Comunicado de Umoya-Federación
de Comités de Solidaridad con África Negra
Desde hace varios meses, una
nueva rebelión “liberadora” siembra la desolación entre los habitantes de la
provincia congoleña del Kivu-Norte, cuya capital es Goma. Se trata del
Movimiento 23 de marzo (M23), creado por militares que ya anteriormente habían
participado en una rebelión (CNDP) y que en 2009, como consecuencia de un
acuerdo, se integraron en el ejército oficial congoleño. Esta rebelión, según
ellos, está motivada porque Kinshasa no ha cumplido lo firmado.
El apoyo de Uganda y sobre todo
Ruanda a estos rebeldes, tanto a nivel de organización político–estratégica
como en la misma formación militar, está documentado por diversos informes
concordantes entre ellos. El más significativo, redactado por un grupo de
expertos de la ONU, establecía que Uganda y Ruanda estaban apoyando
logísticamente con armas y municiones, y con hombres la pretendida rebelión
“liberadora”. Según este informe, la cadena de mando del M23 se remontaría
hasta el ministro de Defensa ruandés, general James Kabarebe. Estas
acusaciones, rechazadas airadamente por Ruanda, han derivado en reuniones del
Comité sancionador de la ONU y en la congelación por parte de varios países de
los fondos de ayuda a Ruanda.
Sin embargo, la llamada
“comunidad internacional”, influida por los padrinos del régimen genocida de
Paul Kagame, -Gran Bretaña y EEUU-, no termina de decidirse a condenar
severamente a las autoridades ruandesas y evita citarlas como máximas
responsables del desastre. Solo algunos oficiales del M23, como Bosco Ntaganda
o el coronel Makenga, aparecen en la lista de perseguibles y sancionables,
cerrando los ojos ante la implicación ruandesa en la agresión y en el expolio
de la región, ahora en guerra abierta.
Los últimos acontecimientos
revelan que se ha alcanzado un punto de no retorno. Goma ha caído; el ejército
congoleño, humillado, ha huido; la comunidad internacional ha sido desafiada.
La muerte, los saqueos, las violaciones, el reclutamiento de niños soldados, la
huida y desplazamiento de poblaciones, vuelven a convertirse en realidad
cotidiana. La ofensiva sobre Goma, programada y ejecutada concienzudamente,
puede extenderse hacia el norte (Beni–Butembo) y hacia el sur (Bukavu). Un
portavoz de los rebeldes ha declarado: “El viaje para liberar el Congo no ha
hecho más que empezar (…) Vamos a Bukavu y luego a Kinshasa, ¿estáis preparados
para uniros a nosotros?”
No pocos congoleños expatriados
acusan al presidente Kabila de mantener conscientemente la debilidad de las
Fuerzas Armadas Congoleñas para facilitar y hasta justificar la progresiva
anexión del este del Congo a Ruanda. Se apoyan en que mientras Goma caía en
manos de los rebeldes del M23, el presidente Kabila volaba a Kampala para
reunirse con el presidente ruandés, Kagame, convocados por el ugandés Museveni,
revestido repentinamente de mediador.
Entre tanto, la misión de la
ONU, la MONUSCO, tiene desplegados unos 17.000 soldados en el Congo, de los que
7.000 se encuentran en el convulso este y, a pesar de disponer de abundantes
medios, ha sido incapaz de cumplir su misión de proteger a la población civil y
frenar a los rebeldes. Laurent Fabius, ministro francés de exteriores se ha
preguntado si la MONUSCO no ha fracasado en su misión “ya que es absurdo que
los cascos azules no se hayan batido para impedir que unos centenares de
rebeldes se hagan con el control de Goma”. No cabe la menor duda de que lo que
ocurre en el Este del Congo es también responsabilidad de la comunidad
internacional.
La captura de Goma por el M23 es
una afrenta sin precedentes para el estado de derecho internacional y para la
misión de paz más grande y más cara de las Naciones Unidas e intensifica una
crisis humanitaria que ya era alarmante.
¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo las
riquezas naturales del Congo seguirán siendo motivo de maldición para su
pueblo? ¿Hasta cuándo las llamadas grandes potencias callarán el genocidio más
grande de África y quizás de la humanidad? ¿Hasta cuándo los congoleños deberán
derramar su sangre por haber nacido en esta zona del planeta? ¿No son
suficientes los casi 8 millones de víctimas, la mayoría civiles, que se han
producido desde 1994 en las interminables guerras del Congo?
Madrid, 26 de noviembre de 2012
Umoya-Federación de Comités de
Solidaridad con África Negra
http://www.umoya.es
umoya@umoya.org
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