En “Evangelii gaudium” (La alegría del Evangelio) el Papa Francisco dice
que “el imperativo de escuchar el clamor de los pobres se hace carne en
nosotros cuando se nos estremecen las entrañas ante el dolor ajeno” (n. 193) y
que esto es posible cuando vivimos con “una atención puesta en el otro” (n.
199). Seguramente muchos comportamientos personales, actitudes, prácticas y
mentalidades sociales, planteamientos y decisiones de las instituciones
políticas, cambiarían si viviéramos más desde esa atención al otro y nos
dejáramos afectar realmente por el dolor ajeno. Ahí está lo que más, desde la
raíz, nos hace humanos, lo que puede sacar lo mejor de nosotros mismos. Muchas
cosas cambiarían si fuéramos capaces de mirar cara a cara a los pobres.
Con demasiada facilidad sepultamos nuestra humanidad enterrándola en ideas
y discursos que impiden mirar cara a cara la realidad y que son una ofensa, una
más, a los pobres. Es lo que ocurre con esos discursos del “estamos saliendo de
la crisis” que ignoran de hecho la realidad de sufrimiento de tantas personas y
familias. Discursos que hablan de cifras y números cuando se trata de otra
cosa, de personas. Es lo que ocurre con los trágicos hechos ocurridos en la
frontera de Ceuta, con la situación cotidiana de nuestra frontera sur, y
particularmente con los discursos sobre la inmigración que hablan de
“avalanchas” de inmigrantes, de “razones de Estado”…, que desvían la atención
de lo verdaderamente importante: se trata de personas, de seres humanos. Este
hecho tan simple y elemental es el que se ignora en la práctica en las
políticas migratorias de la Unión Europea que, por eso, son un desastre y una
cruel inhumanidad. Porque no es solo la frontera sur española, ahí está
Lampedusa y tantos lugares más donde se viven los trágicos efectos de no saber
o no querer mirar la realidad de frente. Mirar cara a cara a los pobres, en
este caso a los inmigrantes, víctimas del abismo de desigualdad que hemos
creado en nuestro mundo.
Necesitamos cambiar de raíz nuestra mirada. En la realidad de los
migrantes, atrevernos a mirarlos como dice Wooldy Edson Louidor, haitiano,
luchador de muchos años por los derechos de los migrantes en latinoamérica que,
desde su experiencia, expresa mucho mejor de lo que nosotros seríamos capaces
lo que queremos decir. Edson habla así del migrante: “Un ser humano que nos
invita a acogerlo y tener el valor de encontrar lo Humano y lo Divino en su
rostro sufriente”. Y explica así lo que le motiva a seguir luchando con los
migrantes por sus derechos: “Me motiva la misma esperanza que tienen los
migrantes…Cada vez que hablo con un migrante, experimento esta voluntad de
vivir, esta esperanza “contra toda esperanza” y, sobre todo, esta capacidad de
reírse y de alegrarse incluso en los momentos más duros de su experiencia
migratoria. Me motiva lo humano que siempre llevan en su corazón y que nada
puede destruir: ni la hostilidad de las políticas y leyes migratorias, ni las
actitudes discriminatorias de ciertos grupos sociales, ni los abusos de los
traficantes ilegales de migrantes. Los que realmente defienden sus derechos son
los mismos migrantes a través de su lucha por la vida. Nosotros, los que los
acompañamos, somos simples testigos de esta lucha, acompañantes de esos seres
humanos y humildes servidores de esta gran misión que los mismos migrantes
llevan adelante con dignidad, combatividad y esperanza”. Porque esa es la
realidad: la vida humana que busca salir adelante. ¿Queremos mirar cara a cara
esa realidad?
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