Pepe Lozano, consiliario diocesano de la HOAC
Fiesta de San Juan Bautista
- Domingo, 24 de junio -
La fiesta de este santo es muy popular. Se celebrar en el paso de la
primavera al verano. Esta fecha, culturalmente hablando, ha estado siempre
acompañada por elementos míticos y hasta mágicos, en la parte norte de nuestro
planeta: El fuego, las hogueras, los ritos de la noche de San Juan…. Y lo
popular y lo cultura, que todo es válido e interesante, a veces, hace que nos
olvidemos del contenido cristiano.
Y ahora nos preguntamos por el contenido cristiano de la Festividad de
San Juan, el significado de esta persona y de esta fiesta. El contenido de la
Fiesta lo encontramos en las lecturas de la Misa de la víspera y en la del día.
La fiesta de todos los santos se celebra el día de su muerte, la de Juan, como
la de Jesús y la de María se celebra el día de su nacimiento, porque Juan,
antes de nacer ya tenía experiencia del reino de Dios, ya se había encontrado
con Jesús en la visita de María a su madre Isabel.
Actualmente está el trabajo tan escaso que casi nadie se plantea
trabajar en aquello que de verdad le gusta, es decir, en el trabajo para el que
una persona se siente vocacionada. Se aspira, todo lo más a encontrar trabajo;
pasa a segundo, o último término el trabajar según la vocación de cada uno, un
trabajo en el que la persona puede desarrollar sus cualidades, sentirse feliz y
hacer felices a los demás. Cuando una persona hace lo que le gusta encuentra
felicidad en su trabajo, y transmite felicidad a los demás, se cansa mucho
menos que si es un trabajo que lo tiene que hacer sin ganas, o la fuerza, o
porque no tiene más remedio. Pero el encontrar el trabajo que a una persona le
va por sus cualidades (no hablamos de una trabajo cómodo, no de un trabajo que
da mucho dinero, que te hace quedar bien ante la sociedad), hablamos de un
trabajo que responde a lo que es y puede la persona, (independientemente de lo
que gane, y de lo que le cueste o de que sea bien mirado o mal mirado),
trabajar en un trabajo así, hoy es un privilegio, un lujo, cuando tendría que
ser lo normal, para que el mundo funcionara bien y todas las personas
encontraran su felicidad.
Los cristianos creemos que Dios es el que da a todos/as la vida, y
junto con la vida, da también a cada persona unas cualidades, unas capacidades,
para que pueda desarrollar unas tareas en la vida, o pueda aportar algo que
hace falta a la sociedad (aunque no sea algo productivo). Es decir, creemos que
Dios, desde su nacimiento, destina a cada persona para que ocupe un lugar en la
sociedad, en el que ofrezca unos servicios y se gane la vida feliz y
honradamente.
Cuando una sociedad no permite que una persona trabaje en lo que es la
vocación que ha recibido de Dios, o la deja sin trabajo, es una sociedad totalmente
injusta, que está en contra de Dios.
Cuando la organización del mundo no permite que las personas vivan
según su naturaleza y se desarrollen de forma normal, es una sociedad que, no
sólo está en contra de la persona, sino sobre todo en contra de Aquel que ha
hecho el mundo, las personas y todo, y que ha creado todo lo que necesitamos
para vivir todos los seres humanos que formamos la humanidad.
En la primera lectura de hoy, Isaías 49,1-16, la Palabra de Dios nos
dice, en la experiencia que Isaías tiene de su vocación, que Dios es el que nos
marca el camino que hemos de seguir en nuestra vida, desde antes de nacer, el
que nos da una misión a cumplir en nuestra vida; y una misión que tiene
relación con el bien de su pueblo; y aunque parezca que no tenemos fuerzas, aunque
nos veamos impotentes, si Dios nos ha encargado una misión, él nos dará fuerzas
y nos acompañará para que la cumplamos. Al escuchar esta lectura, comprendemos
la persona y la vida de Juan Bautista y comprendemos la vida de cada uno de
nosotros, de cada ser humano; y también
llegamos a comprender lo que es la vida humana en este mundo: cumplir el
encargo que Dios ha puesto en nuestras manos y así encontrar la felicidad y
darla a los demás.
En el salmo 138, damos gracias a Dios porque nos ha escogido para ser
sus colaboradores, para participar en la construcción de su obra, él nos conoce,
nos ha capacitado y sabe que podemos hacerlo.
En la segunda lectura, Hechos 13,22-26, vemos cómo San pablo reconoce
la misión de Juan y que no va más allá del encargo que Dios le había hecho.
Y en el Evangelio, Lucas 1,57-66.80, asistimos al nacimiento de Juan,
en el que nos damos cuenta de cómo unos padres aceptan desde su nacimiento la
vocación de un hijo. En primer lugar ven el nacimiento de ese hijo como un don
de Dios, en segundo lugar descubren la misión que Dios ha previsto para ese
hijo. No le ponen el nombre que a ellos les hubiera gustado, o que hubiera
gustado a los amigos y vecinos, sino el nombre que Dios había escogido para él,
el nombre que lo destinaba para una misión concreta. (En la Biblia el nombre
tiene relación con la vida y la misión de cada persona). Son unos padres que no
interfieren la misión de un hijo, porque ven que su destino no es cosa de
ellos, ni del mismo hijo, sino de Dios, que lo ha creado, y ha traído a este
mundo con algo muy concreto a realizar.
Había presiones por parte de los vecinos y amigos, pero los padres son
fieles a su fe en Dios y al encargo que, ellos también, habían recibido de él.
Sabían que la vida y felicidad de su hijo no dependía de ellos sino de
Dios que es la única fuente de la vida y de la felicidad. Al final todo
reconocen el Proyecto que Dios tenía sobre este niño y le dan gracias por sus
designios en bien del pueblo y de la humanidad.
En otros textos del Evangelio descubrimos que la misión de Juan, como
la nuestra, era prepararle el camino a Jesús, no ocupar su lugar, preparar al
pueblo para recibir al que estaba esperando desde hacía muchos siglos.
Juan iba a hacer su gran aportación para que se cumpliera la actuación
más grande que Dios iba a realizar en la humanidad. Ciertamente Juan pasó
muchos años en el desierto, puso mucho de su parte para ver clara y asumir la
misión que Dios le encomendaba. La vocación es un don, pero, al mismo tiempo es
una tarea. No anula, sino todo lo contrario, la libertad de la persona. Es
precisamente en el descubrimiento de nuestra vocación y en el compromiso por
vivirla, donde encontramos nuestra libertad y nuestra felicidad, no en huir de
Dios que nos llama, ni en negarnos a realizar lo que él nos encomienda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario