Pepe Lozano, consiliario diocesano de la HOAC
Domingo 18 de tiempo ordinario
- 5 agosto 2012 -
Todo estamos de acuerdo en que las personas no encontramos la felicidad
sólo con los bienes materiales, hace falta algo más. Posiblemente un animal
salvaje con el comer lo que necesita se encuentra bien, pero una persona, además
de todo lo material, necesita ese “algo
más”. La persona necesita cultura, atención sanitaria, educación, trabajo, compañía,
amistad, amor, ser valorada, ser reconocida, ser querida. Todo eso no lo da el
alimento, el vestido, la casa, o las modas.
Y nos damos cuenta de que, si las personas sólo piensan en las cosas
materiales, pierden mucho de su humanidad, se deshumanizan, se trastornan, se
destruyen como personas, se vuelven, un poco, como los animales. Muchas veces
lamentamos que, algunos jóvenes, como lo han tenido todo (todo lo material), no
ha descubierto otros valores, otros aspectos de la vida que son tan
importantes, o más que las cosas materiales, no saben lo que es el sacrificio,
la responsabilidad, el agradecimiento, el querer de verdad a las personas, la
solidaridad, la sencillez, la humildad y el sentido de la realidad… Y parece
que esto no les ha ocurrido sólo a algunos jóvenes, sino también a muchas
personas mayores. Es algo que se ha extendido a toda la sociedad. Es lo que se
llama con el nombre de “el materialismo”, “la sociedad de consumo”, “la
sociedad del bienestar”, “el hedonismo” (pasárselo bien a costa de todo).
Muchos padres se lamentan de que no han sabido transmitir a sus hijos,
los valores que ellos creen que son los mejores. La vida de muchos hijos, es
muy distinta a la vida de sus padres, en muchos sentidos. Parece que los padres
no han sabido transmitir “ese algo más”, que hace que la vida sea
verdaderamente humana, que esté llena de verdad. Los padres se lo han dado todo
a los hijos, pero ha faltado “ese algo más”.
De esto no son responsables sólo las familias, sino también los
colegios, empresas, bancos, instituciones públicas de cualquier tipo, y la
misma Iglesia.
Precisamente, de “ese algo más”, nos habla Jesús en el Evangelio que
acabamos de escuchar, Juan 6,24-35. Jesús había hecho el milagro de la
multiplicación de los panes y los peces. La gente había quedado satisfecha.
Quería proclamarlo rey, porque pensaban que con Jesús tenían todos los
problemas resueltos. Ya no necesitaban ni buscar trabajo. Según ellos, con
Jesús había llegado el “estado del bienestar”. Pero Jesús les dijo que hay un
alimento que se come, y no sacia el hambre para siempre, sólo para unas horas. Y
hay un alimento que dura para siempre, que da la vida eterna. No sólo hemos de
conseguir el pan material, sino el alimento que puede llenar totalmente nuestra
persona y nuestra vida.
Lo material es muy necesario, pero es muy poco. Hace falta mucho más.
Hay personas que lo tienen todo y se aburren, no le encuentran sentido a su
vida, se siente muy mal, se deprimen y hasta se suicidan. Los padres han de
alimentar a sus hijos, les han de dar estudios, pero les tienen que dar mucho
más que todo eso. Ese “mucho más” es lo principal, es más importante que el alimento
y los estudios, es precisamente, lo que hace que sus hijos sean personas.
A las parroquias, a Cáritas, van muchas personas necesitadas. Las
personas que están en Cáritas, tratan de atender, y remediar las necesidades de
las personas que vienen. Cuando se puede, se solucionan todos los problemas y
se cubren todas las necesidades. Pero en Cáritas estamos muy convencidos de que
no somos los Servicios Sociales, tampoco somos una ONG, o la Cruz Roja. Cáritas
es otra cosa distinta, ni inferior, ni superior a las otras organizaciones. En
Cáritas se trata de dar “el algo más” de las necesidades materiales. No
queremos decir que las otras organizaciones no den ese “algo más”. Lo nos
planteamos es que Cáritas se distinga por “ese algo más”. Algunas veces en Cáritas
hay pocos medios, hay pocos alimentos, pocas medicinas y poco dinero. Pero
nunca debe faltar “el algo más”: La humanidad, la verdadera atención y
comprensión a las personas, el hacer propios los problemas de las personas,
conocerlas profundamente, el acompañar, el reconocer el valor y la dignidad de
cada persona, el querer a cada persona porque es persona, independientemente de
su religión, su cultura, sus méritos o sus errores. Y sobre todo hay algo que
debe distinguir a Cáritas de todas las organizaciones: el grupo de Cáritas, que
representa a la Comunidad Cristiana, reconoce en cada pobre, o cada necesitado,
la presencia de Dios, al mismo Jesucristo. Lo mismo podemos decir del grupo de
los enfermos y de la Catequesis y de la Misa.
Los cristianos, independientemente de otras personas que también lo
hagan, nos tenemos que distinguir por dar a nuestra familia, a nuestros amigos
y a cualquier persona que se acerque a nosotros, ese “algo más” que una buena
atención material o un “trato educado” para quedar bien, “algo más” que una
buena convivencia. El amor no tiene límites. Lo hagan o no lo hagan otras
personas, lo nuestro es no poner límites a la entrega a la humanidad, y al amor
a cualquier persona, que para nosotros es Dios, (Dios es amor). Siempre que celebramos
la Eucaristía nos lo recuerda Jesús. Él no nos da nada material, él nos entrega
su vida, su persona y nos invita a hacer nosotros lo mismo: Junto con lo
material entreguemos nuestro amor y nuestra vida. No nos quedemos nunca sólo en
la material. Ni tampoco nos olvidemos nunca de la material
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