"Ignorar a los pobres es despreciar a Dios" Francisco

miércoles, 4 de mayo de 2011

“Ojo por ojo” contra Bin Laden. ¡Vaya con las democracias!

José Ignacio Calleja
Experto en Moral Social Cristiana

"Ha sido una venganza pura y dura"

 

¿Hemos de dar por bueno cualquier medio contra el terror y seguir con nuestra épica moral democrática?


Espero que reconozcan conmigo que lo de Bin Laden es una venganza pura y dura. El "ojo por ojo y diente por diente" en todo su esplendor. Así que quienes creíamos vivir en Estados de Derecho y que, como tales, sometían sus actuaciones a principios reglados y públicos, dentro y fuera de sus fronteras, ya podemos prepararnos para esta cura de realismo político y ético. Yo lo "entiendo" casi todo desde luego, pero no puedo compartir que algo que tiene toda la pinta de un asesinato, mejor dicho, de varios asesinatos, lo tengamos que aceptar en términos de una película del Oeste y como un bien moral para la humanidad. Hay que tener tragaderas para decir que la ejecución de varias personas, Bin Laden y los suyos, nos causa alegría, ¡Angela Merkel dixit, entre otros! Hay que hacerse un torniquete mental para penar que nos obliga a un mutis por el foro.

Yo había entendido que la muerte de las personas, ¡su liquidación!, nos causaba honda inquietud moral incluso en el peor de los supuestos. Pero no, es que no. Los Estados, y los Medios, y casi todo el mundo, ¡todavía!, aplauden con gozo una acción antiterrorista que tiene toda la pinta, hasta el momento, de no haberse sometido a ningún control de derecho internacional y de principios morales públicos. Contra Bin Laden, ¡parece!, vale todo, y el Estado que lo logra, se fortalece ante los suyos y ante los demás. Se fortalece, -me pregunto-, ¿como Estado imbatible contra "los malos", a costa de nuestro silencio moral, o como Estado imbatible contra el terror, respetando nuestras convicciones y leyes?

Hay una conclusión que se impone con toda evidencia: los Estados Democráticos, y la mayoría de sus ciudadanos, creen (creemos) en las reglas del Estado de Derecho hasta cierto punto; digamos que sí, "para tiempos de normalidad pública y delincuentes de relativa importancia", pero no para situaciones de venganza contra quien nos hizo un daño extremo y perdura como amenaza. Podrían decirme que estamos ante una extensión de la "guerra justa" (¡uf!), (¿se refieren a Irak?), o ante un caso de legítima defensa, pero ¿una legítima defensa que desde el principio decidió la muerte del terrorista como único final posible?

La política tiene sus reglas, y la política antiterrorista internacional más obscuras si cabe, pero ¿hemos de dar por bueno cualquier medio contra el terror y seguir con nuestra épica moral democrática? ¿Qué no harán los Estados, y aplaudiremos los pueblos, si le cogemos el gusto a que, "quien la hace, la paga", y si hace un mal muy grande, la paga sin control legal alguno?

La ética, que no es no de nadie y que es de todos, no debe pontificar desde un pedestal idealista contra los políticos, pero no debe callar, nunca, nunca, ¡tampoco en la venganza mortal contra Bin Laden!, sobre qué rostro nos devuelve el espejo del "no matarás" y del "uso de la fuerza legítima reglada". La ética nos cuestiona con la pregunta de cómo mañana seguiré creyendo en el principio moral de que, si se puede detener para juzgar, no se puede matar. Y hay que probar que no se puede detener. La presunción es que sí. ¡Uf, vaya con los Estados y sus principios!

Evidentemente, no sé si el mundo es más seguro hoy que ayer, ni ésta puede ser la razón definitiva para acabar con Bin Laden. Tampoco sé si Obama sale favorecido en su carrera hacia un nuevo mandato presidencial. Es probable. Me inquieta que coincida la "muerte" de Bin Laden con las revueltas "democratizadoras" en tantos países islámicos. ¿Es casualidad o alguien quiere una vuelta de tuerca en otra dirección? Ay, la política internacional es indescifrable para nosotros, gente del pueblo llano. Pero sé que se mueve entre secretos y que a menudo recorre el borde de fuera de la ley democrática y de la moral civil común, la de los Derechos Humanos. Esto es evidente. Y desde luego, no me parece que sea para celebrarlo. Paz y bien.

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