...O de la reconciliación con Dios, con nosotros
mismos y con todos.
Vemos normal la revisión de
nuestro vehículo cada cierto tiempo. También vemos muy conveniente la revisión
médica cuando no nos sentimos bien. Y cuando tenemos cualquier problema
psicológico, no dudamos echar mano del psicólogo o del psiquiatra. La vida, las
cosas, la naturaleza requiere un cuidado. Seguramente dedicamos todas las
semanas unas hora a limpiar y ordenar nuestra casa, a lavar nuestra ropa, además
de lavarnos y asearnos todos los días. Pero, si algo hemos de cuidar es nuestra
vida personal y la de las personas que nos rodean, a todos los niveles y en
todos los aspectos. También vemos claro que nosotros solos/as no nos podemos
cuidar en todos los aspectos y necesidades. Necesitamos de los otros, y de
personas que tengan una preparación para ayudarnos. Es verdad que nos cuesta
afrontar nuestros problemas, nuestras enfermedades, y nuestros fallos, sobre
todo cuando afectan a vivencias profundas e íntimas de nuestra vida, y, más
todavía, cuando, en la solución de nuestros problemas personales, ha de
intervenir otra u otras personas. Pero, los problemas y las enfermedades, sólo
se solucionan reconociéndolos, aceptándolos, afrontándolos, no ignorándolos, y,
en muchas ocasiones, compartiéndolos. Parece una cosa clara, repetimos, que,
para avanzar, clarificarnos y crecer, necesitamos de los otros.
Para afrontar y curar los
problemas y heridas más profundas de nuestra vida, nos ha dejado Jesús el
sacramento de la
Penitencia. Este sacramento se ha celebrado de muy diversas
maneras a través de la historia. Hoy también se celebra de distintas maneras.
De una forma u otra, en todas las celebraciones, queda claro que Dios, cuando
reconocemos nuestros fallos y volvemos a él,
nos ofrece su perdón y celebra una fiesta, y que, reconciliarnos con él,
es también reconciliarnos con la comunidad y con todos. Y también se ve que
Dios nos da su perdón a través de la comunidad. Nos encontramos con Dios a
través de nosotros mismos, de las otras personas y de la comunidad. Es muy
importante reconocer, verbalizar, compartir aquello que nos esclaviza o que nos
daña, como el enfermo/a que va al médico y expresa, verbaliza y comparte lo que
le pasa.
Lo primero que hemos de pensar es
que, este sacramento, más que una obligación, es un don, una oportunidad que se
nos ofrece, que responde a una necesidad nuestra. La Iglesia sugiere que lo
hagamos una vez al año. Pero miremos más el don de Dios y nuestra necesidad,
que la normativa de la Iglesia ,
que tampoco viene mal.
Hay otra cosa a tener en cuenta. La Iglesia recomienda que, a
la hora de recibir este sacramento, escojamos el sacerdote que mejor nos puede
escuchar y comprender, el que nos merezca más confianza, el que, según
nosotros, mejor puede expresarnos y manifestarnos el perdón y el amor de Dios,
no el que nos dé la razón en todo, aunque, cuando no encontramos el “sacerdote
ideal” para nosotros, está claro que Dios nos ofrece su perdón a través de
cualquiera de ellos, porque el perdón no nos viene del sacerdote sino de Dios
aunque sea a través de una persona igual que nosotros.
Tenemos varias cosas para
afrontar la realidad de nuestra vida: La formación, la reunión de nuestro
grupo, la Revisión
de Vida, el Cuaderno Vida… Otro medio que Dios nos ofrece para aquilatar,
renovar, y curar las heridas de nuestra vida es el sacramento de la Penitencia , que, en los
grupos donde tenemos confianza, se puede celebrar de forma comunitaria,
adaptada a la realidad de las personas que lo forman.
Cuando vienen fiestas importantes, solemos hacer una buena limpieza de
nuestra casa, a veces hasta la pintamos. No vendría mal que, también, en las
fiestas importantes, renováramos nuestra vida a través del sacramento de la Reconciliación.
Claro está que, todo esto, supone nuestra fe en Jesús, la
aceptación de su mensaje y nuestra pertenencia a la Iglesia , como era el caso
de Guillermo Rovirosa.
José Lozano
Consiliario diocesano de la HOAC
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