Se ha hecho público el texto del Mensaje del Santo Padre para la LXXXV Jornada Misionera Mundial, que este año se celebra el domingo 23 de octubre, sobre el tema: "Como el Padre me envió, así os envío yo" (Jn 20,21).
El Papa escribe que la llamada a llevar a todos el anuncio del Evangelio "con el mismo entusiasmo de los cristianos de los primeros tiempos", como subrayó el Venerable Juan Pablo II con ocasión del Jubileo del 2000, "resuena cada año en la celebración de la Jornada Misionera Mundial".
"Todos los pueblos -continúa Benedicto XVI- son destinatarios del anuncio del Evangelio". La Iglesia "existe para evangelizar; (...) su acción, en adhesión a la palabra de Cristo y bajo el influjo de su gracia y de su caridad, se hace plena y actualmente presente a todos los hombres y a todos los pueblos para llevarlos a la fe en Cristo".
El Papa pone de relieve que "esta tarea no ha perdido su urgencia. (...) No podemos permanecer tranquilos pensando que tras dos mil años sigue habiendo pueblos que no conocen a Cristo y que todavía no han escuchado su mensaje de salvación".
"No solo; sino que cada vez hay más gente -escribe-, que aun habiendo recibido el anuncio del Evangelio lo ha olvidado y abandonado, y no se siente parte de la Iglesia: y muchos ambientes, también en sociedades tradicionalmente cristianas, se resisten a abrirse a la palabra de la fe. Se está produciendo un cambio cultural, alimentado por la globalización, por movimientos de pensamiento y por el relativismo imperante, un cambio que lleva a una mentalidad y a un estilo de vida que prescinden del mensaje evangélico, como si Dios no existiera, y que exaltan la búsqueda del bienestar, de la ganancia fácil, de la carrera y del éxito como objetivo de la vida, también en detrimento de los valores morales".
El Santo Padre recuerda que "la misión universal afecta a todos, a todo y siempre. El Evangelio no es un bien exclusivo de quien lo ha recibido, sino un don que hay que compartir, una hermosa noticia que hay que comunicar. Este don-compromiso está confiado no solo a algunos, sino a todos los bautizados".
"La evangelización es un proceso complejo y abarca varios elementos. La acción misionera ha prestado siempre una atención especial a la solidaridad. (...) Se trata de sostener las instituciones necesarias para establecer y consolidar la Iglesia (...) y también de dar la propia aportación a la mejora de las condiciones de vida de las personas en los países donde más graves son la pobreza, la malnutrición, sobre todo infantil, las enfermedades, la escasez de servicios sanitarios y la instrucción. Esto también forma parte de la misión de la Iglesia. Anunciando el Evangelio se ocupa de la vida humana en todo su sentido".
"No es aceptable, reafirmaba el Siervo de Dios Pablo VI, que en la evangelización se dejen de lado los temas que conciernen a la promoción humana, a la justicia, a la liberación de toda forma de opresión, obviamente en el respeto de la esfera política. Desinteresarse de los problemas temporales de la humanidad significaría "olvidar la lección que nos da el Evangelio sobre el amor al prójimo que sufre y está necesitado"; no estaría en sintonía con el comportamiento de Jesús que "recorría todas las ciudades y aldeas enseñando en sus sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias".
"Así -termina el Papa-, a través de la participación responsable en la misión de la Iglesia, el cristiano se convierte en constructor de la comunión de la paz, de la solidaridad que Cristo nos ha dado y colabora en la realización del plan salvífico de Dios para toda la humanidad. (...) ¡Que la Jornada Misionera reavive en cada uno de nosotros el deseo y la alegría de salir al encuentro de la humanidad, llevando Cristo a todos!".
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