La Plenaria de la Conferencia
Episcopal Española celebrada el pasado mes de noviembre adoptó
un acuerdo sobre la Acción Católica (AC) que, por una parte, considera que hay
que apostar por impulsar la AC General para lograr una presencia fuerte en las
parroquias y diócesis, y, por otra, abre un proceso de diálogo con los
movimientos de la AC Especializada para ayudar a cada uno de ellos a discernir
su futuro, su proyecto y su modo de ser y hacer Acción Católica.
La Hermandad Obrera de AcciónCatólica nos alegramos mucho de que se abra este diálogo, que deseamos y
venimos pidiendo desde hace tiempo, porque lo que tengamos que ser la AC no
puede ser sino el resultado de un diálogo sincero entre los obispos y los
movimientos de laicos que configuramos la AC. Este diálogo forma parte de su
misma esencia –en realidad, de la misma esencia de la Iglesia– según las
«notas» con las que la caracterizó el Concilio Vaticano II en el Decreto sobre
el Apostolado de los Seglares («Apostolicam actuositatem»,
20). De hecho, la actual configuración de la Acción Católica Española (ACE),
una con dos modalidades, general y especializada, es el fruto del diálogo entre
obispos y movimientos que, viniendo de más atrás, culminó a finales de la
década de los ochenta y fue reconocido por la Plenaria de la Conferencia
Episcopal en el documento «Los cristianos laicos, Iglesia en
el mundo», de 1991, en sus números 124 a 128.
Hoy debemos saber aprovechar bien el
necesario diálogo acordado por la Plenaria. Consideramos que es hoy muy
importante. En primer lugar, para buscar promover el protagonismo de los laicos
en comunión con el ministerio pastoral, una realidad de la que estamos muy
necesitados en nuestra Iglesia y que debe hacer realidad lo que planteó el
Concilio: «Los laicos, cooperando, según el modo que les es propio, con la
jerarquía, aportan su experiencia y asumen responsabilidad en la dirección de
estas organizaciones, en el examen diligente de las condiciones en que ha de
ejercerse la acción pastoral de la Iglesia y en la elaboración y desarrollo del
método de acción» (AA 20, b).
Pero, en segundo lugar y sobre todo,
consideramos que este diálogo que ahora empieza es muy importante para buscar
juntos la mejor manera de impulsar la misión evangelizadora de la Iglesia,
porque el fin de la AC «es el fin apostólico de la Iglesia, es decir, la
evangelización y santificación de los hombres y la formación cristiana de sus
conciencias de tal manera que puedan imbuir del espíritu del Evangelio las
diversas comunidades y los diversos ambientes» (AA 20, a). Por eso, creemos que
lo más importante del diálogo debería ser qué respuestas pide hoy de la Iglesia
la situación de nuestra sociedad, la profunda crisis de humanidad que
padecemos, la situación de los pobres; qué tipo de respuesta pastoral nos
parece hoy la más adecuada para estas situaciones, en nuestras Iglesias diocesanas
y en la Iglesia de España.
Al compartir esas respuestas
podremos entrar de lleno realmente en qué AC es hoy necesaria y cómo deben ser
todos y cada uno de los movimientos que la componen para cumplir con ese fin,
pues la Acción Católica no tiene otro sentido que servir a esa acción pastoral
de la Iglesia. Así podremos dialogar también qué articulación y vertebración es
más conveniente entre todos los movimientos de AC, para que todos y cada uno
vivamos «a modo de cuerpo orgánico», «de forma que se manifieste mejor la
comunidad de la Iglesia y resulte más eficaz el apostolado» (AA 20, c).
Por lo que se refiere al encargo que
la Iglesia nos ha hecho a los movimientos de AC especializados en el mundo
obrero y del trabajo, servir a la evangelización de esa realidad, servir a la Pastoral Obrera de toda la Iglesia,
nuestra preocupación es la misma: cómo podemos hoy la Iglesia responder mejor a
las necesidades del mundo obrero y del trabajo en una realidad profundamente
marcada por la deshumanización y la negación práctica de la dignidad, del ser y
del vivir, de las personas; cómo debe ser la aportación de la Iglesia para
construir humanidad en esta realidad social desde el Evangelio de Jesucristo.
Porque solo respondiendo estas preguntas podremos valorar bien qué AC es la que
necesita hoy la Iglesia para responder lo mejor posible a las más profundas
necesidades humanas, en este caso en el mundo obrero y del trabajo.
Pedimos a Dios que este diálogo nos
ayude a madurar nuestra fe, nuestro encuentro con Jesucristo, nuestra vida
cristiana y nuestro ser Iglesia, haciendo más verdad en nuestras vidas que «una auténtica fe… siempre implica un
profundo deseo de cambiar el mundo… Amamos este magnífico planeta donde Dios
nos ha puesto, y amamos la humanidad que lo habita, con todos sus dramas y
cansancios, con sus anhelos y esperanzas, con sus valores y fragilidades… La
Iglesia no puede ni debe quedarse al margen en la lucha por la justicia. Todos
los cristianos, también los pastores, están llamados a preocuparse por la
construcción del mundo» (Francisco, Evangelii Gaudium,
181).
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