Mi buen amigo, el P. Honda, el cura que lleva años
viviendo en el barrio de los sin techo, hace una pregunta socarrona: “¿Qué
decir en la homilía cuando toque leer la escena de Jesús a latigazos con los
puestos de los cambistas?” (Juan 2, 13-25). Este franciscano, que ha traducido
con sabor popular el evangelio en el lenguaje de los cargadores eventuales del
puerto, en Osaka, sabe de sobra la respuesta. Si lo leen en una comunidad de
base, donde abunda gente en el paro, se animarán a indignarse. Si lo leen en el
templo elegante donde ponen una vela a Dios quienes el resto de la semana la
ofrecen al dios de la Banca, se quejarán diciendo que el párroco se ha vuelto
socialista, que lo denuncien ante el Cardenal.
En una empresa española de afiliación eclesiástica
(de cuyo nombre no haré mención, ni para escarnio ni para propaganda)
despidieron el mes pasado a algunas personas amigas, que me lo cuentan
apesadumbradas. El consabido recorte para salvar la crisis era el motivo; la
reforma laboral, anunciada unos días antes, facilitó los medios. El empresario
(de comunión diaria, para más inri) les avisó, “para su bien”, de que estaban
despedidos in situ obligándoles a firmar los papeles de despido con un abogado
coaccionándoles a ello. De los contrario, irían a juicio y cobrarían por 20
días trabajados por año, según la nueva ley y no por los 45, algo que era
totalmente falso según pudieron consultar con un abogado después; les
recomendaron firmar su acuerdo con un despido por presunto mal comportamiento,
porque de esta forma a la empresa “religiosa” no le quitaban las subvenciones
adquiridas. Ante esa coacción firmaron, perdieron así sus derechos de
reclamación.
Y volviendo a la pregunta del cura majo de
Kamagasaki, ¿cómo leer el evangelio en tiempos revueltos? ¿Qué diría y qué haría
hoy el indignado Jesús, el Galileo? Pues reaccionaría como cuenta el cuarto
evangelista en los episodios del inválido de Puerta Ovejera (Jn 5) y el
invidente de Siloé (Jn 9): desengañando y desenmascarando. Dando ánimo a los
engañados inmovilizados para que se desengañen y se pongan en pie.
Desenmascarando a los que no se alegran de que el paralítico eche a andar y
prefieren que siga tumbado en la esquina. Dando ánimo a las víctimas del engaño
del mundo para que se cure su ceguera y desenmascarando a los engañadores que
prefieren que el pueblo siga engañado y no despierte.
Al paralítico, que llevaba años esperando que
alguien le diera la mano para entrar en la piscina, Jesús no le dio la mano,
sino le dijo: “Levántate, porque tú puedes andar, aunque te hayan hecho creer
que no puedes, carga con tu camilla a cuestas y que no se les ocurra prohibirte
la entrada en el templo”. Al ciego de Siloé no lo cura milagrosamente, sino le
dice: “Ve a lavarte a piscina. Los que te vieron con legañas te hicieron creer que
estás ciego y enfermo; y encima le echaron la culpa a tus padres. Pero ni la
enfermedad es castigo por el pecado, ni tú estás enfermo. Lo que necesitas es
lavarte y no ir con la cabeza agachada. Anda y que no se les ocurra prohibirte
la entrada en la sinagoga”.
A los engañadores, que no se alegran de que el
inválido ande y el ciego vea, porque les trae cuenta que el pueblo siga
engañado y sin protestar, Jesús los desenmascara. Explica muy bien Juan Mateos
la importancia del versículo 39 como clímax de esta escena del capítulo nueve
del evangelio según Juan: “Yo he venido a abrir un proceso contra el orden
este; así, los que no ven, verán, y los que ven, quedarán ciegos”. Quienes
presumían de ser luz y condenaron al paralítico y al ciego, son juzgados por la
luz que desenmascara su oscuridad.
Pero, claro, las autoridades religiosas de aquel
tiempo, casadas en la economía del templo con los poderes dirigentes de su
sociedad, acusaron a Jesús de imprudente, revolucionario y blasfemo. La
historia se repite cuando hoy contrastan en nuestra sociedad dos voces y
actuaciones opuestas de “dos iglesias” incompatibles, a pesar de profesar como
se supone la misma fe de Jesús.
La historia se repite. Hoy, en Madrid, contrastan
dos voces y actuaciones opuestas de “dos iglesias”. La Hermandad Obrera de
Acción Católica (HOAC) y la Juventud Obrera Cristiana (JOC) emitían el 1 de
marzo un comunicado enviado a las parroquias, con una nota del delegado de
Pastoral del Trabajo del Arzobispado de Madrid, Juan Fernández de la Cueva,
apoyando los derechos laborales. Al día siguiente, el cardenal Rouco daba orden
a sus vicarios para desautorizar ambas declaraciones.
* Juan Masiá Clavel.
Jesuita, Profesor de Ética en la Universidad Sophia (Tokyo) desde 1970, ex-Director de la Cátedra de Bioética de la Universidad Pontificia Comillas,, Investigador del Centro de Estudios sobre la Paz de la Sección japonesa de la Conferencia Mundial de Religiones por la Paz (WCRP), en Tokyo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario