"Ignorar a los pobres es despreciar a Dios" Francisco

jueves, 1 de noviembre de 2012

OTRA REFORMA EDUCATIVA SIN DIÁLOGO

El sistema educativo está siendo maltratado con insensatos recortes. Las reformas laborales, los recortes en derechos sociales, el desempleo masivo…, están maltratando, empobreciendo y debilitando, también en su función educativa, a muchas familias. En este contexto, que conviene no olvidar, el Gobierno de España ha presentado el Anteproyecto de Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE). Como otras que se han sucedido sobre el sistema educativo, ésta Ley tiene sus aciertos, errores y limitaciones. Pero también comparte con las anteriores un grave problema de fondo: la falta de un auténtico diálogo social para buscar un gran pacto social y político que nos ayude a afrontar mejor los problemas más importantes que tenemos en la educación. Lo que ha sido habitual, ahora también, es que con cada cambio de partido gobernante se elabore una nueva Ley para reformar el sistema educativo. Pero nunca se hace un debate social, con verdaderos procesos de participación, en busca del necesario consenso social y político, y de la estabilidad imprescindible en algo tan fundamental. Así, se impone en cada ocasión el particular punto de vista del partido político correspondiente… hasta el nuevo cambio de gobierno. Van ya muchas regulaciones y reformas del sistema educativo, pero siguen sin dialogarse y resolverse socialmente como es debido las carencias educativas.

Es, pues, necesario un debate social que debería comenzar por dialogar qué entendemos por educación y para qué es el sistema educativo. En el Anteproyecto del Gobierno se dice: «La educación es el motor que promueve la competitividad de la economía y el nivel de prosperidad de un país. El nivel educativo de un país determina la capacidad de competir con éxito en la arena internacional y de afrontar los desafíos que se plantean en el futuro. Mejorar la alta cualificación, lo que representa una apuesta por el crecimiento económico y por conseguir ventajas competitivas en el mercado global». Realmente, ¿queremos que la educación sea esto? Porque las cosas se pueden plantear de forma bien distinta. La Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis de la CEE plantea así el sentido de la escuela: «La escuela no puede renunciar a su condición de ser un lugar señalado para la formación integral del hombre»; o Juan Pablo II: «La educación consiste en ser el hombre cada vez más hombre; en que él pueda ser más y no solamente que pueda tener más; y en consecuencia a través de todo lo que tiene, todo lo que posee, sepa él cada vez más plenamente ser hombre».

Obviamente, no queremos decir que en la posición del Gobierno se ignoren totalmente otras dimensiones de la educación, ni que en estos planteamientos de la Iglesia se ignore la importancia de la vida económica. Pero los acentos y la orientación de la educación que resultan son muy distintas: economicismo o humanismo.

Además de dialogar qué queremos hacer con la educación, necesitamos un profundo diálogo social para afrontar problemas de nuestro sistema educativo como, por ejemplo, los siguientes: cómo prestar atención prioritaria a las necesidades de los empobrecidos en el conjunto del sistema educativo y articular debidamente la calidad educativa y la imprescindible función compensatoria y solidaria de la escuela. Cómo atender mejor la diversidad de los alumnos. Cómo combatir la creciente devaluación de los contenidos humanistas, éticos y religiosos en el sistema educativo; y cómo educar en la responsabilidad económica y laboral desde criterios no economicistas. Cómo hacer frente a la pérdida de relevancia social de la escuela como institución educativa básica, frente a realidades como el consumismo, la publicidad, los medios de comunicación social. Cómo afrontar el debilitamiento de las familias como realidad educativa más esencial, fomentar su participación y relación con el sistema educativo. Cómo articular mejor en una escuela pública la iniciativa estatal y la iniciativa social, etc.

Sin este diálogo social, que necesita tiempo, condiciones y voluntad, corremos el riesgo de perder el tiempo en debates partidistas en algo tan fundamental para las personas, las familias y la sociedad como es el sistema educativo.
 
Editorial Noticias Obreras

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