Parece que la familia es una escuela de educación integral, la base de todas las instituciones humanas. Sin la familia, las otras instituciones, es muy difícil, por no decir imposible, que funcionen bien. Distinguimos entre familia y cooperativa o unidad de consumo, hotel, albergue, refugio de subsistencia…..
La familia es una escuela de humanidad. En la familia todos/as van creciendo como personas, no sólo los hijos, sino también los padres y otros miembros de la misma. El que dos personas se casen y formen una familia, no quiere decir que estén maduros. Les queda mucho por madurar y por aprender. Los hijos ayudan a madurar a los padres; los padres pueden ayudar, no siempre, a madurar a los hijos. Y para que la familia sea una escuela de humanidad y de maduración, se ha de pensar mucho, ha de haber muchos y profundos espacios de reflexión a nivel personal y comunitario. Unidos a estos espacios de reflexión, deben estar los espacios de comunicación. No puede haber reflexión personal y comunitaria, si no hay comunicación, y viceversa.
La familia es una escuela o un espacio de educación. La familia necesita la escuela, pero, sin familia que eduque, la escuela sirve de muy poco, resbala; o puede servir por casualidad. En la familia es donde se configuran, se fraguan, se orientan y moldean las personas, para bien o para mal, porque también se pueden desconfigurar, y desorientar y herir, para siempre, a sus miembros. Cada momento de la vida de la familia educa o deseduca, orienta o desorienta, aunque parezca que no. La vida familiar tiene unas repercusiones tremendas en la vida de los hijos y de los padres. Lo que nos educa es la vida, nos educa el vivir, nos educa el relacionarnos y el comunicarnos. Es antes la vida que las ideas, de la vida salen las ideas que pueden servir para bien o para mal.
La familia es un órgano transmisor y creador de la cultura. Es verdad que la familia hace la sociedad y la sociedad hace la familia, pero es antes la familia, si es verdadera familia. Es ella quien orienta la cultura de sus miembros y crea actitudes y hábitos para recibir y crear la cultura. En la base de todo está el ser humano, y el ser humano nace, crece y madura en el seno de la familia. La familia pone filtros (o debe poner) a la cultura para ponerla al servicio de la persona, para humanizarla, para que sea auténtica cultura humana. La familia es un corrector o incentivador de la cultura. Es donde la cultura se hace vida, o es vida, y donde la vida es cultura. Volvemos a recordar que son fundamentales los espacios de reflexión y comunicación profundas, de lo contrario ni hay familia, ni hay educación, ni hay transmisión y creación de la cultura.
La familia es un espacio de libertad. Libertad no es dejar hacer, o hacer lo que nos venga en gana. Libertad es desarrollar lo más noble y auténtico que hay en nosotros, en un ritmo, o en un proceso verdaderamente humano. La familia tiene la posibilidad de luchar por ser ella misma, de luchar por liberarse de las interferencias que la pueden desnaturalizar, alienar y esclavizar. En la familia puede estar ausente la lucha por el poder, y las coacciones de cualquier tipo.
La familia es un espacio de experiencia de Dios, de vivencia de la fe y de desarrollo de la fe. Los cristianos creemos en la Trinidad, un Dios familia, un Dios comunidad, comunión; un Dios amor; un Dios que lo comparte todo, hacia dentro y hacia fuera. Él nos hizo a su imagen y semejanza, nos hizo familia como él, nos hizo comunicación y comunión como él, nos hizo amor como él. La realidad no es que tengamos que amar porque es muy importante y muy bueno, no. La realidad es que somos amor, si no amamos destruimos nuestra identidad y nuestra esencia. La familia es el lugar más auténtico para experimentar quién es Dios, cómo es Dios, y para encontrar y experimentar la presencia de Dios. La familia es la manifestación más real de Dios. Olvidar, o quitar a Dios de la familia es quitar la comunicación, la comunión, el amor, y viceversa. Es entonces cuando la familia se queda vacía, ya no existe, se queda en simple apariencia. Y ahora queremos poner, por encima de todo, el respeto y la valoración más grandes, a las personas que no comparten nuestra fe y nuestra forma de ver la vida.
Entre nosotros los cristianos, desde siempre, se ha llamado a la familia “Iglesia doméstica”, es la representación más auténtica de Dios y la expresión más real de la Iglesia. Lo normal es que, dentro de un proceso educativo y pedagógico, se lea la Palabra de Dios en la familia, se ore en la familia, se cuente con Dios a la hora de tomar decisiones, y se cultiven todos los aspectos de la fe dentro de la familia, sin dejar la vinculación a la gran familia de los cristianos que es la Iglesia. Porque como cristianos nacemos en la Iglesia y alimentamos en ella los aspectos comunitarios de la fe que no se pueden alimentar en la familia; igual que hay aspectos de la vida que no se pueden alimentar y vivir dentro de la familia. Se ha de trascender el límite de la familia, para compartir la vida con la sociedad. Siendo la familia el elemento básico de la sociedad y de la Iglesia tampoco podemos absolutizar la familia.
Parece ser que el compromiso más grande, el primero y principal, el que prepara para los otros compromiso es la familia, la vida de familia consciente y responsablemente vivida.
*Pepe Lozano, consiliario diocesano de la HOAC de Orihuela-Alicante
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