Pepe Lozano, consiliario de la HOAC diocesana
Domingo 1º de Cuaresma
- 26 febrero 2012 -
Nuestra vida está llena de muchas cosas, y más en este momento que pasa
nuestra sociedad. Estamos ocupados y preocupados por los acontecimientos y por
muchos problemas. Y muchas veces nos pueden los agobios y las prisas. Nos
cuesta pararnos a pensar y a reflexionar. Nos cuesta ver las cosas con calma. Y
tenemos, más que claro, que, si nos dejamos llevar por el ritmo que lleva hoy
la vida, nos convertimos en máquinas, o nos equivocamos en las decisiones que
tomamos, o no vivimos la vida como es debido, nos quemamos y nos llenamos de
insatisfacciones. Muchas personas, para tratar de serenarse, o para encontrar
sosiego y paz, o para quitarse todos los nervios que van acumulando, asisten a
sesiones de yoga, y a otras cosas parecidas, varias veces a la semana. Esto da
a entender que necesitan (y necesitamos todos) espacios de serenidad, de
silencio, y de parar la marcha que llevamos, para encontrarnos con nosotros
mismos/as. Algunas personas se toman unas vacaciones y se van a un lugar, o un
país retirado, donde se sientan libres, sin agobios, y con posibilidades de
experimentar, aunque sea por unos días, la serenidad y la paz. Si nos dejamos
llevar por el “tsunami” de la vida tenemos el peligro de desaparecer como
personas y de convertirnos en robots. Y para comprender, asimilar y tomar una
postura sana, ante todo lo que está pasando en nuestro mundo, no lo podemos
hacer sin hacer un esfuerzo por profundizar en todo lo que se nos ha venido
encima. También puede darse el caso de alguna persona que piense demasiado, y
que, lo único que le falta es tomar contacto con la gente, salir a la calle y
encontrarse con la realidad.
Hace cuatro días que comenzó la Cuaresma. En este domingo hemos leído
el Evangelio Marcos 1,12-15. Nos cuenta que Jesús fue al desierto, él solo, movido
por el Espíritu Santo, y allí estuvo cuarenta días. En aquel tiempo no había
tanta velocidad como el nuestro, pero Jesús quería ver las cosas con
profundidad. Jesús no era una persona dominada por las prisas. Había pasado
treinta años en Nazaret, trabajando, llevando una vida sencilla, aprendiendo y
sin meterse en ninguna acción de repercusiones sociales. Pero no quería echarse
al ruedo sin tener claro lo que pensaba, lo que quería, lo que iba a hacer; y
sin tener una profunda comunicación con el Padre. Allí, en el desierto, fue
tentado; esto quiere decir que se le pusieron delante muchas cosas, y que él
tuvo que elegir. Algo nos quiere decir este momento de la vida de Jesús, al
principio de la Cuaresma.
Para nosotros los cristianos, la Cuaresma (y no sólo la Cuaresma) es un
tiempo de reflexión profunda. Es un tiempo de encontrarnos con nosotros mismos,
con la sociedad en la que vivimos y con Dios.
Es importante que aprovechemos este tiempo, para centrar nuestra vida,
aclararla, y comprometerla en donde nosotros creemos que tiene que estar. Es
posible que ya estemos comprometidos en algo. Pero siempre es bueno revisar
nuestro compromiso, si puede ser con alguna, o con algunas personas; ver si
somos coherentes y consecuentes con nuestros convencimientos, pensar si estamos
dando lo que debemos dar y si estamos preparados para lo se avecina al país en
que vivimos. Los atletas se preparan mucho tiempo para participar en una
competición. Nosotros no podemos hacerle frente a la vida, con todos los
problemas que hoy nos presenta, si no estamos bien preparados. Este es el
objetivo que pretendemos los cristianos en este tiempo de Cuaresma, tiempo de
concentración, de oración y de responsabilizarnos, al máximo, en todo lo que
llevamos entre manos.
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