"Ignorar a los pobres es despreciar a Dios" Francisco

jueves, 13 de octubre de 2011

UN TEMA MUY ACTUAL: LOS IMPUESTOS

Pepe Lozano, consiliario diocesano de la HOAC
Domingo 29 de tiempo ordinario
- 16 de octubre de 2011 -

Hoy, en el Evangelio Mateo 22,15-21, sale un tema muy actual: los impuestos. Según lo que nos dice el Evangelio, Jesús es una persona, que sabe descubrir lo que hay detrás de las palabras, aunque sean muy buenas. No se deja llevar por las apariencias. Le hacen una pregunta para cogerlo en alguna trampa y poder acusarlo. Pero él no se deja manipular ni engañar. Tiene suficiente equilibrio para afrontar las situaciones más delicadas y peligrosas. Razona muy bien. Va al grano. Es una persona muy sensata. No se pierde en largos discursos ni en elucubraciones complicadas. En su país la gente se estaba sirviendo de la moneda en circulación para el comercio y para todo tipo de operaciones económicas. También se estaba sirviendo de las infraestructuras creadas por el imperio. Era justo, que sin dejarse explotar, los ciudadanos, sobre todo los más pudientes, no los que estaban pasando hambre, contribuyeran al mantenimiento de todo lo que estaban usando, con el pago de los impuestos, sin confundir nunca la relación con Dios, con la relación con el Cesar. No se puede hacer de la política una religión, ni de la religión una política, según Jesús. Pero Jesús es partidario de que, si nos estamos sirviendo de unas cosas, según nuestras posibilidades, de forma justa, paguemos para el mantenimiento de lo estamos utilizando. Y el que más pueda y más tenga, es lógico que tiene que pagar más.

Con los impuestos se mantiene la sanidad, la enseñanza, el subsidio que cobran los parados, la policía, la administración de la justicia, todos los servicios públicos y muchas otras cosas más que sería muy largo enumerar. Algunas personas dicen que no quieren pagar impuestos porque el gobierno malgasta los fondos públicos. También se dice que los gastos del ejército y todo lo que se invierte en armamento, se tenían que someter a una consulta popular para que la gente manifestara su opinión sobre el dinero que se dedica a estos fines. Pero eso, en una sociedad democrática, no se soluciona, huyendo de pagar impuestos, es decir, robando al estado, sino uniéndonos todos, de forma pacífica, para obligar a los gobiernos a restringir el gasto en armamento y otras cosas, y dedicarlo a lo que hace más falta para la vida de la nación, como por ejemplo, la creación del puestos de trabajo, la mejora de la enseñanza, de la sanidad y de otros muchos servicios necesarios para los que menos posibilidades tienen.
Hoy en día muchas personas, sobre todo las más adineradas, hacen lo posible por no pagar impuestos, o por pagar lo menos que pueden; llevan sus capitales a países extranjeros, blanquean su dinero, ocultan lo que tienen, o la actividad económica que están realizando. Por todos los medios tratan de librarse de pagar lo justo para contribuir al bien de todos. Y esto lo hacen pensando que es lícito defender sus intereses, aunque sea a costa de robar al Estado. No piensan que le están quitando el pan a los parados, a los discapacitados, y que están haciendo que baje la calidad de la enseñanza y de la sanidad pública. Los que hacen esto se excusan diciendo que, los que están en este y en otros gobiernos, se ponen sueldos escandalosos, y que derrochan el dinero en mil cosas inútiles,  que roban, y esto es verdad. Pero lo que no está bien es que porque los demás roben, yo también me convierta en un ladrón. Los defectos y abusos de los gobiernos los hemos de corregir entre todos, no tomándonos la justicia por nuestra mano, no siendo nosotros ladrones también. Y muchas de las personas que roban al estado, aparentemente son muy buenos cristianos, van a Misa todos los domingos, comulgan, casi diariamente, son los primeros en ir a las procesiones y a otros actos religiosos, hacen buenos regalos a la Iglesia, y a veces haces obras benéficas y pasan por ser los bienhechores de la humanidad, cuando en realidad, lo que están haciendo es quedar muy bien delante de todos, mientras que mantienen su capital a salvo de todo riesgo. Es decir se sirven de los actos religiosos, de sus donaciones y sus obras benéficas para aparecer como buenas personas y para que nadie pueda ir en contra de ellos. No “dan a Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios”. Pero no podemos dar a Dios lo que es de Dios si no damos al Cesar lo que es del Cesar; no podemos dar a Dios lo que es de Dios si no damos a nuestros trabajadores lo que en justicia les pertenece para poder vivir dignamente, sin esclavizarlos a trabajar más horas de la cuenta y sin convertirlos en esclavos. Y muchas veces los responsables de la Iglesia acogen y bendicen a estas personas, les manifiestan el agradecimiento más grande, cuando lo que tendrían que hacer es ayudarles a darse cuenta que están cometiendo grandes injusticias, que sólo se pueden corregir pagando lo que en justicia dice la ley, y, si son cristianos de verdad, dando algo más de lo que dice la ley.
Pensamos que la economía, el trabajo, el dinero, las cosas de la vida de cada día, no tienen que ver nada con la fe y con lo que celebramos dentro de la Parroquia, decimos que no hay que mezclar una cosa con la otra, creemos que, si “cumplimos con Dios”, podemos hacer todo lo que queremos con nuestro dinero, nuestros negocios, nuestras empresas y todo lo que llevemos entre manos. Este uno de los grandes escándalos que dan los cristianos en el mundo en que vivimos.
Está claro que si no somos ciudadanos honrados y justos, no podemos ser cristianos por mucho que vayamos a Misa. La Misa es para ser justos y honrados, no para tapar nuestras injusticias y, encima, aparecer como buenos.
Y tampoco hemos de dejar de ir a Misa por que muchos de los que van son unos ladrones y explotadores. El que sea ladrón dará cuenta a Dios de lo que haya robado. Y nosotros daremos cuenta a Dios de nuestra vida y de nuestros pecados que también los tenemos. Vamos a Misa porque queremos encontrarnos con Jesucristo y con la comunidad que él ha fundado, que es como su familia, aunque tenga muchos defectos y pecados. Pero es su comunidad.
Hay otra cuestión a tocar. La Iglesia, por ser Iglesia, está dispensada de muchos impuestos que pagan las empresas normales, o cualquier ciudadano. Parece que hay razones para que el Estado dispense de esos impuestos s la Iglesia. Pero nos tendríamos que preguntar, si no debiéramos renunciara a ellos, para dar ejemplo de justicia y de ser iguales que todos, para que nadie nos pudiera echar nada en cara. Hoy no todo el mundo se identifica con la Iglesia. Por eso hemos de ver las repercusiones que tiene el hecho de que la Iglesia sea dispensada de ciertos impuestos que tienen que pagar todos.

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