"Ignorar a los pobres es despreciar a Dios" Francisco

domingo, 1 de septiembre de 2013

DECLARACIÓN DEL DÍA DEL TRABAJO

Todo ser humano disfruta de un derecho básico a ser respetado, no debido a ningún título, posición, prestigio o logro, sino primero que todo porque fuimos creados en la imagen y semejanza de Dios. Desde una perspectiva ética y moral aceptamos la exhortación de san Pablo "a amarnos cordialmente con amor fraterno" (Rom 12:10). La cultura competitiva de hoy día nos reta a luchar por la victoria y la ventaja, pero para san Pablo el reto es edificarnos los unos a los otros y honrar los unos la dignidad innata de los otros.

El Día del Trabajo es una oportunidad para evaluar las maneras en que los trabajadores son honrados y respetados. A principios de este año el papa Francisco señaló: "El trabajo es fundamental para la dignidad de las personas. ... Este le da a uno la capacidad de sustentarse a sí mismo, a su familia, de contribuir al crecimiento de la nación de uno”. Lamentablemente a millones de trabajadores hoy día se les niega este honor y respeto como resultado del desempleo, el subempleo, los salarios injustos, el robo de salarios, el abuso y la explotación.

Aun con los nuevos indicadores de un poco de progreso modesto en la recuperación, la economía todavía no ha mejorado el estándar de vida de muchas personas, especialmente para los pobres y los trabajadores pobres, muchos de los cuales están desempleados o subempleados. Más de cuatro millones de personas han estado desempleadas durante más de seis meses y eso no incluye a los otros millones que simplemente han perdido la esperanza. Por cada empleo disponible, en muchos casos hay cinco personas desempleadas y subempleadas que compiten activamente por este. Esta brecha en los empleos impulsa los salarios hacia abajo. La mitad de los empleos en este país pagan menos de $27,000 anuales. Más de 46 millones de personas viven en la pobreza, incluyendo 16 millones de niños. La economía no está creando un número adecuado de empleos que permita que los trabajadores se sustenten a sí mismos y a sus familias. Los empleos, los salarios y la pobreza están interrelacionados. La única manera de reducir la creciente brecha entre los ricos y los más pobres en nuestro país es creando empleos de calidad que provean justa compensación que permita que los trabajadores vivan en la dignidad apropiada para ellos y sus familias.

La creciente desigualdad lastima familias y comunidades

El alto desempleo y el subempleo están conectados con el aumento de la desigualdad de ingresos. Las palabras proféticas del papa emérito Benedicto XVI en Caritas in Veritate nos advierten de los peligros de la desigualdad:

La dignidad de la persona y las exigencias de la justicia requieren, sobre todo hoy, que las opciones económicas no hagan aumentar de manera excesiva y moralmente inaceptable las desigualdades y que se siga buscando como prioridad el objetivo del acceso al trabajo por parte de todos … El aumento sistémico de las desigualdades entre grupos sociales … no solo tiende a erosionar la cohesión social y, de este modo, poner en peligro la democracia, sino que tiene también un impacto negativo en el plano económico por el progresivo desgaste del “capital social” … indispensables en toda convivencia civil. (No. 32)

¿Es posible que esto esté ocurriendo aquí en los Estados Unidos? En muchos lugares la riqueza y las necesidades básicas están separadas solamente por unas cuantas cuadras o paradas del tren subterráneo. Solamente tenemos que mirar debajo de los puentes y en los callejones. Las palabras de Gaudium et Spes (no. 63) del Segundo Concilio Vaticano de hace cincuenta años parecen ser igual de ciertas hoy: “Mientras muchedumbres inmensas carecen de lo estrictamente necesario, algunos, aun en los países menos desarrollados, viven en la opulencia y malgastan sin consideración”. ¿Cómo puede decirse que las personas se honran las unas a las otras cuando tales "extravagancia y miseria coexisten"?

¿Quiénes tenemos la esperanza de ser como nación?

