Ha sido presentado en la Oficina de
Prensa de la Santa Sede el documento preparatorio de la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos cuyo
tema es “Los desafios pastorales sobre
la familia en el contexto de la evangelización” que tendrá lugar en el
Vaticano del 5 al 19 de octubre de 2014.
El obispo Baldisseri ha explicado que
“la temática de este Sínodo... se inserta en una ruta de trabajo en dos etapas:
la primera es, precisamente, la Asamblea General Extraordinaria de 2014 cuyo
propósito es precisar el status quaestionis y recoger testimonios y propuestas
de los obispos para anunciar y vivir el Evangelio con credibilidad para la
familia; la segunda es la Asamblea General Ordinaria, prevista para 2015 , cuyo
fin es individuar las líneas operativas para la pastoral de la persona humana y
de la familia”.
Después ha recordado que si bien el
proceso de elaboración de cada asamblea sinodal comienza con una consulta entre
los diversos organismos que son interpelados sobre el tema en cuestión, en este
caso, sin embargo, “este proceso se desarrolla en formas particulares, sea
porque la metodología sinodal se encuentra en la actualidad en un momento de
revisión general, sea porque se trata de una Asamblea Extraordinaria”
En cuanto a la renovación metodológica,”
la idea es hacer que la institución sinodal sea un instrumento real y efectivo
de comunión a través del cual se exprese y se realice la colegialidad deseada
en el Concilio Vaticano II. De hecho, con este fin, es voluntad del Santo Padre
potenciar también la actividad de la Secretaría General del Sínodo de los
Obispos para que pueda cumplir adecuadamente su misión de promover la
colegialidad episcopal, cum Petro e sub Petro, en el gobierno de la Iglesia
universal. Esto implicará no sólo cambios estructurales y de naturaleza metodológica
del proceso sinodal, sino también la adaptación funcional de la Secretaría
General, incluyendo la recuperación del espacio físico de su sede”.
Por último, el arzobispo Bruno Forte
ha recordado que el enfoque para abordar los desafíos de la vida familiar en la
actualidad es el que el beato Juan XXIII anotaba en su diario poco antes de la
apertura del Concilio Vaticano II "Mirar todo a la luz del ministerio
pastoral , es decir: almas que salvar y que construir". “No se trata, en
definitiva- ha dicho-, de debatir asuntos de doctrina, por otra parte
explicadas ya por el Magisterio también reciente... La invitación que deriva para toda la Iglesia es escuchar los problemas
y expectativas que están viviendo hoy en día tantas familias, mostrase cerca de
ellas y ofrecerles de forma creíble la misericordia de Dios y la belleza de la
respuesta a su llamada”
DOCUMENTO PREPARATORIO DEL SÍNODO
Publicamos a continuación el documento
preparatorio de la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los
Obispos: Los desafíos pastorales sobre la familia en el contexto de la
evangelización.
I
– El Sínodo: familia y evangelización
La misión de predicar el Evangelio a
toda la humanidad ha sido confiada directamente por el Señor a sus discípulos y
es la Iglesia quien lleva adelante tal misión en la historia. En el tiempo que
estamos viviendo, la evidente crisis social y espiritual llega a ser un desafío
pastoral, que interpela la misión evangelizadora de la Iglesia para la familia,
núcleo vital de la sociedad y de la comunidad eclesial. La propuesta del
Evangelio sobre la familia en este contexto resulta particularmente urgente y
necesaria. La importancia del tema surge del hecho que el Santo Padre ha
decidido establecer para el Sínodo de los Obispos un itinerario de trabajo en
dos etapas: la primera, la Asamblea General Extraordinaria del 2014, ordenada a
delinear el “status quaestionis” y a recoger testimonios y propuestas de los
Obispos para anunciar y vivir de manera creíble el Evangelio de la familia; la
segunda, la Asamblea General Ordinaria del 2015, para buscar líneas operativas
para la pastoral de la persona humana y de la familia.
