MONS. JESÚS MURGUI. En el Año de la Fe la
celebración de Pentecostés es circunstancia especialmente oportuna para tomar conciencia
de la acción del Espíritu Santo en nosotros, que desde el don de la fe, nos
hace capaces de comprender todo lo transmitido por el Señor, de recordar su
enseñanza y poder actuarla en la vida, así como de vivir la presencia y acción
salvadora del Señor Jesús y la fuerza de su amor, capaz de unir gentes diversas
en su Iglesia, a las que, a la vez capacita para dar testimonio de la Verdad en
todas las épocas y en todos los confines de la tierra. Obra única la del
Espíritu Santo, a Quien en tiempos de especial necesidad debemos dirigir no
sólo nuestras súplicas, sino nuestra más profunda y sentida acción de gracias.
Él cumple con su constante presencia
y acción la promesa hecha por el Señor Jesús de que el Padre nos lo enviaría
para culminar y perpetuar su obra de Salvación de la Humanidad.
Desde hace años la Solemnidad de
Pentecostés ha sido marco adecuado para celebrar el día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, recordando la
especial tarea de los laicos cristianos de ser testigos del Evangelio con su
compromiso activo en el seno de las realidades sociales.
Especialmente en las presentes
circunstancias de crisis social, económica y de fe, nuestro laicado debe seguir
dando repetidas muestras de entrega a favor de los más necesitados, y así debe
seguir actuado de modo creciente en tiempos donde la fe se ha de transformar,
día a día, en amor solidario y comprometido. Además de cuidar intensamente la
alegría de creer y de dar testimonio de la fe en el mundo, unida a una tarea
permanente de transmitir la fe especialmente en el seno de nuestras familias,
del mundo educativo y de la cultura. Así mismo, desde hace algún tiempo, desde
la fortísima incidencia de la inmigración en nuestro país, la gran presencia
entre nosotros de hermanos católicos venidos de otras tierras y culturas, hacen
que Pentecostés sea marco sugerente para celebrar la riqueza que con ellos el
Señor ha dado a nuestras comunidades, valorando la unidad católica, desde esa variedad
que enriquece nuestra Diócesis. En nuestras tierras de Orihuela-Alicante esta
realidad es patente, y en este día, invocando al Espíritu Santo, os animo a
todos a que abramos el corazón y la mente a la catolicidad, a que nos sintamos
felices por ser católicos, universales, y a que practiquemos la integración,
supliquemos el gozo de la unidad católica, trabajando en el seno de unas
comunidades ricas, variadas, misioneras, bien unidas en una misma fe, por un
mismo amor, que nos da el Espíritu Santo que nos hace una única Iglesia. Su
Iglesia.
En la culminación de la Pascua,
en Pentecostés, mi afecto y bendición.
+ Jesús Murgui Soriano
Obispo de Orihuela-Alicante
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