Desde
la enfermedad y la muerte de Maruja, he pensado mucho en ella, en su persona,
en su vida, en su trayectoria y en todo lo relacionado con esta persona. Me
hubiera gustado conocerla más como la habéis conocido vosotras/os, pero no he
tenido esa suerte. De forma sencilla, quisiera dar mi punto de vista sobre
Maruja. De entrada veo que me voy a quedar muy corto, y lo que voy a decir
tiene muchas limitaciones. Mi deseo es mirar a Maruja con toda la profundidad
que pueda, pero es posible que me quede en un nivel bastante superficial,
porque no he tenido tanta relación con ella como vosotras/os.
Para
mi Maruja ha sido una persona que ha gobernado bien su vida, ha hecho una buena
administración de sus posibilidades. Sin casarse ha sido una mujer muy fecunda,
para su familia, totalmente consagrada a sus padres; para su trabajo en la
guardería, llenando todos los huecos habidos y por haber y viviendo su trabajo
con la humanidad y la dignidad más grandes (yo la he visitado varias veces en
la guardería y he conversado con ella; para la congregación a la que perteneció,
en la que trataba de aportar siempre, propuestas de renovación; para la Hoac
dando su persona y su vida y ofreciendo su sentido realista y práctico de
cercanía a las personas y realidades más importantes de la sociedad en la que
vivimos (Maruja no se liaba con disquisiciones teóricas, iba siempre al grano,
a lo real, a la vida); para la parroquia, donde ella aportaba siempre lo que
pensaba que le faltaba a la comunidad cristiana, para que fuera evangélica y
testimonial en el mundo en que vivimos; y para su pueblo, presente siempre en
toda acción y colaborando en toda iniciativa comunitaria, dentro de sus
posibilidades. En cada uno de los espacios o realidades de su vida se entregaba
por entero. No era un poco para esto, y otro poco para lo otro. Era toda entera
para lo que tenía delante y para lo que llevaba entre manos. Maruja lo tenía todo, y siempre, clarísimo.
Creo que esta claridad, este tener las cosas tan claras, es la claridad del
amor y de la generosidad. Y por supuesto, afrontaba las cosas con una gran
esperanza. Creía que las cosas podían ir a mejor, creía en otro mundo. Momentos
bajos los tiene todo el mundo, de reacciones negativas no se libra nadie, sobre
todo cuando nos encontramos con los panoramas que se nos ponen delante cada
día, pero ante todo y sobre todo, Maruja era una persona de esperanza, siempre
apostaba por algo distinto y mejor.
Otra
de las cosas que se me han quedado muy grabadas de Maruja, es la forma como
valoraba a las personas y a los grupos. Maruja, con todas las limitaciones como
cualquier persona, sabe amar, sabe aceptar a todos con respeto y con cariño,
aunque no piense como la persona y como el grupo con el que se relaciona. Al
tratar a Maruja, creo que todos nos hemos sentido acogidos, valorados,
respetados y queridos; y eso no le impedía el que fuera sincera con nosotros y
nos dijera todo lo que pensaba, y lo que llevaba en su corazón. Pero todos
sabemos que tenía un gran corazón, en el que cabían muchas personas, yo diría
que todas, un corazón abierto al toda la humanidad.
Al
tratar de ver en profundidad la vida de esta persona, me he preguntado varias
veces dónde está el origen y la explicación de la trayectoria de la vida de
Maruja. Y, si queréis que os sea sincero, no he encontrado otra explicación que
Jesús de Nazaret. Maruja conoció a fondo a Jesús y estuvo unida a él durante
toda su vida; no de forma teórica, sino de una manera vivencial, pensaba como él, trabajaba con él, vivía en él. Creo que Maruja era y es
una enamorada del obrero de Nazaret, nuestro Señor y Salvador Jesús. Estoy
seguro de que Jesús fue el alimento de su vida, el contenido y la explicación
de toda su trayectoria.
Nuestra
amiga ha tenido, y seguirá teniendo, una influencia muy grande en la parroquia,
en la Hoac y el pueblo. Era, y será, el alma de tantas acciones, de tantas
iniciativas, y de una forma de hacer y de afrontar las cosas. Valoraba la vida,
valoraba lo que llevaba entre manos. Creo que no hace falta que ponga ejemplos,
o que cuente anécdotas. Vosotras/os las recordáis a montones. No era este
detalle o el otro; era su vida entera. Una persona así es una bendición para un
pueblo, para la Iglesia y para la humanidad.
Le
estamos muy agradecidos a Maruja. Nuestra vida, enriquecida por ella, va a
seguir manifestando sus valores y el proceso transformador que ella ha
iniciado, ese proceso que surge de un amor y una entrega sin límites, y que
brota de nuestra unión profunda con el Dios Amor.
Desde
la fe, y desde el afecto a esta persona, os digo que Maruja no ha muerto. Ha
pasado por la experiencia de la muerte, pero no se ha acabado, no se ha perdido,
sigue viva. Como Jesús, que murió y resucitó, y nos acompaña, y nos acompañará
siempre, también Maruja, camina entre nosotros, participa en nuestras
reuniones, nos acompaña en nuestras luchas, nos da la mano en los momentos
difíciles. La muerte no tiene poder suficiente para romper y acabar con un amor
tan grande, como el de Jesús, y como el de nuestra hermana Maruja. La última
palabra no la tiene la muerte, sino el amor.
Creo
que hemos de tener muy presente al que nos amó y se entregó por nosotros, y ha
resucitado para acompañarnos. Y también hemos de tener muy presente a Maruja
que, con su vida y su amor a nosotros, no seguirá orientando y dando fuerzas
para, dejar a un lado la pasividad, la mediocridad, el negativismos, los
resentimientos, y todo aquello que se nos ponga por delante, como una escusa,
para no encontrar nuestra felicidad en el amor y donación de toda nuestra vida
a las personas que se relacionen con nosotros. Que nosotros administremos
nuestra vida tan bien como la administró Maruja, que nos entreguemos como se
entregó ella, siguiendo las huellas de Jesús que ha sido el referente, el
camino, la verdad y la vida, de todos los que lo han conocido de verdad e este
mundo.
Pepe Lozano
Consiliario diocesano de la HOAC
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