"Ignorar a los pobres es despreciar a Dios" Francisco

martes, 19 de junio de 2012

DIOS-PADRE NOS LIBERA PARA QUE VIVAMOS PLENAMENTE NUESTRA VOCACION

Pepe Lozano, consiliario diocesano de la HOAC
Fiesta de San Juan Bautista
- Domingo, 24 de junio -

La fiesta de este santo es muy popular. Se celebrar en el paso de la primavera al verano. Esta fecha, culturalmente hablando, ha estado siempre acompañada por elementos míticos y hasta mágicos, en la parte norte de nuestro planeta: El fuego, las hogueras, los ritos de la noche de San Juan…. Y lo popular y lo cultura, que todo es válido e interesante, a veces, hace que nos olvidemos del contenido cristiano.
Y ahora nos preguntamos por el contenido cristiano de la Festividad de San Juan, el significado de esta persona y de esta fiesta. El contenido de la Fiesta lo encontramos en las lecturas de la Misa de la víspera y en la del día. La fiesta de todos los santos se celebra el día de su muerte, la de Juan, como la de Jesús y la de María se celebra el día de su nacimiento, porque Juan, antes de nacer ya tenía experiencia del reino de Dios, ya se había encontrado con Jesús en la visita de María a su madre Isabel.

Actualmente está el trabajo tan escaso que casi nadie se plantea trabajar en aquello que de verdad le gusta, es decir, en el trabajo para el que una persona se siente vocacionada. Se aspira, todo lo más a encontrar trabajo; pasa a segundo, o último término el trabajar según la vocación de cada uno, un trabajo en el que la persona puede desarrollar sus cualidades, sentirse feliz y hacer felices a los demás. Cuando una persona hace lo que le gusta encuentra felicidad en su trabajo, y transmite felicidad a los demás, se cansa mucho menos que si es un trabajo que lo tiene que hacer sin ganas, o la fuerza, o porque no tiene más remedio. Pero el encontrar el trabajo que a una persona le va por sus cualidades (no hablamos de una trabajo cómodo, no de un trabajo que da mucho dinero, que te hace quedar bien ante la sociedad), hablamos de un trabajo que responde a lo que es y puede la persona, (independientemente de lo que gane, y de lo que le cueste o de que sea bien mirado o mal mirado), trabajar en un trabajo así, hoy es un privilegio, un lujo, cuando tendría que ser lo normal, para que el mundo funcionara bien y todas las personas encontraran su felicidad.
Los cristianos creemos que Dios es el que da a todos/as la vida, y junto con la vida, da también a cada persona unas cualidades, unas capacidades, para que pueda desarrollar unas tareas en la vida, o pueda aportar algo que hace falta a la sociedad (aunque no sea algo productivo). Es decir, creemos que Dios, desde su nacimiento, destina a cada persona para que ocupe un lugar en la sociedad, en el que ofrezca unos servicios y se gane la vida feliz y honradamente.
Cuando una sociedad no permite que una persona trabaje en lo que es la vocación que ha recibido de Dios, o la deja sin trabajo, es una sociedad totalmente injusta, que está en contra de Dios.
Cuando la organización del mundo no permite que las personas vivan según su naturaleza y se desarrollen de forma normal, es una sociedad que, no sólo está en contra de la persona, sino sobre todo en contra de Aquel que ha hecho el mundo, las personas y todo, y que ha creado todo lo que necesitamos para vivir todos los seres humanos que formamos la humanidad.
En la primera lectura de hoy, Isaías 49,1-16, la Palabra de Dios nos dice, en la experiencia que Isaías tiene de su vocación, que Dios es el que nos marca el camino que hemos de seguir en nuestra vida, desde antes de nacer, el que nos da una misión a cumplir en nuestra vida; y una misión que tiene relación con el bien de su pueblo; y aunque parezca que no tenemos fuerzas, aunque nos veamos impotentes, si Dios nos ha encargado una misión, él nos dará fuerzas y nos acompañará para que la cumplamos. Al escuchar esta lectura, comprendemos la persona y la vida de Juan Bautista y comprendemos la vida de cada uno de nosotros, de  cada ser humano; y también llegamos a comprender lo que es la vida humana en este mundo: cumplir el encargo que Dios ha puesto en nuestras manos y así encontrar la felicidad y darla a los demás.
En el salmo 138, damos gracias a Dios porque nos ha escogido para ser sus colaboradores, para participar en la construcción de su obra, él nos conoce, nos ha capacitado y sabe que podemos hacerlo.
En la segunda lectura, Hechos 13,22-26, vemos cómo San pablo reconoce la misión de Juan y que no va más allá del encargo que Dios le había hecho.
Y en el Evangelio, Lucas 1,57-66.80, asistimos al nacimiento de Juan, en el que nos damos cuenta de cómo unos padres aceptan desde su nacimiento la vocación de un hijo. En primer lugar ven el nacimiento de ese hijo como un don de Dios, en segundo lugar descubren la misión que Dios ha previsto para ese hijo. No le ponen el nombre que a ellos les hubiera gustado, o que hubiera gustado a los amigos y vecinos, sino el nombre que Dios había escogido para él, el nombre que lo destinaba para una misión concreta. (En la Biblia el nombre tiene relación con la vida y la misión de cada persona). Son unos padres que no interfieren la misión de un hijo, porque ven que su destino no es cosa de ellos, ni del mismo hijo, sino de Dios, que lo ha creado, y ha traído a este mundo con algo muy concreto a realizar.
Había presiones por parte de los vecinos y amigos, pero los padres son fieles a su fe en Dios y al encargo que, ellos también, habían recibido de él.
Sabían que la vida y felicidad de su hijo no dependía de ellos sino de Dios que es la única fuente de la vida y de la felicidad. Al final todo reconocen el Proyecto que Dios tenía sobre este niño y le dan gracias por sus designios en bien del pueblo y de la humanidad.
En otros textos del Evangelio descubrimos que la misión de Juan, como la nuestra, era prepararle el camino a Jesús, no ocupar su lugar, preparar al pueblo para recibir al que estaba esperando desde hacía muchos siglos.
Juan iba a hacer su gran aportación para que se cumpliera la actuación más grande que Dios iba a realizar en la humanidad. Ciertamente Juan pasó muchos años en el desierto, puso mucho de su parte para ver clara y asumir la misión que Dios le encomendaba. La vocación es un don, pero, al mismo tiempo es una tarea. No anula, sino todo lo contrario, la libertad de la persona. Es precisamente en el descubrimiento de nuestra vocación y en el compromiso por vivirla, donde encontramos nuestra libertad y nuestra felicidad, no en huir de Dios que nos llama, ni en negarnos a realizar lo que él nos encomienda.

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