"Ignorar a los pobres es despreciar a Dios" Francisco

jueves, 8 de marzo de 2012

LA PERSONA, POR ENCIMA DE LOS MERCADOS

Pepe Lozano, consiliario diocesano de la HOAC
Domingo 3º de Cuaresma
- 11 de marzo de 2012 -
Desde siempre, en el mundo, se han construido templos maravillosos, tanto en la Iglesia Católica, como en las otras religiones. Se han levantado monumentos que nos dejan asombrados. Y muchas personas han pensado que el templo es la casa donde Dios habita. Ha habido una tendencia grande a creer que Dios está dentro del templo y que, fuera, en la vida ordinaria, no está, o, si está, su presencia es  un poco más débil que en el templo. El templo ha sido, y sigue siendo, un espacio que ayuda a la gente a encontrarse con Dios; pero a algunas personas, les inclina a pensar que Dios, encerrado en el templo, está separado de la vida, o tiene que ver poco, o nada, con la vida; cuando, precisamente, los cristianos creemos que, el Dios en el que nosotros creemos, es más grande que el mundo y que todo el universo. No es que Dios esté en el mundo, sino es el mundo el que está en Dios, y de él recibe la vida y el crecimiento. Mucha gente piensa que, dentro del templo, hemos de escuchar, con mucho respeto, lo que Dios nos dice, y vivir una fe y una devoción muy grandes a Dios, a la Virgen y a los santos, pero, fuera del templo, haremos lo que pensamos y lo que queremos nosotros: Dios manda en el cielo y, todo lo más, en los templos, pero, en el mundo, mandamos nosotros.

En el Evangelio que hemos leído, Juan 2,13-25, nos encontramos a Jesús, en el templo de Jerusalén, expulsando a todos los que estaban comerciando y cambiando dinero, dentro de aquel lugar sagrado. Jesús reacciona con fuerza ante aquellas personas, que habían convertido el templo en un mercado. Las autoridades permitían esta situación porque sacaban mucho cobrando impuestos a este movimiento económico. Y los jefes del templo y de la religión, llamaron a Jesús, y le preguntaron que con qué autoridad hacía todo aquello. Jesús les dio a entender que él no tenía nada que perder, y les contestó con estas palabras: “Destruid este templo y en tres días lo levantaré”. Jesús se refería al templo de su cuerpo y de su persona. Es decir, que, para Jesús, el templo es la persona, según nos dirá él mismo, en Juan 14,23; donde verdaderamente habita Dios es en la persona y en la comunidad reunida y unida. Necesitamos un templo, un edifico, para reunirnos, escuchar su Palabra, celebrar y compartir nuestra fe, pero, la verdadera casa de Dios, somos cada uno de nosotros, y todos reunidos en asamblea, de manera que, cuando despreciamos o maltratamos a una persona, estamos maltratando al templo de Dios, y al que está dentro de ese templo que es Dios. Es por eso por lo que, para Jesús, lo más sagrado eran y son las personas, y por muy grande que fuera cualquier cosa, lo ponía todo al servicio de cada persona y de todas las personas. Y también ponía el templo al servicio de todos.
Por eso reaccionó tan fuertemente, en aquella ocasión, porque aquel lugar sagrado no estaba, ni al servicio de Dios, ni al servicio de la gente, sino al servicio del mercado, del dinero. El mercado tenía un gran peso en aquella sociedad, llegaba a dominar hasta lo más sagrado que era el templo.
Parece que hoy también está teniendo, en nuestro mundo, una gran fuerza el mercado. Parece que el mercado domina nuestra sociedad y hasta pone las personas al servicio del dinero. Y cuando a las personas no se les saca ningún beneficio, se las arrincona como si fueran trastos inútiles. La prueba está en que hay más de cinco millones de parados, y, por lo que se ve, dentro de poco, llegaremos a más seis millones de personas sin un puesto de trabajo decente para vivir con dignidad. Eso no es lo que Dios quiere. Jesús reaccionaría con la misma fuerza, o mucho más, contra la organización de este mundo, como reaccionó contra el mercado del templo de Jerusalén. Y, está claro, que, nosotros los cristianos, sus seguidores, hemos de reaccionar con la misma fuerza que él, (de forma pacífica y con el respeto más grande a todos), frente a la organización este mundo, dominado totalmente por el mercado y por el dinero. El templo de Dios que es la persona y la humanidad, es para Jesús, y debe ser para los que nos confesamos cristianos, lo más sagrado y lo único que hay que salvar, no las finanzas, los bancos, y el poderío de los que tienen en sus manos el dinero de la humanidad.
Y hemos de comenzar cada uno por nosotros mismos. Compartiremos lo que tengamos. También compartiremos nuestras horas de trabajo. Nos privaremos de cualquier gasto inútil, para solidarizarnos con aquellos que no tienen para vivir, lucharemos, con todos los que luchan, cuando veamos con claridad que hay que cambiar una ley injusta, o un recorte irracional e injusto;  denunciaremos, por todos los medios, todo aquello que va en contra del bien común y lo que perjudica a los más débiles, porque todo eso está en contra del Pan de Dios. Tengo buena información de muchos barrios pobres, en los que están desapareciendo talleres y proyectos que eran un gran bien para los pobres. Habrá recortes justos y necesarios, pero no hay derecho a que, mayoritariamente, sean los pobres los que paguen las consecuencias de todos los ajustes económicos. Tenemos un referente y un ejemplo a seguir: Jesús de Nazaret que puso a la persona (que es el templo de Dios) en el lugar más alto, que dio la cara, que arriesgó su vida por crear un mundo más humano para todos.  Este es nuestro camino a seguir.

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