Ángel Aguas Nuevo (en www.oretania.es)
En 1962 Guillermo Rovirosa, promotor de militantes
obreros cristianos y fundador de la HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica),
publicó un ensayo titulado “El fenerismo (o contra el interés)” preocupado por
el sometimiento de las personas al sistema fenerista (fenerismo, del latín
fenus: ganancia, lucro, interés del dinero prestado).
Más allá de considerar las componentes del interés
del dinero (el precio al que se cruzan la cantidad de dinero en circulación y
las necesidades de dinero de los distintos agentes económicos, el riesgo que
corre el prestamista hasta su devolución por el prestatario,..) a Guillermo
Rovirosa le sublevaba ante todo que cualquier persona no pudiese ser
propietaria, de forma inmediata, de los bienes básicos (incluida la vivienda)
necesarios para disfrutar de una vida digna, y tuviese que endeudarse a
intereses abusivos para disponer de ellos ahora sin tener que esperar a
acumular el ahorro suficiente.
Denunciaba así la hipocresía del capitalismo, que
presuntamente defiende y propugna la propiedad privada. Para Rovirosa, el
sistema realmente vigente es el fenerismo, que implica la propiedad en manos de
unos pocos que prestan a la inmensa mayoría restante de las personas. Por
tanto, el fenerismo es la negación y la corrupción del derecho de propiedad.
Si este estado de cosas, tan asumido por la
población de entonces y de ahora, a Guillermo Rovirosa le irritaba por su
inmoralidad, resulta inimaginable su indignación de haber vivido el momento
actual de la historia, en que los desahucios están cada vez más generalizados y
la práctica totalidad de los pueblos del planeta ya sufren las servidumbres y
la carestía provocadas por la devolución de una deuda injusta que ellos no han
generado, sino sus gobernantes, por acción u omisión, a instancia de las
grandes instituciones financieras públicas o privadas.
El caso más reciente de la larga lista de pueblos
empobrecidos por la deuda es Grecia. Después de todos los sufrimientos de
nuestros hermanos griegos y de los que pretenden infligirle todavía a pesar de
haber devuelto con creces el dinero recibido en préstamo a intereses de usura,
intereses que son los que impiden que se pueda considerar saldada la deuda, los
bancos acreedores han aceptado una quita de la mitad de la deuda.
El término “quita” parece más neutro, porque llamar
al hecho “perdón” o “condonación” habría conseguido indignar aún más al pueblo
griego y a los millones de ciudadanos que cada vez somos menos ignorantes
porque vamos conociendo que buena parte de la deuda griega es fruto de la
corrupción, o que los países de la periferia europea –incluida Grecia- han
pagado cuatro veces más interés por los préstamos que Alemania o Estados
Unidos, lo que en el caso de Grecia significa que sólo los intereses abonados
en 20 años importan el 200% de la deuda actual (*).
Cabe preguntarnos: ¿por qué razón un deudor que ha
devuelto íntegramente el importe de su deuda, como es el caso de Grecia, debe
seguir pagando, si por muy alto que fuese el tipo de interés, y por tanto el
riesgo de su devolución, ha conseguido resarcir el principal de su deuda? ¿Por
qué una familia desahuciada en España sigue manteniendo una deuda con el banco
con el que contrató su hipoteca al valor de la vivienda que el banco aceptó, a
pesar de haber pagado incluso intereses? ¿Dónde está ahora el problema, en el
prestatario o en el prestamista? En el afán insaciable de lucro del
prestamista, por supuesto.
Alguien dirá: “Bueno, pero es legítimo que los
bancos que prestan dinero cobren un interés, aunque solo sea porque el dinero
que prestaron no pierda su valor por causa de la inflación.”
Y aquí vuelve de nuevo Guillermo Rovirosa, con su
sentido común y su clarividencia a la vez. Él hablaba del caso de la “peseta de
Nerón”. Planteó que Nerón hubiera depositado en un banco de Roma una peseta,
dejándola en herencia de un servidor suyo con la condición de que sus herederos
no tocaran este capital con sus intereses durante mil novecientos años, a un
interés efectivo de un 3%. Se trataba de calcular a cuánto ascendería
actualmente el capital acumulado por la peseta de Nerón, sin más que meterla en
la “cajita mágica” del fenerismo y sin desplegar otra actividad que la de no
tocarla. El resultado fueron alrededor de 2,5 cuatrillones de pesetas, que
significa que todos los valores rentables de este planeta ya estarían
acaparados por dicha peseta y podría haber ampliado fronteras a otros mundos de
nuestro universo. En conclusion, toda la humanidad terrestre y extraterrestre
estaría dividida en dos sectores: los administradores de la peseta y los
servidores de la peseta.
En realidad, esto no ha sucedido gracias a la
inflación, a la pérdida de poder adquisitivo de las monedas a lo largo del
tiempo, tan temida en tiempos de bajos tipos de interés por nuestras
instituciones monetarias europeas, al pleno servicio de los bancos. En efecto,
en Estados Unidos y Gran Bretaña los bancos centrales han adquirido deuda
pública y privada por importe de entre el 12 y el 20% de sus productos
interiores brutos, mientras que el Banco Central Europeo solamente lo ha hecho
en un 2%. ¿Por qué, aun teniendo el euro un tipo de cambio tan favorable
respecto al dolar? Porque los primeros interesados en controlar la inflación
son los bancos, para no perder beneficios respecto a los, en principio, bajos tipos
de interés de partida (ya se encargan ellos luego de manejarlos en función de
sus presuntos riesgos). Si se inyectase dinero a la economía productiva (sólo a
través de una banca pública que no se dedique a la especulación) puede ser que
se aumentase la inflación, pero un aumento de la producción, animado por la
nueva demanda que el nuevo empleo generaría, podría mantenerla en niveles nada
gravosos para las economías domésticas y de las pequeñas y medianas empresas.
Mientras tanto, y con la excusa de la enésima
recapitalización de los bancos para sanear sus cuentas de activos tóxicos
irreales, fruto de la especulación, los bancos siguen sin dar crédito, y menos
barato, a la economía productiva y siguen especulando con nuestros cada vez más
escasos ahorros, porque nadie les ha prohibido que continúen con las prácticas
que nos han llevado a esta crisis y nadie se pone de acuerdo en establecer al
menos una tasa por las transacciones financieras especulativas a corto plazo.
Guillermo Rovirosa se encuentra en proceso de
beatificación desde hace una década, entre otros muchos gestos de su vida por
su sensibilidad económica al servicio de los trabajadores. La misma Iglesia
Católica que le encomendó el apostolado en el seno del mundo obrero del que tan
alejada estaba históricamente por su cercanía a los distintos regimenes
conservadores tardará posiblemente algunas décadas más en reconocerle como
profeta de nuestro tiempo, pero lo que es cierto es que la crisis actual ya la
vaticinó él a su modo, y avisó con tiempo. Como en su momento histórico su
repercusión no pudo ser mayoritaria, sirva este pequeño recuerdo para mantener
viva su contribución.
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