Hoy se presentan problemáticas
inéditas hasta hace unos pocos años, desde la difusión de parejas de hecho, que
no acceden al matrimonio y a veces excluyen la idea del mismo, a las uniones
entre personas del mismo sexo, a las cuales a menudo es consentida la adopción
de hijos. Entre las numerosas nuevas situaciones, que exigen la atención y el
compromiso pastoral de la Iglesia, bastará recordar: los matrimonios mixtos o
inter-religiosos; la familia monoparental; la poligamia, difundida todavía en
no pocas partes del mundo; los matrimonios concordados con la consiguiente
problemática de la dote, a veces entendida como precio para adquirir la mujer;
el sistema de las castas; la cultura de la falta de compromiso y de la
presupuesta inestabilidad del vínculo; formas de feminismo hostil a la Iglesia;
fenómenos migratorios y reformulación de la idea de familia; pluralismo
relativista en la concepción del matrimonio; influencia de los medios de
comunicación sobre la cultura popular en la comprensión de la celebración del
casamiento y de la vida familiar; tendencias de pensamiento subyacentes en la
propuestas legislativas que desprecian la estabilidad y la fidelidad del pacto
matrimonial; la difusión del fenómeno de la maternidad subrogada (alquiler de
úteros); nuevas interpretaciones de los derechos humanos. Pero, sobre todo, en
ámbito más estrictamente eclesial, la debilitación o el abandono de fe en la
sacramentalidad del matrimonio y en el poder terapéutico de la penitencia
sacramental.
A partir de todo esto se comprende la
urgencia con la cual el episcopado mundial, cum et sub Petro, considera
atentamente estos desafíos. Por ejemplo, si sólo se piensa que en el actual
contexto muchos niños y jóvenes nacidos de matrimonios irregulares no podrán
ver jamás a sus padres acercarse a los sacramentos, se comprende el grado de
urgencia de los desafíos puestos por la situación actual, por otro lado
difundida ampliamente en la “aldea global”, a la evangelización.
Esta realidad presenta una singular correspondencia
con la amplia acogida que está teniendo en nuestros días la enseñanza sobre la
misericordia divina y sobre la ternura en relación a las personas heridas, en
las periferias geográficas y existenciales: las expectativas que se derivan de
ello acerca de las decisiones pastorales sobre la familia son muchas. Por lo
tanto, una reflexión del Sínodo de los Obispos sobre estos temas parece tanto
necesaria y urgente, cuanto imperativa, como expresión de la caridad de los
Pastores, no sólo frente a todos aquellos que son confiados a ellos, sino
también frente a toda la familia humana.
II-
La Iglesia y el Evangelio sobre la familia
La buena noticia del amor divino ha de
ser proclamada a cuantos viven esta fundamental experiencia humana personal, de
vida matrimonial y de comunión abierta al don de los hijos, que es la comunidad
familiar. La doctrina de la fe sobre el matrimonio ha de ser presentada de
manera comunicativa y eficaz, para que sea capaz de alcanzar los corazones y de
transformarlos según la voluntad de Dios manifestada en Jesucristo.
En relación a la citación de las
fuentes bíblicas sobre el matrimonio y la familia, se indican en el presente
texto sólo las referencias esenciales. Así también para los documentos del
Magisterio parece oportuno limitarse a los documentos del Magisterio universal
de la Iglesia, integrándolos con algunos textos del Pontificio Consejo de la
Familia e invitando a los Obispos que participan en el Sínodo a referirse a los
documentos de sus respectivos organismos episcopales.
Desde siempre y en las más diversas
culturas no ha faltado nunca la enseñanza clara de los pastores ni el
testimonio concreto de los creyentes, hombres y mujeres, que en circunstancias
muy diferentes han vivido el Evangelio sobre la familia como un don
inconmensurable para la vida de ellos y de sus hijos. El compromiso del próximo
Sínodo Extraordinario es impulsado y sostenido por el deseo de comunicar a
todos, más incisivamente este mensaje esperando que, de este modo, «el tesoro
de la revelación encomendado a la Iglesia vaya llenando los corazones de los
hombres» (DV 26).
El proyecto de Dios Creador y Redentor
La belleza del mensaje bíblico sobre
la familia tiene su fundamento en la creación del hombre y la mujer, ambos
hechos a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1,24-31; 2, 4b-25). Unidos por un
vínculo sacramental indisoluble, los esposos viven la belleza del amor, de la
paternidad, de la maternidad y de la dignidad suprema de participar así en la
obra creadora de Dios.
En el don del fruto de la propia unión
asumen la responsabilidad del crecimiento y de la educación de otras personas
para el futuro del género humano. A través de la procreación, el hombre y la
mujer cumplen en la fe la vocación de ser colaboradores de Dios en la custodia
de la creación y en el crecimiento de la familia humana.
