Domingo 31 de tiempo ordinario
- 30 de octubre de 2011-10-24 -
Cada cierto tiempo vienen fechas en las que los medios de comunicación,
además de la economía, nos hablan, casi en exclusiva, de la lucha por el poder
entre los distintos grupos políticos que existen en nuestra sociedad. Ahora nos
acercamos a una de esas fechas. Y para tratar de conseguir el poder vale todo:
El oportunismo, la mentira, la calumnia, las falsas promesas, la hipocresía….
Y, a veces, se aprovecha hasta la religión. Se lucha por el dinero, se lucha
por la buena vida (el bienestar), se lucha por la fama (ser famosos), y también
se lucha “a muerte” por conseguir y
mantenerse el poder. Este afán y lucha por el poder está presente en
todas las realidades humanas, incluidos los ambientes religiosos. Sabemos que
el bienestar, la fama y el poder, fueron las tres tentaciones que le rondaron a
Jesús, no sólo en el desierto, antes de comenzar su vida pública, sino durante
toda su vida, pero Jesús se guardó muy bien de caer en ellas.
Parece normal, y hasta necesario, que, en una sociedad democrática,
haya elecciones para ocupar los distintos cargos y responsabilidades que han de
hacer funcionar las distintas instituciones que existen, y son necesarias, para
la vida de nuestra sociedad. Y también es necesario que se haga propaganda
electoral. Pero las elecciones y la propaganda electoral no tienen por qué ser
una lucha sucia y escandalosa por conseguir el poder. La Campaña Electoral no
tiene por qué ser un ofender y calumniar al contrario, y menos engañar a la
nación. Una campaña, de este tipo, tiene que ser una ocasión para instruir y
educar al pueblo, y para crear una buena convivencia en la comunidad nacional.
En este domingo, en el Evangelio, Mateo 23,1-12, Jesús nos habla de los
que tienen el poder, que dicen muchas
cosas, pero que ellos no hacen lo que dicen; los que ponen cargas pesadas en las
espaldas de la gente, pero no mueven ni un dedo para ayudar; los que les gusta
aparentar y ocupar los primeros puestos en banquetes y actos religiosos, y que les
den grandes títulos, no para el bien de la sociedad sino para que los vean y para sus propios beneficios. Y también
dice Jesús, que los cristianos no debemos consentir que nadie nos llame maestro,
ni padre, ni jefe, porque nosotros no tenemos otro maestro, ni otro padre ni
otro jefe, que no sea Dios y su Hijo Jesucristo. Otra cosa importante que dice
Jesús es que entre los cristianos el primero, el que ocupa un cargo, será el
servidor de todos, porque el que se enaltece (el que se pone por encima de los
demás) será humillado, y el que se humilla (el sencillo, el que no quiere
sobresalir, el honrado, el que no lucha por sus intereses) será ensalzado. Por
lo que vemos, la lucha a muerte por el poder, empleando cualquier medio, sin
moral, sin honradez, sin respeto, con espíritu de venganza, sea del partido que
sea, no tiene que ver nada con lo que Jesús dice en el Evangelio, y además hace
daño, enfrenta y divide a la sociedad, es decir echa más leña al fuego. Por lo
que estamos viendo, no parece evangélico que los cristianos no identifiquemos
con un grupo político, o creamos que un partido político tiene toda la verdad,
y menos que pensemos que un partido es cristiano. Está claro que la fe
cristiana respeta que cada persona, en conciencia, se afilie a un partido, y
vote a aquel partido que crea que mejor puede gobernar en la nación. Pero lo
que nunca podemos hacer es pensar que un partido es cristiano y que tiene toda
la verdad; y que los demás son la perdición y la ruina para el país. El que
pertenece a un partido, tiene que darse cuenta de que está dentro de él a pesar
de los errores de su partido, y porque quiere trabajar por el bien de la
sociedad, y el que vota a un partido lo mismo. Ningún partido está formado
teniendo como base y como valor supremo el Evangelio. Normalmente, el valor
supremo para un partido, es conseguir el poder y mantenerse en él. La Iglesia
sí que está formada a partir del Evangelio, tiene el Evangelio y todo lo que Jesús
ha puesto en sus manos, pero eso no quiere decir que la Iglesia sea más
perfecta que los otros grupos de la sociedad. La Iglesia será más perfecta que
los otros grupos si tiene la capacidad de reconocer sus errores y esforzarse
por corregirlos, siguiendo la llamada y el ejemplo de Jesús. Hemos de reconocer
que, los cristianos estamos en la Iglesia, no porque sea la sociedad más
perfecta, o el grupo mejor de todos los que existen, sino porque creemos en
Jesús, porque es la familia de los que creemos en Jesús. Estamos en la Iglesia,
a pesar de sus defectos y de los nuestros. Pero si alguien tiene que renunciar
al poder y a la hipocresía, y elegir la humildad y el servicio, tenemos que ser
los cristianos y la Iglesia, y no vendernos nunca a ningún poder, ni a ningún
partido por muchas apariencias de cristiano que tenga.
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