Pepe Lozano, consiliario diocesano de la HOAC
Domingo 5º de tiempo ordinario
- 5 de febrero de 2012 -
No perdamos de vista que, el Evangelio, no sólo nos habla de lo que
hace y dice Jesús sino, sobre todo, de cómo es Jesús. En las cosas que hace, en
la forma de actuar y de hablar, vamos descubriendo cómo es esta persona. Esto
es lo más importante.
En este domingo, hemos leído Marcos 1,29-39. Jesús, como buen judío
respetaba el descanso sagrado del Sábado y se reunía con la comunidad en la
Sinagoga. Allí compartía con todos la Palabra de Dios y la esperanza que el
pueblo tenía en la venida del Mesías, y, con su vida, iba haciendo realidad esa
esperanza. Y, al salir de la Sinagoga, fue a casa de Simón y de Andrés. Al
entrar en casa, lo primero que hizo, fue acercarse a la suegra de Simón que
estaba enferma. Jesús no es una persona encerrada en sí misma, sino abierto a
todos, sensible a la vida de cualquier persona, especialmente al sufrimiento
los seres humanos que se encontraba en su caminar por este mundo. No vive sólo
para él, vive para los demás. Considera a los demás parte de él; y él se
considera parte de los demás. En aquel
tiempo, una mujer no contaba nada, y menos si era anciana y estaba enferma. Lo
más normal era que hubiera entrado a casa, y que hubiera seguido la
conversación con los amigos, sin preocuparse de nada más. Pero Jesús no era
así. Se acercaba a aquellos y a aquellas que, por cualquier problema, había
quedado al margen de la vida corriente de cada día y se encontraban en
inferioridad de condiciones. Posiblemente esta delicadeza con aquella mujer
anciana y enferma, molestó a sus acompañantes que, como todos los hombres de
aquel tiempo, era terriblemente machistas y despreciaban a todas las mujeres.
La suegra de Pedro estaba postrada en la cama. La postración era la
señal de la muerte. Carecía de salud, de libertad y de una relación normal con
los demás. Y ¿qué hizo Jesús? Se acercó a ella, la cogió de la mano, y la
levantó. Le devolvió la vida, la salud y la libertad. Y, a continuación, ella se
puso a servirles.
Jesús es el que levanta a las personas de cualquier situación que les
impide vivir en plenitud, en libertad y tener una relación de igualdad con los
demás.
Encontrarse con Jesús y creer en él es levantarse de cualquier cosa que
nos mantenga postrados, recobrar la salud más profunda de nuestra persona y
encontrar la libertad; no para vivir una vida cómoda y egoísta, sino para
servir a los demás como hizo la suegra de Pedro.
La suegra de Pedro nos representa a todos. Posiblemente nosotros hemos
entrado hoy a la Iglesia, o algunas veces entramos a la Iglesia, o caminamos en
este mundo, con el presentimiento de que no significamos nada para Jesús, de
que nuestra vida no vale tanto, como para que Dios nos mire y se preocupe de nosotros con un
amor especial. Algunos dicen que no quieren rezar, ni pedir nada a Dios porque
él tiene muchas cosas en qué ocuparse, y que los problemas y preocupaciones que
le presentamos, no tienen ninguna importancia para él. Pero no es así. Sin que
nosotros nos acerquemos a él, él se acerca a nosotros, no agarra de la mano y
nos levanta. Por experiencia, sabemos que esto que estamos diciendo es así.
¡Cuántas y cuántas veces nos ha tomado de la mano y nos ha levantado, a cada
uno, y a la humanidad! Y no sólo nos ha levantado, sino que continuamente, nos
está levantando. También levantará a la humanidad de la crisis que estamos
pasando, con nuestro compromiso, claro está. Hemos venido hoy a reconocer lo
que Jesús hace por nosotros y a darle gracias.
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