El Beato Juan Pablo II ha comentado
este aspecto en la Familiaris Consortio: «Dios ha creado al hombre a su imagen
y semejanza (cf. Gn 1,26s): llamándolo a la existencia por amor, lo ha llamado
al mismo tiempo al amor. Dios es amor (1Jn 4,8) y vive en sí mismo un misterio
de comunión personal de amor. Creándola a su imagen y conservándola
continuamente en el ser, Dios inscribe en la humanidad del hombre y de la mujer
la vocación y consiguientemente la capacidad y la responsabilidad del amor y de
la comunión (cf. Gaudium et Spes, 12). El amor es por tanto la vocación
fundamental e innata de todo ser humano» (FC, n. 11).
Este proyecto de Dios creador, que el
pecado original ha trastornado (cf, Gn 3,1-24), se ha manifestado en la
historia a través de las vicisitudes del pueblo elegido hasta la plenitud de
los tiempos, cuando, con la encarnación del Hijo de Dios no sólo quedó
confirmada la voluntad divina de salvación, sino también, con la redención, fue
ofrecida la gracia para obedecer a esa misma voluntad.
El Hijo de Dios, el Verbo hecho carne
(cf. Jn 1,14) en el vientre de la Virgen Madre, vivió y creció en la familia de
Nazaret y participó en las bodas de Caná enriqueciendo la fiesta con el primero
de sus “signos” (cf. Jn 2,1-11). Él ha aceptado con alegría la hospitalidad
familiar de sus primeros discípulos (cf. Mc 1,29-31; 2,13-17) y ha consolado el
luto de la familia de sus amigos de Betania (cf. Lc 10,38-42;Jn 11,1-44).
Jesucristo ha restablecido la belleza del
matrimonio proponiendo nuevamente el proyecto unitario de Dios, que había sido
abandonado por la dureza del corazón humano, aún en la tradición del pueblo de
Israel (cf. Mt 5,31-32; 19,3-12; Mc 10,1-12; Lc 16,18). Volviendo al origen,
Jesús ha enseñado la unidad y la fidelidad entre los esposos, reprobando el
repudio y el adulterio.
Precisamente a través de la
extraordinaria belleza del amor humano – ya celebrada con matices inspirados en
el Cantar de los Cantares y prefigurada en el vínculo esponsalicio exigido y
defendido por Profetas como Oseas (Os 1,2-3,3) y Malaquías (Ml 2,13-16) – Jesús
ha confirmado la dignidad originaria del amor conyugal del hombre y de la
mujer.
La enseñanza de la Iglesia sobre la
familia
También en la comunidad cristiana
primitiva la familia aparece como «Iglesia doméstica» (cf. CCC 1655). En los
llamados “códigos familiares” de las Epístolas Apostólicas neotestamentarias,
la grande familia del mundo antiguo es considerada como lugar de la solidaridad
más profunda entre mujeres y maridos, entre padres e hijos, entre ricos y
pobres (cf. Ef 5,21-6,9; Col 3,18-4,1; 1Tm 2,8-15; Tt 2,1-10; 1P 2,13-3,7; cf.
además la Epístola a Filemón). En particular, la Epístola a los Efesios ha
visto en el amor nupcial entre el hombre y la mujer «el gran misterio», que
hace presente en el mundo el amor de Cristo y de la Iglesia (cf. Ef 5,31-32).
En el curso de los siglos, sobre todo
en la época moderna hasta nuestros días, la Iglesia no ha hecho faltar su
constante y creciente enseñanza sobre la familia y sobre el matrimonio que la
fundamenta. Una de las expresiones más altas ha sido propuesta por el Concilio
Ecuménico Vaticano II, en la Constitución pastoral Gaudium et Spes, la cual,
refiriéndose a los problemas más urgentes, dedica un capítulo entero a la
promoción de la dignidad del matrimonio y de la familia, como aparece en la
descripción de su valor para la constitución de la sociedad: «Así, la familia,
en la que distintas generaciones coinciden y se ayudan mutuamente a lograr una
mayor sabiduría y a armonizar los derechos de las personas con las demás
exigencias de la vida social, constituye el fundamento de la sociedad» (GS 52).
