Pepe Lozano, consiliario diocesano de la HOAC
Domingo 25 de tiempo ordinario
-23 septiembre 2012-
Los cristianos, a nivel personal y a nivel colectivo, (como Iglesia), a
través de la historia hemos realizado muchas acciones violentas; en muchas
ocasiones, hemos hecho todo lo contrario de lo que dice el Evangelio, posiblemente
influidos por la sociedad, porque, en aquellos tiempos, la violencia la
practicaba todo el mundo, aunque nosotros deberíamos haber hecho otra cosa, por
creer en Jesús. También hemos hecho mucho bien. Hoy nos damos cuenta de que la
violencia no es humana ni cristiana. El Papa Juan Pablo II, en el año 2000,
pidió perdón a toda la humanidad por los pecados de los cristianos y de la
Iglesia. Y si la violencia no es humana ni cristiana, menos lo es el terrorismo. Eso lo tenemos
totalmente claro los cristianos, aunque hemos de estar muy alerta, porque
podemos caer en prácticas de violencia, que no parecen violencia, sencillamente
porque esas prácticas de violencia las hace hoy todo el mundo. Vivir bien,
cuando otros se mueren de hambre es una violencia.
Dos prácticas de violencia, de verdadera violencia, son el aborto y la
eutanasia. Pero como estas prácticas están muy de moda y las hace todo el
mundo, (y además pueden ser hasta legales) nosotros los cristianos podemos caer
en ese tipo de violencia. Pero hay personas que se creen que las únicas
prácticas de violencia son el aborto y la eutanasia. Hay muchas más, y tan
graves como esas. Una práctica de violencia es explotar a los trabajadores,
obligarles a hacer más horas de lo que está permitido, y darles un sueldo con
el que no pueden vivir, obligándolos a trabajar sin seguridad social, y con
riesgo de accidentes laborales. Una gran forma de violencia es el paro, que
deja a tantas personas sin medios para vivir y en una situación de marginación
(aunque tengan un subsidio de desempleo). Las personas que sacan sus capitales
y los llevan a bancos del extranjero, parecen que están en su derecho, pero en
realidad son personas violentas, porque están dejando a la nación sin el dinero
que necesita para hacer frente a la crisis y acabar con el paro y con todos los
problemas que tiene España. Muchos de los
recortes que está haciendo actualmente el gobierno, son verdaderas
medidas de violencia en contra del pueblo, sobre todo en contra de los más
pobres. Podríamos poner muchos más ejemplos de violencia que no parecen
violencia. Está superclaro que los cristianos, si somos cristianos de verdad,
somos contrarios a cualquier tipo de violencia, sea del tipo que sea. Toda negación de un derecho
humano, toda injusticia es una violencia.
Pero, el que no seamos partidarios de la violencia, no quiere decir que
los cristianos nos quedemos con los brazos cruzados. Acabamos de oír en el
Evangelio que Jesús afirma, que, en su empeño por cumplir el encargo que ha
recibido del Padre, va a arriesgar su vida,
y va a llegar hasta la muerte. Los discípulos no lo entendieron en
absoluto. Seguían pensando en sus ambiciones económicas y políticas. Pero él,
siempre que se le presentaba la ocasión volvía a recordarles, que la solución
de los problemas de la humanidad, no se hacía por la violencia y por la fuerza,
sino por la entrega de la propia vida, por amor y de forma gratuita, luchando
por la justicia y por el bien de todos hasta dar la vida.
Jesús habló e hizo todo el bien que pudo a los enfermos y a las
personas necesitadas que encontró en su paso por la vida, pero no se quedó en
hablar y en hacer el bien. La palabra que pronunció, y la obra más grande que
hizo fue la entrega de su vida.
Hoy hay muchos problemas en la humanidad. Para solucionarlos,
descartamos la guerra, el terrorismo y cualquier tipo de violencia (incluidos
los recortes inhumanos, no todos los recortes).