La mayoría de la gente quiere vivir en una sociedad más equitativa que provea oportunidades de crecimiento y desarrollo. Los desequilibrios actuales no son inevitables, pero exigen audacia en la promoción de una economía justa que reduzca la desigualdad creando empleos que paguen un salario suficiente para vivir y compartan con los trabajadores algo de las ganancias de la compañía. También requiere asegurar una red fuerte de seguridad para los trabajadores desempleados y sus familias y para aquellos que estén incapacitados para trabajar. Como individuos y familias, como la Iglesia, como organizaciones comunitarias, como negocios, como gobiernos, todos tenemos la responsabilidad de promover la dignidad del trabajo y de honrar los derechos de los trabajadores.

Desde el final de la Guerra Civil los sindicatos han sido una parte importante de nuestra economía porque proveen protección para los trabajadores y más importante una forma para que los trabajadores participen en las decisiones que les afectan de las compañías . La enseñanza católica ha afirmado consistentemente el derecho de los trabajadores a escoger formar un sindicato. El aumento de la desigualdad de ingresos ha reflejado un descenso de afiliación sindical. Los sindicatos, como todas las instituciones humanas, son imperfectas y tienen que continuar reformándose para mantenerse enfocados en los asuntos importantes de los salarios suficientes para vivir y beneficios apropiados, aumentar el salario mínimo, detener el robo de salarios, defender las condiciones de trabajo seguras y saludables y otros asuntos que promueven el bien común. La Iglesia, de acuerdo con sus principios sobre la vida y la dignidad de la persona humana, desea colaborar con los sindicatos para asegurar los derechos y la dignidad de los trabajadores.

Las empresas privadas, en su mejor forma, crean empleos decentes, contribuyen al bien común y pagan salarios justos. Los líderes comerciales éticos y morales saben que es erróneo perseguir ganancias y éxito a costa de la dignidad de los trabajadores. Ellos saben que tienen una vocación para edificar el tipo de solidaridad que honra al trabajador y a los más pobres entre nosotros. Ellos recuerdan que la economía es "para la gente". Ellos saben que grandes daños resultan cuando separan su fe o sus valores humanos de su trabajo como líderes empresariales.

Siempre que sea posible debemos apoyar aquellos negocios y empresas que protegen la vida y la dignidad humana, pagan salarios justos y protegen los derechos de los trabajadores. Debemos apoyar las políticas de inmigración que mueven a los trabajadores inmigrantes de las sombras a un estado legalizado y les ofrecen un camino justo y razonable hacia la ciudadanía, de modo que sus derechos humanos sean protegidos y aumenten los salarios para todos los trabajadores.

Honramos al trabajador inmigrante recordando que la edificación de los Estados Unidos ha sido realizada por tantos que huyeron de la persecución, la violencia y la pobreza en otros lugares, viniendo a los Estados Unidos para ofrecer sus talentos y dones para sustentarse a sí mismos y a sus familias. Acogemos al forastero, al refugiado, al migrante y al marginado porque son hijos de Dios y es nuestro deber hacerlo. Pero a su vez es importante terminar las condiciones políticas, sociales y económicas que expulsan a las personas de sus patrias y familias. La solidaridad nos llama a honrar a los trabajadores en nuestras propias comunidades y en todo el mundo.

El dolor de los pobres y de los que se están convirtiendo en pobres en la creciente desigualdad económica de nuestra sociedad está aumentando. Por lo tanto, en este Día del Trabajo del 2013, renovemos nuestro compromiso de promover la dignidad de la persona humana mediante el trabajo que es honorable, paga salarios justos y reconoce la dignidad dada por Dios a la persona trabajadora.

Al final de la Misa se nos ordena: "Vayan y anuncien el Evangelio del Señor". Nos vamos con un sentido de misión de demostrarnos honor los unos a los otros con lo que hacemos y decimos. En este Día del Trabajo nuestra misión nos lleva hasta los millones de personas que continúan sufriendo los efectos de la economía actual.

Obispo Stephen E. Blaire de Stockton
Director, Comité Sobre Justicia Nacional y Desarrollo Humano
Conferencia Estadounidense de Obispos Católicos

2 de septiembre de 2013

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