Entre el 16 y el 21 de Agosto miles de jóvenes participarán en Madrid en las Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ). Un evento para el que la Iglesia Española, comandada por el cardenal y arzobispo de Madrid Antonio Mª Rouco Varela, ha puesto todos sus esfuerzos y recursos posibles para recibir al Papa Benedicto XVI.
No cabe duda que un evento como las JMJ puede ser una oportunidad para vivir una experiencia afectiva, creativa, comunitaria y creyente que facilite un encuentro entre jóvenes que comparten su fe y que facilite también un encuentro profundo con Jesús.
Pero en lugar de una fuerte experiencia, la JMJ puede tener bastante de “espectáculo”. Es decir, una especie de montaje para ser consumido en forma de emoción y sensación eufórica. Un experimento construido a imagen de un gran banquete en el que se ausentan lisiados, cojos, ciegos, prostitutas, pobres y también jóvenes críticos, inconformistas y rebeldes con la Iglesia. Muchos de ellos ni siquiera han sido animados a participar de esa gran mesa.
La JMJ, que no deja de ser un acto puntual y pasajero, ha supuesto en los últimos meses que casi toda la actividad de la Iglesia Española haya estado centrada en la preparación y organización de este evento, que tendrá su punto de arranque con los “días previos en las diócesis” entre el 11 y el 15 de agosto. Se confirma así una apuesta de la jerarquía por una Pastoral Juvenil centrada en los grandes eventos y muy preocupada por el “cuántos” cristianos participamos, más que por el “cuánto” somos de cristianos y por cómo acercar y despertar en los jóvenes una fe que responda a nuestras vidas en el día a día y en las pequeñas cosas cotidianas.
Pronto veremos si de la JMJ de Madrid, que lleva por lema “Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe”, germinan procesos con continuidad más allá de este acontecimiento. Ello sería muy positivo para renovar una Pastoral Juvenil que hoy día está abducida por un evento que poco tiene de austero y sencillo; un evento que, por otra parte, tiene en el Papa a su figura protagonista. Y para ensalzarlo como artista principal del espectáculo se han preparado un sinfín de actos solemnes y protocolarios. Un evento, el de la JMJ, en el que el gran olvidado, pensamos, es Jesucristo. Sólo Él es referente y modelo para nuestras vidas. Sólo Él es el centro de nuestra Iglesia.
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