Nota para la festividad del 1º de mayo, San José Obrero.
En la celebración del 1º de mayo, San José Obrero, fiesta
cristiana del trabajo, se nos ofrece un año más la ocasión de recordar lo que
celebramos y de seguir empeñando nuestras fuerzas, las que Dios nos da, en la
construcción del Reino de Dios. Es el permanente compromiso de la Iglesia que
quiere seguir, en fidelidad, los pasos de su Señor; es el compromiso que se nos
ha invitado a vivir renovadamente con ocasión del reciente XX aniversario de "La pastoral Obrera de toda la Iglesia"
Tristemente, tenemos que seguir reconociendo la existencia
de injusticias que afectan directamente a los hombres y mujeres del mundo del
trabajo y a sus familias, deshumanizando la vida, precarizando el trabajo y la
existencia, dificultando la vida familiar y los proyectos personales: el
desempleo, la precariedad, la desregulación de las condiciones de trabajo, las
inhumanas condiciones de trabajo en algunos sectores productivos, la falta de
reconocimiento efectivo de derechos laborales que son expresión de los derechos
humanos, y de la sagrada dignidad de la persona; se sigue anteponiendo el
beneficio a la dignidad del trabajo humano.
En palabras del Papa Francisco: "Es hora de favorecer
las políticas de empleo, pero es necesario sobre todo volver a dar dignidad al
trabajo, garantizando también las condiciones adecuadas para su desarrollo. Eso
implica, por una lado, buscar nuevos modos para compaginar la flexibilidad del
mercado con la necesaria estabilidad y seguridad de las perspectiva laborales,
indispensables para el desarrollo humano de los trabajadores; por otro lado,
significa favorecer un adecuado contexto social que no apunte a la explotación
de las personas, sino a garantizar, a través del trabajo, la posibilidad de construir
una familia y de educar a los hijos... Ha llegado la hora de construir juntos
la Europa que no gire en torno a la economía, sino a la sacralidad de la
persona humana".
Esta tarea, que es de toda la sociedad, es también una tarea
propiamente eclesial, porque lo que está en juego en un trabajo digno es la
dignidad de la persona y la suerte de los pobres, por eso invitamos a toda la
comunidad eclesial a implicarse en esta tarea como "nuestra causa".
Es la invitación de san Juan Pablo II: "Para realizar la justicia social... son siempre
necesarios nuevos movimientos de solidaridad de los hombres del trabajo. Esta
solidaridad debe estar siempre presente allí donde lo requiera la degradación
social del sujeto del trabajo, la explotación de los trabajadores... La Iglesia
está vivamente comprometida en esta causa, porque la considera como su misión,
como verificación de su fidelidad a Cristo, para poder ser realmente la
"Iglesia de los pobres". Y los pobres... aparecen en muchos casos
como resultado de la violación de la dignidad del trabajo humano: bien sea
porque se limitan las posibilidades del trabajo -es decir por la plaga del
desempleo-, bien porque se desprecia el trabajo y los derechos que fluyen del
mismo, especialmente el derecho al justo salario, a la seguridad de la persona
del trabajador y de su familia".
Es necesario poner en el centro de la vida social, política
y económica a la persona, poner el trabajo por delante del capital. Es
imprescindible el trabajo digno para hacer posible una vida digna hoy para
personas y familias. Es necesario promover políticas de fomento del empleo
digno y estable por encima de cualquier otra cosa.
Por eso adquiere especial significación en esta situación la
campaña que diversas organizaciones católicas en nuestro país han puesto en
marcha, acogiendo la Declaración por un trabajo decente que representantes de
organizaciones de inspiración católica y de congregaciones religiosas, junto
con las autoridades de la Santa Sede y los líderes de la Organización
Internacional del Trabajo, hicieron pública en abril de 2014 con el objetivo de
colocar explícitamente el "trabajo decente para todas las personas"
entre los objetivos de desarrollo sostenible en la agenda post-2015 .
Igualmente es importante promover condiciones de justicia
que posibiliten un domingo libre de trabajo, y activar la campaña que en la
COMECE (Comisión de las Conferencias Episcopales de la Comunidad Europea) se
viene impulsando desde el año 2011
Queremos hacer nuestro ese objetivo de promover y crear un entorno
propicio al trabajo decente. Es esencial para enfrentar los desafíos actuales
de creciente injusticia social y desigualdad, reforzando al mismo tiempo la
dignidad humana y contribuyendo al bien común. Un trabajo decente que, como nos
recordaba Benedicto XVI retomando la iniciativa de San Juan Pablo II,
"significa un trabajo que, en cualquier sociedad, sea expresión de la
dignidad esencial de todo hombre o mujer: un trabajo libremente elegido, que
asocie efectivamente a los trabajadores, hombres y mujeres, al desarrollo de su
comunidad; un trabajo que, de este modo, haga que los trabajadores sean
respetados, evitando toda discriminación; un trabajo que permita satisfacer las
necesidades de las familias y escolarizar a los hijos sin que se vean obligados
a trabajar; un trabajo que consienta a los trabajadores organizarse libremente
y hacer oír su voz; un trabajo que deje espacio para reencontrarse
adecuadamente con las propias raíces en el ámbito personal, familiar y
espiritual; un trabajo que asegure una condición digna a los trabajadores que
llegan a la jubilación."
En efecto, no podemos dejar sin respuesta el sufrimiento
humano resultante tanto de estructuras injustas como del egoísmo de las
personas que da lugar a formas de trabajo precario o mal remunerado, del
tráfico de seres humanos y de trabajo forzado, de variadas formas de desempleo
juvenil y de migración forzada. En España, en Europa y en todo el mundo, el
acceso a un trabajo decente debe ser una meta prioritaria de las políticas
públicas y de las organizaciones sociales, empresariales y sindicales. Es
necesaria la articulación de políticas en España, en la Unión Europea y en el
ámbito de Naciones Unidas de cara a la consecución de este objetivo. Es urgente
la formulación y puesta en práctica de un nuevo conjunto de objetivos de
desarrollo internacionales, junto con unas condiciones de ayuda y unas
políticas económicas.
Nuestro compromiso cristiano es siempre Acción de Gracias.
La mejor manera que tenemos de celebrar esta fiesta es mediante la Acción de
Gracias que reconoce con gratitud los bienes recibidos del Señor y nos impulsa
a compartirlos con nuestros hermanos para que todos puedan vivir. La mejor
manera de celebrarlo es encontrarnos en el camino de la Vida, tras los pasos
del Señor Resucitado, acompañando la vida de los pobres y trabajando por
recuperar su dignidad. A esa tarea os invitamos. En esa tarea nos encontramos.
1 de mayo de 2015
Obispo prior de Ciudad Real
Obispo responsable de Pastoral Obrera de la CEE
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