Pepe Lozano, Consiliario diocesano de la HOAC
6º domingo de Pascua
- 13 mayo 2012 -
Vivimos en un tiempo, en el que todo es muy provisional. Lo que parece
muy nuevo y como algo insuperable, es arrinconado por un modelo que acaba de salir al mercado, y, en
muy poco tiempo, se convierte en anticuado. La novedad dura muy poco. Vamos muy
de prisa en todas las cosas. Y, en las relaciones humanas, pasa lo mismo, o
casi lo mismo. Decimos que lo que “se lleva hoy” es el que los matrimonios se
separen. Eso de “para siempre”, le da un cierto miedo a la gente. Las parejas
se casan con cierta ilusión, pero la ilusión no suele durar mucho. Hay un
porcentaje bastante alto de parejas que se separan, y otro porcentaje alto que
tienen problemas. La gente va a lo práctico. Lo que parece que no funciona, o
lo que da algún problema, se deja, y en paz. Eso de sacrificarse, esforzarse,
tener paciencia, parece que no se estila mucho, o que cuesta un poco más que
antes. Y, a nivel laboral, ocurre también lo mismo. Antes una persona pasaba casi
toda su vida trabajando en una empresa. Ahora, cuando te descuidas, la empresa
ha cerrado y, en veinticuatro horas, te quedas en la calle. El trabajo en una
empresa dura poco, a no ser que seas funcionario; y también, a los funcionarios
se les está poniendo la cosa difícil. Y lo que ocurre en el trabajo, se ve en
lo tocante a la religión. Miles y miles de personas, que antes se sentían
unidas a la Iglesia y que eran practicantes, ahora ya no practican, incluso
muchos ya no son creyentes. Y otras personas que antes estaban interesadas, y
comprometidas, en la política, ahora viven su vida, y no quien meterse en nada
que les comprometa. También la provisionalidad ha entrado en la Iglesia; además
de que mucha gente ha dejado la Iglesia, hay muchos sacerdotes que dejan de
ejercer como sacerdotes, e igual ocurre con los religiosos. Eso no quiere decir
que hayan perdido la fe, sino que se ha producido un cambio grande en su vida;
y que el compromiso como sacerdotes o religiosos, en muchos casos, ya no es
para siempre.
Todo lo que ocurre, aunque parezca sólo negativo, siempre tiene cosas
positivas. Esta provisionalidad que existe en el mundo actual, aunque afecta de
forma negativa a muchas personas, nos ayuda a relativizar muchas cosas que
antes nosotros pensábamos que eran absolutas, y, en realidad, no eran tanto. Es
decir que, ante esta situación, nos tenemos que situar de forma positiva y con
mucha esperanza, dándonos cuenta de que sólo podemos apoyarnos en Dios, y no en
la idea que, a veces, nos hacemos de Dios.
En el Evangelio que acabamos de escuchar, Juan 15,9-17, Jesús nos dice
que, “nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”. Él
habla de su experiencia.
Para él querer a una persona, y a una comunidad, es dar la vida, y
darla para siempre. Ahora las cosas han cambiado mucho; y hay muchas maneras de
vivir la fe. Hace sesenta años se diferenciaba poco un cristiano/a de otro/a,
estaba todo más claro. Ahora hay muchas maneras de expresar la fe y todas
pueden ser buenas y se han de respetar.
Lo que parece que no ha cambiado, es la entrega de la vida. De una forma o de
otra, el/la que sigue a Jesús ha de comprometer y entregar su vida, y no un día
o una temporada, sino siempre.
Por lo que vemos en el Evangelio, lo de ser cristiano/a y seguir a
Jesús, no es como una moda, o como algo provisional, o algo que lo hago cuando
me gusta, o cuando me apetece, o cuando se presenta; sino que lo seguimos,
porque forma parte de nuestra vida; de tal manera que, si no estamos unidos a
él, si no vivimos como él, ya no somos nosotros, perdemos nuestra razón de ser,
perdemos el sentido de nuestra vida.
Está claro que, en un mundo en el que todo es provisional, y donde
encontramos muy pocas cosas que duren para siempre, o que sean verdades que no
cambian, el ser cristiano/a es ir contra corriente. Tenemos la tentación de
caer también en la “provisionalidad”, en no darle toda la importancia que tiene
a nuestra fe y al seguimiento de Jesús.
Y si llegamos a ver claro lo que es creer y seguir a Jesús, entonces
nos iremos dando cuenta de que no todo es provisional, de que hay muchas cosas
en la vida que no han cambiado ni cambiarán, aunque cambien las formas y
maneras de vivirlas. Por ejemplo, el matrimonio, entre cristianos, se viva de
una manera o se viva de otra, siempre será un amor incondicional a otra
persona, que se va construyendo día a día, más allá de lo que guste o no guste
convivir con esa persona; es un amor que compromete toda la vida. Las cosas
cambiarán mucho, pero un cristiano/a, ante los bienes que Dios ha puesto en sus
manos, siempre se sentirá un administrador de esos bienes en beneficio del
mayor número de personas. Las cosas se verán de una manera o de otra, pero un
seguidor de Jesús siempre estará al lado de los pobres, y se esforzará por ser
pobre como lo fue Jesús. Y como estos ejemplo podemos poner muchos. Un
cristiano/a vivirá todas las cosas de la vida, en el fondo, como las vivió
Jesús, aunque cambien las maneras y las expresiones.
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