En
relación con estas discrepancias y alarmas, llama mucho la atención el artículo
que en el diario italiano “Il Foglio” firman dos periodistas
(Alessandro Gnocchi y Mario Palmaro), y que su traductor al castellano lo
contextualiza en “la situación de anomalía sin
descuentos en que se encuentra la Iglesia” y que atribuye a un pontificado (el de Francisco) que califica como “tan
dolorosamente singular”.
Sin entrar en todos los
aspectos de un artículo especialmente largo (más de siete páginas), hay uno que
llama sobre otros la atención, pues en
él se acusa veladamente al papa nada menos que de haber “llegado a una concepción radicalmente subjetivista del
juicio moral”, y todo ello citando el
número 32 de la “Veritatis Splendor” de Juan Pablo
II, dirigido por éste a puntualizar “algunas corrientes de pensamiento moderno”, y
que los articulistas presentan como una contraposición entre el Papa Wojtyla y
el Vaticano II, a quien aquel, según ellos, corregiría.
¿Qué
afirmación del Papa Francisco provocó una crítica tan radical? Los mismos autores
del artículo lo indican: en una entrevista, realizada por Eugenio Scalfari y
publicada en la “Civiltá Cattolica”, a la
pregunta del entrevistador “¿existe una visión única del Bien?, ¿Quién la
establece?”, el Papa contesta “Cada uno de nosotros tiene una visión del
Bien y del Mal. Nosotros debemos animar a cada uno a dirigirse a lo que piensa
que es el Bien”. El entrevistador continúa “Usted, santidad, ya lo escribió
en la carta que me mandó: La conciencia es autónoma, y cada uno debe obedecer a
la propia conciencia….”. Y el Papa le contesta “Y aquí lo repito. Cada uno tiene
su propia idea del bien y del mal, y debe elegir seguir el Bien y combatir el
Mal tal como él lo concibe. Bastaría eso para cambiar el
mundo”.
Probablemente,
a los autores del artículo crítico con el Papa, les habría gustado más que Francisco se hubiera enredado
en explicaciones sobre el concepto objetivo del bien y del mal y sobre la
obligación que todas las personas tenemos de llegar a la verdad objetiva,
cuestiones todas ellas enseñadas por la Iglesia. Sin embargo el Papa ha optado,
y ahí les duele a sus críticos, por
priorizar el valor de la conciencia como “núcleo más sagrado y sagrario del hombre”
(Gaudium et spes, 16), conciencia que
las personas han de seguir porque “la dignidad humana requiere, por tanto, que
el hombre actúe según su conciencia y libre elección, es decir, movido e
inducido por convicción interna personal y no bajo la presión de un ciego
impulso interior o de la mera coacción externa” (Gaudium et spes 17). Todo esto también lo enseña la Iglesia que
además, en relación con un tema tan sensible para ella como la libertad
religiosa, tras afirmar en la
Declaración conciliar “Dignitatis humanae” que “la dignidad de la persona humana se hace
cada vez más clara en la conciencia de los hombres de nuestro tiempo, y aumenta
el número de quienes exigen que los hombres en su actuación gocen y usen de su
propio criterio y de una libertad responsable, no movidos por coacción sino
guiados por la conciencia del deber” (Dignitatis humanae 1) concluirá que “en materia religiosa ni se
obligue a nadie a obrar contra su
conciencia, ni se le impida que actúe conforme a ella…..” (Dignitatis humanae 2).
¡Claro
que todos tenemos la obligación de buscar la verdad!, “cada cual tiene la obligación, y
por consiguiente también el derecho, de buscar la verdad…..” (Dignitatis humanae 3) pero el mismo documento del Vaticano II
reconoce que esta “no se impone de otra manera sino por la fuerza de la misma verdad….”
(Dignitatis humanae 2).
Mucho
es de temer, no obstante la abundante doctrina conciliar, que quienes piensan
como los articulistas de “este Papa no nos gusta” no se
sientan satisfechos con ella cuando la cita anterior de Juan Pablo II en “Veritatis splendor” la interpretaban en clave de corrección al
Vaticano II. Quizás quienes así piensen y sientan, necesiten una doctrina más sólida y tradicional, más de
toda la vida.
Por
ello nada mejor que acabar esta reflexión con dos citas del que, posiblemente,
sea el más insigne teólogo de la historia de la Iglesia, Santo Tomás de Aquino.
-“Toda conciencia,
esté bien o mal informada, se refiera a cosas en sí malas o indiferentes, es
obligatoria, pues el que actúa contra su conciencia, peca”. (Quaestiones quodlibetales III, 27)
- “Hay que seguir
la conciencia, incluso contra el deseo de la Iglesia; incluso si estuviese
abocado a ser expulsado de la misma Iglesia”. (In IV Sententia, dist 38).
Desde
el respeto a la libertad de expresar cada uno lo que piensa (también la
libertad de los críticos con Francisco), y desde el sagrario de la propia
conciencia debo afirmar que “este Papa, sí me gusta”. Y mucho,
además.
Pepe Carmona
No hay comentarios:
Publicar un comentario