Lo que venga
detrás de este capitalismo puede ser aún peor
(José Ignacio
Calleja).- Sobre si tenemos que cambiar las personas para cambiar el
mundo a mejor, y esto de manera absoluta y primera, me parece una verdad de
Perogrullo, pero es una abstracción imposible.
Se suele
formular en sencillo así: "cambia tú, y cambiarás el mundo";
"si cada uno cambiamos a mejor, el mundo cambiará a la vez". O con
más profundidad: "Si no modificamos nuestras convicciones más profundas,
ya podemos cambiar todas las estructuras, que no lograremos vivir como
humanos". Esto es cierto, - digo -, pero es demasiado escolástico pensar
que pueda darse la sociedad más perfecta en sus estructuras con una mayoría de
inmorales y canallas por doquier, con gentes sin convicciones
humanas profundas.
Si personalmente
insisto tanto en las estructuras de justicia social, es por parecerme
que los sectores sociales más conservadores, y gran parte de las iglesias en
ellos, apelan una y otra vez a la pérdida y recuperación de los valores morales
y espirituales, sin discernirlos en su uso y abuso espiritualista, - en lo
religioso -, y excluyente, - en lo social -. Con la mejor intención, - voy a
suponerla siempre -, el discurso sale terrible en tantos y tantos. Por el
contrario, si alguien pone por delante este discernimiento social de la
injusticia contra tantos inocentes y débiles, - a partir de estructuras
sociales de poder tan claras y de gentes que las copan a su favor -, nadie va a
callar, - o muy pocos y equivocándose -, sobre el condicionamiento inigualable
de las personas concretas y de sus convicciones buenas para el logro de esa misma
sociedad justa. Pero hay que hacerlo, siempre y a la vez.
Con toda
certeza, la discusión de si cambiar "conciencias o estructuras",
como alternativa para la justicia social, ya no existe. Y volver a ella
tampoco. Es un enredo que nos distrae de lo fundamental y nos paraliza. Si esta
conexión se ignora o minusvalora, queriendo recuperar los sujetos del cambio
social justo, estamos entregándolos como corderos al matadero, y lo que
venga detrás de este capitalismo puede ser aún peor, nosotros culpables en
él.
Pues eso es lo
que estamos haciendo y queremos que nos entiendan. No hay un primero y un
segundo real e histórico entre conciencias malas y estructuras injustas. Que
cada uno se ponga en el caso descrito, u otros más cercanos y graves, y diga si
puede seguir con esa distinción escolástica, y que saque consecuencias en la
Iglesia. Paz y bien.
Publicado en Religión Digital
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