Pepe Lozano, consiliario diocesano de la HOAC
Domingo Natividad del Señor
- 25 de diciembre de 2011 -
Sucedió que por aquellos días
salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo.
Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino. Iban todos a empadronarse, cada uno a su
ciudad. Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a
la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de
David, para empadronarse con María, su
esposa, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le
cumplieron los días del alumbramiento, y
dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un
pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento. (Lucas 2,1-7)
Al nombrar la Navidad todos pensamos en una fiesta alegre, familiar, de
muchas luces y adornos, de mucha propaganda… y otras muchas más cosas que
nuestra cultura ha unido o asociado a la Navidad. Si pensamos un poco nos damos
cuenta de que hay varias formas de celebrar la Navidad. Es normal, en casi
todas las familias, la cena de Nochebuena, el comer y beber distinto de otros
días. También es corriente que mucha gente estrene algún vestido y que se hagan
regalos. Hay quien aprovecha estos días para viajar y visitar a algún familiar,
o simplemente para hacer turismo en un lugar de menos frío. Vemos casi normal
que en estos días se gaste mucho, y hasta se derroche. Para algunas personas,
Navidad, es una fiesta muy triste, porque recuerdan a seres queridos que ya no
tienen, y hasta hay quien llora y cae en depresión. Y unos cuantos asisten a
alguna celebración de la Iglesia.
¿Cuál es el sentido cristiano de la Navidad? Los cristianos celebramos
que Dios viene a la tierra, que, ese Dios que pensábamos que está en el cielo,
alejado de nosotros, se hace nuestro vecino y nuestro compañero, y que no viene
para dejar las cosas como están. El Dios que viene a vivir con nosotros, no
está de acuerdo en que unas personas tengan de todo y otras estén muriéndose de
hambre; no está de acuerdo en que unas personas se hagan cada vez más ricos y
otras no tengan trabajo; no quiere de ninguna forma la guerra y la destrucción
de la naturaleza. Dios viene para hacer un mundo distinto, sólo depende de que
nosotros queramos, porque nos ha dado la libertad y nos la sigue conservando.
Por todo eso, Navidad, es una fiesta de mucha alegría, pero de alegría
verdadera; de la alegría que da la justicia y el bien de todos; la alegría que da
la paz, una paz fruto de la justicia; no una paz en la que mucha gente tiene
que “aguantarse” con el paro, los desalojos, la violencia, el trabajo precario,
la explotación, la falta de atención sanitaria, los recortes exagerados….
A pesar de todo la Navidad es una fiesta de alegría, porque, aunque
existan tantos problemas y sufrimientos, nos da ánimos, nos llena de fuerza,
nos da una gran esperanza en que, este mundo, con nuestro esfuerzo y nuestra
lucha puede cambiar y cambiará. El que viene, el que nace, está a favor de los
que luchan por un mundo feliz para todos. No tiene sentido que estemos tristes,
ni por los problemas que tenemos, ni por la ausencia de los seres queridos, ni
por nuestros propios defectos, ni por el poder de los que manejan la sociedad,
ni por nada.
Tenemos que comprender a las personas que están tristes, entre otras
cosas porque tienen derecho a ponerse como ellas quieran, pero estar triste en
Navidad, es tener poca fe en el que nace y viene a caminar con nosotros; y a
comprometer todo su poder en hacer un mundo distinto. Con la tristeza no
solucionamos nada; lo que ocurre es que nos destruimos a nosotros mismos y
contribuimos a que los problemas se apoderen de nuestra vida.
Pero la navidad cristiana tiene otros aspectos interesantes que no
debemos olvidar. El Evangelio nos habla de José y María, que eran dos
ciudadanos normales y corrientes que tuvieron que salir de su pueblo para
inscribirse el censo. No tenían ningún privilegio. María estaba a punto de dar
a luz. Buscando y llamando a varias puertas no encontraron a nadie que los
recibiera en su casa. Ni siquiera pudieron entrar en la posada. Eran gente
pobre. Hoy diríamos “inmigrantes pobres”, estaban lejos de su pueblo. Al final
María tuvo que dar a luz en una cuadra y poner a su hijo en un pesebre, entre
los animales. No puede haber pobreza más grande. Esto es lo que Dios escogió
desde que comenzó a vivir en este mundo.
Esto quiere decir que Navidad es una fiesta de alegría, de familia, de
intimidad, de paz… Pero es una fiesta de pobreza, de sencillez, de silencio
para contemplar a un Dios que viene a hacerse uno de nosotros y a manifestarnos
su amor y su compromiso por hacer más digna nuestra vida. Navidad no es una
fiesta de derroche, de competitividad, de demasiado ruido, de prepotencia y
orgullo. Está bien que celebremos de forma especial la Navidad, pero sin tirar
“la casa por la ventana”. Muchos la pasaron con hambre y con frío. Hace falta
reflexión y silencio para comprender lo que ocurre, lo que es, el nacimiento de Jesús: Se hizo pobre, para
enriquecernos a todos con su pobreza; se hizo hombre para que nosotros
llegáramos a ser Dios, se hizo el más pequeño, el más humilde de todos, para
levantarnos a nosotros de nuestra humillación. Feliz Navidad a todos/as
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