"Ignorar a los pobres es despreciar a Dios" Francisco

martes, 10 de enero de 2012

Un encuentro que nos transforma

Pepe Lozano, consiliario diocesano de la HOAC
Domingo 2º de tiempo ordinario
- 15 de enero de 2012 -

Después del tiempo de Navidad tendremos, desde hoy hasta la cuaresma, unos domingos de tiempo ordinario. Hoy nos fijaremos especialmente en el Evangelio y en la relación que tiene con nuestra vida.

Juan. 1,35-42: Vieron dónde vivía y se quedaron con él.
“En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: - «Éste es el Cordero de Dios.» Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: - «¿Qué buscáis?» Ellos le contestaron: - «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?» Él les dijo: - «Venid y lo veréis.»

Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: - «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).» Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: - «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).»


Juan Bta. cumplió su papel al pie de la letra indicando: “Este es el Cordero de Dios” Los cristianos somos los que, con nuestras palabras y con toda nuestra vida decimos: “Este es el Cordero de Dios”, vamos indicando a quién tienen que seguir las personas para encontrar la felicidad. Nadie puede ofrecerla más que él, Jesús el Hijo de Dios.

Y los discípulos de Juan dejaron a su maestro para seguir al Maestro, no lo dudaron ni un momento: “oyeron sus palabras y siguieron a Jesús”. Se nota que eran personas que estaban esperando la llegada de Alguien, eran personas buscadoras, inquietas. Jesús, se volvió y les hizo una pregunta muy comprometida, y les pidió que dijeran qué era lo que daba sentido a sus vidas, qué era para ellos lo prioritario en este mundo, por qué se movían en este mundo: “¿Qué buscáis”. Ellos contestaron con otra pregunta muy reveladora, les interesaba su persona, su vida, deseaban estar con él y compartir su vida: “Maestro, ¿dónde vives? Y Jesús les contestó con una invitación; no les puso ninguna pega, los acogió de la forma más natural: “Venid y lo veréis”. Y, como respuesta a la invitación, enseguida le siguieron: “fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde”. Dice mucho eso de “se quedaron con él”. Desde que vieron a Jesús se sintieron como seducidos por él, la experiencia fue muy importante, para ellos decisiva; recuerdan hasta la hora en que estuvieron con él: “serían las cuatro de la tarde”. Andrés, uno de los que siguieron a Jesús, contó a su hermano Pedro, lo que había vivido, como el “descubrimiento del siglo”, e hizo lo posible para que Pedro se encontrara con Jesús:” - «¡¡Hemos encontrado al Mesías!! (que significa Cristo).» Y lo llevó a Jesús”. Por lo que se ve, aquella persona que descubre a Jesús, si lo ha descubierto de verdad, no se queda sin compartir con los demás, lo que ha experimentado, y lo que sigue experimentando. Parece que Jesús vio a Pedro entusiasmado y disponible, valoró su persona y le dio un nombre que cambió toda su vida: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).» Si nos encontramos de verdad con Jesús, cambia totalmente nuestra vida, ya no somos los mismos; es entonces cuando nos conocemos de verdad y encontramos nuestro lugar en el mundo y en la historia. Y entramos en una forma de vivir que continuamente nos estamos renovando, creciendo y descubriendo cosas nuevas.

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