De especial intensidad es el llamado a una espiritualidad Cristocéntrica para
los esposos creyentes: «los propios cónyuges, finalmente, hechos a imagen de
Dios vivo y constituidos en el verdadero orden de personas, vivan unidos, con
el mismo cariño, modo de pensar idéntico y mutua santidad, para que habiendo
seguido a Cristo, principio de vida, en los gozos y sacrificios de su vocación,
por medio de su fiel amor, sean testigos de aquel misterio de amor que el Señor
con su muerte y resurrección reveló al mundo» (GS 52).
También los Sucesores de Pedro,
después del Concilio Vaticano II, han enriquecido con su Magisterio la doctrina
sobre el matrimonio y sobre la familia, en particular Pablo VI con la Encíclica
Humanae vitae, que ofrece específicas enseñanzas sobre los principios y sobre
la praxis. Sucesivamente el Papa Juan Pablo II en la Exhortación Apostólica
Familiaris consortio ha querido insistir en este aspecto, al proponer el
designio divino sobre la verdad originaria del amor de los esposos y de la
familia, en estos términos: «El único “lugar” que hace posible esta donación
total es el matrimonio, es decir, el pacto de amor conyugal o elección
consciente y libre, con la que el hombre y la mujer aceptan la comunidad íntima
de vida y amor, querida por Dios mismo (cf. Gaudium et Spes, 48), que sólo bajo
esta luz manifiesta su verdadero significado. La institución matrimonial no es
una ingerencia indebida de la sociedad o de la autoridad ni la imposición
intrínseca de una forma, sino exigencia interior del pacto de amor conyugal que
se confirma públicamente como único y exclusivo, para que sea vivida así la
plena fidelidad al designio de Dios Creador. Esta fidelidad, lejos de rebajar
la libertad de la persona, la defiende contra el subjetivismo y relativismo, y
la hace partícipe de la Sabiduría creadora» (FC 11).
El Catecismo de la Iglesia Católica
recoge estos datos fundamentales: «La alianza matrimonial, por la que un hombre
y una mujer constituyen una íntima comunidad de vida y de amor, fue fundada y
dotada de sus leyes propias por el Creador. Por su naturaleza está ordenada al
bien de los cónyuges así como a la generación y educación de los hijos. Entre
bautizados, el matrimonio ha sido elevado por Cristo Señor a la dignidad de
sacramento (cf. GS 48,1; CIC can. 1055, §1)» (CCC 1660).
La doctrina expuesta en el Catecismo
se refiere tanto a los principios teológicos como al comportamiento moral,
tratados en dos títulos distintos: El sacramento del matrimonio (nn. 1601-1658)
y El sexto mandamiento (nn.2331-2391). La atenta lectura de estas partes del
Catecismo ayuda a la comprensión actualizada de la doctrina de la fe, que ha de
sostener la acción de la Iglesia ante los desafíos del presente. Su pastoral se
inspira en la verdad del matrimonio considerado en el designio de Dios, que ha
creado el hombre y la mujer y en la plenitud de los tiempos ha revelado en
Jesucristo también la plenitud del amor esponsalicio elevado a sacramento. El
matrimonio cristiano fundado sobre el consenso y también dotado de efectos
propios, como los bienes y las obligaciones de los esposos, sin embargo no ha
sido sustraído al régimen del pecado (cf. Gn 3, 1-24), que puede procurar
heridas profundas y también ofensas a la misma dignidad del sacramento.
La reciente Encíclica del Papa
Francisco, Lumen Fidei, habla de la familia en su vínculo con la fe que revela
«hasta qué punto pueden ser sólidos los vínculos humanos cuando Dios se hace
presente en medio de ellos» (LF 50). «El primer ámbito que la fe ilumina en la
ciudad de los hombres es la familia. Pienso sobre todo en el matrimonio, como
unión estable de un hombre y una mujer: nace de su amor, signo y presencia del
amor de Dios, del reconocimiento y la aceptación de la bondad de la
diferenciación sexual, que permite a los cónyuges unirse en una sola carne (cf.
Gn 2,24) y ser capaces de engendrar una vida nueva, manifestación de la bondad
del Creador, de su sabiduría y de su designio de amor. Fundados en este amor,
hombre y mujer pueden prometerse amor mutuo con un gesto que compromete toda la
vida y que recuerda tantos rasgos de la fe. Prometer un amor para siempre es posible
cuando se descubre un plan que sobrepasa los propios proyectos, que nos
sostiene y nos permite entregar totalmente nuestro futuro a la persona amada».
