Pepe Lozano, consiliario diocesano de la HOAC
Domingo 28 de tiempo ordinario
- 9 de octubre de 2011 -
Cuando los novios preparan su boda, les cuesta mucho hacer la lista de
invitados. Y veces la hacen y la vuelven a hacer, porque no pueden cargar con
tanta gente. Por algún sitio tienen que cortar. Entre los invitados están los
más amigos, aquellos a los que les deben algún favor grande, la familia (y no
toda). Los invitados a una boda, o a una fiesta particular son escogidos, y
bien escogidos.
Hemos hablado de invitaciones para bodas y fiestas. Conseguir un
trabajo es mucho más difícil que ser invitado a una boda o una fiesta. Para
entrar en un trabajo, hay unas oposiciones durísimas. Algunos/as que se
presentan, las aprueban, y bien, pero después no les dan plaza. La realidad que
se les presenta a los que quieren conseguir un trabajo, sobre todo a los
jóvenes, es deprimente, tanto si están preparados, y mucho más si no lo están.
Después de acabar la carrera, o las carreras, les exigen que sepan lenguas (y
bien), que hagan un montón de “másteres” y un montón de cosas más que ahora
resultaría largo escribir.
Y muchas personas que se acercan a un hospital, porque necesitan una
operación o un reconocimiento fuerte, les dicen que vuelvan a los cuatro meses.
Algunos ya no vuelven porque se mueren antes de volver.
Yo encuentro a muchos jóvenes con mucha ilusión por hacer una carrera,
y para entrar en la universidad lo tienen dificilísimo. A veces tienen que
comenzar una carrera que no les gusta, o tienen que marcharse muy lejos para
poder estudiar aquello para lo que se sienten llamados/as. Y los ancianos que
quieren entrar en un asilo, o en una residencia, se encuentran con una lista de
espera interminable. Podríamos poner muchos más ejemplos. Este es el mundo en
que vivimos. No es un mundo para todos. Dicen que en este mundo viven los que
tienen dinero, los que tienen “enchufes”, los que los que roban, o los que se
matan por conseguir lo que quieren….
Hoy hemos proclamado el Evangelio, Mateo 22,1-14, en el que Jesús nos
dice que Dios hace un banquete, para unos invitados, que no quisieron ir. Y
entonces, abrió las puertas para que entrara todo el mundo, buenos y malos,
religiosos y no religiosos, Dios no le pidió a nadie ni el carnet de identidad,
ni la partida de Bautismo, ni es certificado de matrimonio, ni los méritos que
tenían, ni nada. Ofreció su banquete y su fiesta, de la forma más gratuita y
con el mayor agrado. Dios no es de los que piensan que “a unos si” y “a otros
no”, los que tienen méritos sí, y a los que no tienen méritos no; Dios quiere
la felicidad para todos. Y desea que el mundo que él ha creado no sea para que unos
vivan y otros “se queden fuera del banquete”; quiere que vivan todos. Dios
quiere que el mundo se organice de tal forma que todos puedan vivir una vida
digna y desahogada. Sin ningún derroche y sin tirar nada, pero que sea una vida
digna de personas humanas. En este mundo, en que vivimos ahora, tiene derecho a
vivir bien, el que tiene dinero, o tiene poder o roba. Para Dios tiene derecho a
vivir el que es persona, y la persona más necesitada es la que más derecho
tiene, porque carece de lo necesario para vivir como persona. El banquete que
Dios ofrece a la humanidad, no es sólo la Eucaristía, o el pan, o las cosas
materiales, es la cultura, el trabajo, la salud, el apoyo que se necesita cuando
se tiene edad y la participación en la sociedad.
Y que nadie piense que vive bien porque se lo merece, porque se ha
sacrificado más, o ha trabajado más. El que ha trabajado es porque ha recibido
de Dios la salud, la inteligencia y las posibilidades laborales para trabajar.
No tenemos nada que no hayamos recibido. Y si todo lo hemos recibido, no es
para apoderarnos de ello, de forma egoísta, y no compartirlo con nadie. Así
como los miembros del cuerpo, que cada uno tiene su habilidad y capacidad para servir
a todo el cuerpo, así también el que tiene una carrera, o un trabajo, unas
cualidades del tipo que sean, eso lo ha recibido, no para su beneficio
particular o familiar, sino para ponerlo todo al servicio de la sociedad. Dios
ha pensado que la Iglesia sea un ejemplo de “convite para todos”. El centro de
ese Convite es la Eucaristía. También ha pensado Dios que cada Movimiento o
cada Grupo de Cristianos reconocido, sea un festín de de vida y de alegría que
acoja a todos, y que no le ponga ninguna dificultad, para que entre, quien sea,
cuanto más alejado mejor; al contrario; el papel de los cristianos/as, y de la
Iglesia en el mundo, es convocar, para esa fiesta de hermandad y de felicidad
que Dios quiere y prepara para todos. El convite es la Eucaristía, pero es
mucho más; y todo unido a la Eucaristía y la E y la Eucaristía unida a todo lo
demás.
Algunos cristianos/as piensan que en la Iglesia caben los de una
ideología política, los otros no. No nos damos cuenta de que, en primer lugar,
nosotros nos somos quiénes para juzgar a nadie; y en segundo lugar Dios acepta
a todos porque todos son hijos suyos, y que por nosotros y por todos entregó su
vida Jesús.
Ya sabemos lo que tenemos que hacer, sobre todo con nuestro ejemplo, ahora
cuando salgamos de Misa: hacer lo posible para que todos se sientan llamados a
participar del banquete, no sólo de la Misa, y cuando vengan, que se sientan
agusto, como en su casa. Estamos en el comienzo de curso. En la parroquia se
necesitan muchas manos, muchas personas que colaboren para ayudar y llevar la
parroquia adelante. Todos/as somos necesarios/as. Nadie ha de quedar fuera de
la vida de la parroquia, ni de la participación en la vida social del pueblo.
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