pero el drama laboral
de los jóvenes no acaba ahí. La tasa de temporalidad es de un 74% de media y un
66% no ha podido acceder a ningún tipo de prestación.
Estos
datos reflejan una realidad generalizada a nivel nacional y suponen la negación
del derecho al trabajo que recoge la Constitución. Si a esto le añadimos la
reducción de las prestaciones y el tiempo de percepción a los desempleados, el
aumento de las familias con todos sus miembros en paro, los 517 desahucios
diarios por no poder hacer frente a las hipotecas, etc., estamos hablando de
una verdadera bomba de relojería social y económica.
Y
en medio de esta grave crisis del sistema, y cuando la lógica indica que en semejantes
circunstancias se deberían incrementar las medidas sociales para apoyar a los
más débiles socialmente, lo que estamos viendo es el apoyo a una minoría
poderosa económicamente, la pérdida de derechos fundamentales y unos
escandalosos recortes sociales que
aumentan el sufrimiento de los más empobrecidos.
Como
creyentes en Dios, en un Dios de vida, denunciamos
esta realidad y las soluciones que están dando los gobiernos, poniendo "el
dinero" como máximo valor, y nos
comprometemos a luchar, junto con
creyentes y no creyentes, por una sociedad justa donde la persona sea el valor supremo del orden
social y económico y se recupere la dignidad del trabajo como fuente de
realización humana.
Como
Iglesia, anunciamos que es posible un trabajo
decente que "sea expresión de la dignidad esencial de
todo hombre o mujer; que asocie a los trabajadores al desarrollo de su
comunidad; que haga que los trabajadores
sean respetados, evitando toda discriminación; que permita satisfacer las necesidades
humanas; que consienta a los trabajadores organizarse libremente; que deje
espacio para reencontrarse adecuadamente con las propias raíces en el ámbito
personal, familiar y espiritual; que asegure una condición digna a los trabajadores
que lleguen a la jubilación." (Benedicto XVI. Caritas in veritate,
63)
Diócesis de
Orihuela-Alicante, 7 octubre 2012
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