«La fe no es un refugio para gente pusilánime, sino que ensancha la vida. Hace
descubrir una gran llamada, la vocación al amor, y asegura que este amor es
digno de fe, que vale la pena ponerse en sus manos, porque está fundado en la
fidelidad de Dios, más fuerte que todas nuestras debilidades» (LF 53).
III
– Cuestionario
Las siguientes preguntas permiten a
las Iglesias particulares participar activamente en la preparación del Sínodo
Extraordinario, que tiene como objetivo anunciar el Evangelio en los actuales
desafíos pastorales en relación a la familia.
1 - Sobre la difusión de la Sagrada
Escritura y del Magisterio de la Iglesia en relación a la familia
a) ¿Cuál es el real conocimiento de
las enseñanzas de la Biblia, de la Gaudium et spes, de la Familiaris consortio
y de otros documentos del Magisterio post-conciliar sobre el valor de la
familia según la Iglesia Católica? ¿Cómo nuestros fieles son formados en la
vida familiar según las enseñanzas de la Iglesia?
b) Allí donde se conocen las
enseñanzas de la Iglesia ¿son éstas integralmente aceptadas? ¿se verifican
dificultades para ponerlas en práctica? ¿Cuáles?
c) ¿Cómo se difunden las enseñanzas de
la Iglesia en el contexto de los programas pastorales a nivel nacional,
diocesano y parroquial? ¿Qué catequesis se ofrece sobre la familia?
d) ¿En qué medida – y en particular en
relación a qué aspectos – dichas enseñanzas son realmente conocidas, aceptadas,
rechazadas y/o criticadas en ambientes extra eclesiales? ¿Cuáles son los
factores culturales que obstaculizan la plena recepción de las enseñanzas de la
Iglesia sobre la familia?
2 - Sobre el matrimonio según la ley
natural
a) ¿Qué lugar ocupa el concepto de ley
natural en la cultura civil, tanto a nivel institucional, educativo y
académico, como a nivel popular? ¿Qué visiones antropológicas se dan por
sobrentendidas en el debate sobre el fundamento natural de la familia?
b) ¿Es comúnmente aceptado, en cuanto
tal, el concepto de ley natural en relación a la unión entre el hombre y la
mujer, de parte de los bautizados en general?
c) ¿Cómo es contestada, en la práctica
y en la teoría, la ley natural en lo que respecta a la unión entre el hombre y
la mujer en vista de la formación de una familia? ¿Cómo es propuesta y
profundizada en los organismos civiles y eclesiales?
d) ¿Cómo se deberían afrontar los
desafíos pastorales que surgen cuando bautizados, no practicantes o que se
declaran no creyentes, piden la celebración del matrimonio?
3 – La pastoral de la familia en el
contexto de la evangelización
a) ¿Qué experiencias han sido
maduradas en las últimas décadas en orden a la preparación al matrimonio? ¿Cómo
se ha tratado de estimular la tarea de evangelización de los esposos y de la
familia? ¿En qué modo se puede promover la conciencia de la familia como
“Iglesia doméstica”?
b) ¿Se ha logrado proponer estilos de
oración en familia, que sean capaces de resistir ante la complejidad de la vida
y de la cultura actual?
c) ¿En qué modo las familias
cristianas han sabido realizar la propia vocación de trasmitir la fe en la
actual situación de crisis entre las generaciones?
d) ¿De que manera las Iglesias locales
y los movimientos de espiritualidad familiar ha sabido crear caminos
ejemplares?
e) ¿Qué aporte específico han logrado
dar los matrimonios y las familias, en orden a la difusión de una visión
integral del matrimonio y de la familia cristiana, que sea creíble hoy?
f) ¿Qué atención pastoral ha
demostrado la Iglesia para sostener el camino de los matrimonios en formación y
de aquellos que atraviesan por una crisis?
4 – Sobre la pastoral para afrontar
algunas situaciones matrimoniales difíciles
a) ¿Es una realidad pastoral relevante
en la Iglesia particular la convivencia ad experimentum? ¿Es posible estimar
numéricamente un porcentaje?
b) ¿Existen uniones libres de hecho,
sin reconocimiento religioso ni civil? ¿Hay datos estadísticos confiables?
c) ¿Son una realidad pastoral
relevante en la Iglesia particular los que están separados y los divorciados
casados de nuevo? ¿Cuál es el porcentaje numéricamente estimable? ¿Cómo se
enfrenta esta realidad a través de programas pastorales adecuados?