Parece que el camino tampoco es
quemarse vivo en una plaza “a estilo bonzo”. Sí que puede ser camino el ayuno
voluntario en solidaridad con los que no tienen para comer.
Por lo que se ve, los que
gobiernan sólo saben hacer recortes y reunirse con los gobiernos en otras
naciones, y con los representantes de los bancos en Bruselas y hacer buenas
declaraciones y buenas promesas. Y para crear puestos de trabajo nos traen a
Madrid el “Euro-Vegas”. Parece que sobran palabras, y es posible que sobren
movilizaciones, manifestaciones. Las palabras y las manifestaciones, pueden ser
necesarias, pero no son suficientes, ni siempre comprometen, del todo, la vida
de las personas, ni la vida de los pueblos. Hay más cosas que podemos hacer.
Jesús valoraba mucho su vida y tenía una gran confianza en el Padre y en la
misión que el Padre le había confiado. Nos enseñó a valorar mucho nuestra vida,
lo que podemos hacer cada uno en unión con los demás No esperó mucho de los que
gobernaban en aquel tiempo, aunque los llamó a comprometerse en la solución de
los problemas y denunció las injusticias que cometían. Pero optó por crear un
grupo y un estilo de vida totalmente nuevos, que podían solucionar de raíz
todos los problemas que tenía la sociedad en que vivía y toda la humanidad.
Casi dos mil años después, esa opción la hizo suya Gandhi, y dio un buen
resultado. También Gandhi, no se quedó en palabras y en movilizaciones; después
de poner en marcha un montón de obras que respondían, de verdad, a las
necesidades de la gente, comprometió su vida hasta el final y murió víctima de
un atentado. Podíamos poner miles de ejemplos de personas y grupos, que han seguido a Jesús, y otros
que, sin conocer ni seguir a Jesús han hecho lo mismo que él. Los que mandan
pueden hacer mucho, pero no siempre lo hacen. Mientras tanto los problemas
están sin resolver. Si los que mandan no hacen nada, nosotros no podemos esperar
a que los problemas se resuelvan solos. Hemos de hacer algo, mucho. Y no cada
uno por su parte, sino uniéndonos a otras personas. Ya hay algunas iniciativas
que intentan responder a los problemas que hoy existen en la sociedad. En una
fábrica los trabajadores e reúnen para cobrar un poco menos, o hacer menos
horas para impedir que tiren a algunos a la calle. Otras personas ponen en
marcha comedores populares. Hay quien crea pequeños bancos con la única
finalidad de ayudar a personas que no tienen para pagar el piso. Otras personas
se hacen cargo de unas tierras para trabajarlas y ganarse la vida. Otros forman
cooperativas de producción, de consumo, de empleo y de otras muchas cosas. Hay
empresarios que se han hecho pobres, ganan menos que sus empleados, por no
tirar a nadie a la calle. Una cosa es cierta: Cuando la gente valora su vida y,
con inteligencia y con los medios necesarios, pone lo poco, o lo mucho que
tiene, al servicio de proyectos humanitarios, con prudencia, pero asumiendo
riesgos y todo lo que pueda ocurrir, el pueblo va encontrando solución a sus
problemas. Jesús valora la acción de las personas que gobiernan, pero no olvida
nunca el compromiso total de su vida. Este es el camino que nos enseña al
decirnos que se encamina a Jerusalén a entregar su vida por todos. Lo que había
hecho anteriormente era entregar su vida, pero para que quedara bien claro su
compromiso, quiso denunciar, y poner de manifiesto toda la injusticia de la
sociedad y del sistema que la organizaba (y que la organiza) sacrificando lo más valioso y lo más grande que él tenía:
su propia vida.
En la Eucaristía que estamos celebrando Jesús nos ha hablado. Pero no
se va a quedar sólo en apalabras. Va a entregar su cuerpo, su sangre, y su vida
por nosotros. Aquí aprendemos nosotros lo que es ser cristianos: no sólo
hablar, no sólo hacer algunas cosas buenas. Hemos de llegar a dar nuestra vida,
con el amor y la alegría más grandes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario