"Ignorar a los pobres es despreciar a Dios" Francisco

viernes, 28 de febrero de 2014

«Venga a nosotros tu Reino»


Mirar hoy como las mujeres de la Biblia
(8 de marzo, Día de la Mujer Trabajadora)

Queridos hermanos y hermanas de fe: os propongo en este 8 de marzo echar una mirada a la realidad y situarnos activamente en ella, teniendo como referencia la novedosa y liberadora relación que en­tabló Jesús con los oprimidos y marginados de su sociedad: mujeres, enfermos, extranjeros, pobres...

Superar distancias, no pasar de largo

En el comportamiento de JESÚS observamos que no vive en babia, sino que es muy consciente de la realidad de sufrimiento que esa so­ciedad injusta generaba entre los y las más pobres y desprotegidos. En Él descubrimos que hemos de estar muy cerca de las víctimas, ponernos de su parte, sacar a la luz sus problemas y denunciar la causa de su sufrimiento. Es en esa identifica­ción con las víctimas donde halla­remos al Cristo crucificado. Es ahí donde ligaremos inseparablemente el amor a Dios y al prójimo. Cuentan que Monseñor Angelelli, el obispo argentino asesinado, so­lía comentar: «Hay que vivir con un oído puesto en el Evangelio y otro en la gente. Como en un duetto operís­tico, vida y Evangelio se convierten en dos voces inseparables que ha­cen resonar la Palabra de Dios en estéreo»1

La realidad es que los niveles de pobreza en España han aumenta­do en un 8% desde el inicio de la crisis, que tenemos tres millones de personas que viven con menos de 307 euros al mes, que casi el 30% de nuestros niños viven bajo el umbral de la pobreza, que cuatro de cada 10 hogares no pueden hacer fren­te a imprevistos ni comer más de 3 días a la semana carne o pescado, que el recibo de la luz y el agua no para de subir, que casi dos millones de hogares tienen todos sus miem­bros en paro y que, desafortunada­mente, tener trabajo no garantiza salir de la pobreza porque el trabajo se ha precarizado2. Las medidas paliativas ante la crisis que se van tomando están dismi­nuyendo los derechos sociales y la­borales que tantos años de sudor y sangre costaron. Y mientras, los más ricos y poderosos han visto aumen­tar sus riquezas y poder. La brecha entre ricos y pobres se va ensan­chando

Por todo ello, hoy es un momento especial, una oportunidad para lle­var la eucaristía a la vida y la vida a la eucaristía y «anunciar su muerte en la agonía de tantos empobreci­dos por este sistema y de proclamar su resurrección». Y hacerlo no sola­mente a título personal, sino como Iglesia desde nuestros movimien­tos y asociaciones, desde nuestras parroquias, con nuestros pasto­res... La Iglesia, por fidelidad a Je­sucristo, necesita concretar en esta realidad sufriente que Deus Caritas est (Dios es amor)3.

Mantener viva la esperanza y contagiarla

Como la mujer que amasa, vamos a hacer fermentar en la masa la humilde confianza de que la experiencia de la fraternidad no es insensata. Vamos a aprender de la tenaz insis­tencia de la cananea y de la viuda, que no consideraron inevitable la situación en que se hallaban y utili­zaron lo único que tenían, LA VOZ, para interferir en la conciencia de otros y cambiar su actitud. Actualicemos a los profetas. Man­tengamos un clamor persistente, máxime cuando está demostrado que la pobreza hoy no es un desti­no inevitable. El economista Juan Torres afirma que nunca antes se ha dispuesto de tantos medios para resolver las necesidades sociales, pero nunca estuvieron tan concentrados en tan pocas manos4. Pensemos que si esta construcción social y económica ha sido creada por el ser humano también puede ser cam­biada. Anunciemos que «otro mun­do es posible».

Como María de Magdala encontre­mos en las tumbas vacías de nues­tro mundo, la presencia del Resu­citado; mantengamos una mirada positiva más allá de las decepciones e impaciencias. Como dice el Papa Francisco: «No nos dejemos robar la esperanza».

Los cristianos y cristianas estamos llamados a poner alegría donde hay tristeza y consuelo donde hay pena. La alegría es signo de que Dios nos ama y ama con especial ternura a los que más sufren. Como Jesús he­mos sido enviados y enviadas «para dar la buena noticia a los que su­fren, para consolar a todos los que lloran» (Is 61,2), ofrecerles «aceite de gozo en vez de vestido de luto» (Is 61,3) enjugar nuestras lágrimas y las suyas y vendar los corazones doloridos, rotos, angustiados y des­esperados, animar a los abatidos y desilusionados y encender en ellos alguna luz5.

Como María, la del Magníicat6, podemos seguir creyendo contra todas las evidencias, que el brazo poderoso del Señor va a derribar del trono a los soberbios y va a col­mar de bienes a los hambrientos. Con ella inclinamos decididamente nuestro corazón hacia los verdade­ros dueños del pan: los desposeí­dos, los que no saben, no pueden. En ella, recuperamos al Dios de los pobres, al Dios parcial, al Dios de las causas perdidas; a ese Dios que re­chazan los poderosos.

Loles Gambín Molina, HOAC Callosa de Segura

 

1. Citado en DOLORES ALEIXANDRE, Hilvanes y pespuntes. Cuando la Biblia y la vida se tejen juntas, Feadulta.com, Madrid 2011, p. 88.

2. El comisario Europeo de Empleo y Asuntos Sociales, László Andor, dijo en rueda de prensa que el 12% de los trabajadores españoles viven en situación de pobreza.

3. BENEDICTO XVI, carta encíclica Deus caritas est, diciembre de 2005.

4. JUAN TORRES LÓPEZ, Contra la crisis, otra economía y otro modo de vivir, HOAC, octubre 2011, pg12.

5. Para rezar y profundizar en la alegría: «Como la gallina a sus polluelos» Adviento y Navidad 2002-03, p. 56-62 y ¡Si tú supieras...! Adviento y Navidad 2003-04 p 71-80 Editadas por Cáritas Española.

6. «.. .Su brazo interviene con fuerza, desbarata los planes de los arrogantes, derriba del trono a los poderosos y exalta a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide de vacío». (Lc 1, 48-53).

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