d) En estos casos: ¿Cómo viven los
bautizados su irregularidad? ¿Son conscientes de ella? ¿Manifiestan simplemente
indiferencia? ¿Se sienten marginados y viven con sufrimiento la imposibilidad
de recibir los sacramentos?
e) ¿Qué piden las personas divorciadas
y casadas de nuevo a la Iglesia a propósito de los sacramentos de la Eucaristía
y de la Reconciliación? Entre las personas que se encuentran en estas
situaciones ¿cuántas piden dichos sacramentos?
f) ¿Podría ofrecer realmente un aporte
positivo a la solución de las problemáticas de las personas implicadas la
agilización de la praxis canónica en orden al reconocimiento de la declaración
de nulidad del vínculo matrimonial? Si la respuesta es afirmativa ¿en qué
forma?
g) ¿Existe una pastoral orientada a la
atención de estos casos? ¿Cómo se desarrolla esa actividad pastoral? ¿Existen
al respecto programas a nivel nacional y diocesano? ¿Cómo es anunciada a los
separados y a los divorciados casados de nuevo la misericordia de Dios? ¿Cómo
se pone en práctica el apoyo de la Iglesia en el camino de fe de estas
personas?
5 -Sobre las uniones de personas del
mismo sexo
a) ¿Existe en el país una ley civil de
reconocimiento de las uniones de personas del mismo sexo equiparadas, de algún
modo, al matrimonio?
b) ¿Qué actitud asumen las Iglesias
particulares y locales ante el Estado civil, promotor de uniones civiles entre
personas del mismo sexo, y también ante las mismas personas implicadas en este
tipo de uniones?
c) ¿Qué atención pastoral es posible
desarrollar en relación a las personas que han elegido vivir según este tipo de
uniones?
d) ¿Cómo habría que comportarse
pastoralmente, en el caso de uniones de personas del mismo sexo que hayan
adoptado niños, en vista de la transmisión de la fe?
6 - Sobre la educación de los hijos en
las situaciones matrimoniales irregulares
a) ¿Cuál es en estos casos la
proporción estimada de niños y adolescentes, en relación a los niños nacidos y
educados en familias regularmente constituidas?
b) ¿Con qué actitud los padres se
dirigen a la Iglesia? ¿Qué piden? ¿Sólo los sacramentos o también la
catequesis?
c) ¿Cómo las Iglesias particulares
intentan responder a la necesidad de los padres de estos niños de ofrecer una
educación cristiana para sus hijos?
d) ¿Cómo se desarrolla la praxis sacramental
en estos casos: la preparación, la administración del sacramento y el
acompañamiento?
7 - Sobre la apertura de los cónyuges
a la vida
a) ¿Tienen los cristianos un real
conocimiento de la doctrina de la Humanae vitae sobre la paternidad responsable?
¿Qué conciencia se tiene del valor moral de los diferentes métodos de control
de los nacimientos? ¿Qué profundizaciones podrían ser sugeridas sobre esta
materia desde el punto de vista pastoral?
b) ¿Es aceptada la mencionada doctrina
moral? ¿Cuáles son los aspectos más problemáticos que dificultan la aceptación
en la gran mayoría de los matrimonios?
c) ¿Qué métodos naturales son
promovidos de parte de las Iglesias particulares para ayudar a los cónyuges a
aplicar la doctrina de la Humanae vitae?
d) ¿Cuál es la experiencia respecto a
este tema en la praxis del sacramento de la Penitencia y en la participación en
la Eucaristía?
e) ¿Qué contrastes se detectan entre
la doctrina de la Iglesia y la educación civil en relación a esta temática?
f) ¿Cómo se puede promover una
mentalidad más abierta a la natalidad? ¿Cómo se puede favorecerse el aumento de
los nacimientos?
8 - Sobre la relación que existe entre
la familia y la persona
a) Jesucristo revela el misterio y la
vocación del ser humano ¿La familia es realmente un ambiente privilegiado para
que esto tenga lugar?
b) ¿Qué situaciones críticas de la
familia en el mundo actual pueden constituir un obstáculo para el encuentro de
la persona con Cristo?
c) ¿En qué medida las crisis de fe que
las personas pueden atravesar inciden en la vida familiar?
9 - Otros desafíos y propuestas
¿Existen
otros desafíos y propuestas en relación a los temas tratados en este
cuestionario que merezcan ser considerados como urgentes o útiles?
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