Nos
vamos acostumbrando a distinguir entre lo que se hace, la tradición, las
costumbres de la sociedad en la que vivimos, la cultura en la que hemos nacido,
que tiene tantas cosas buenas; y lo que nosotros creemos, lo que encontramos en
el Evangelio, lo que han vivido, y lo que viven, las personas que han seguido a
Jesús más de cerca. Nos vamos esforzando por distinguir (no poner en contra,
porque el arte de los belenes es una gran riqueza de nuestra cultura) entre el
Jesús de las imágenes, del arte, de los libros; y el Jesús real, el que vive
hoy en día entre nosotros. Lo que se ha hecho toda la vida puede ser muy bueno,
y hasta nos puede ayudar, pero lo que a nosotros nos interesa, lo importante
para nosotros es nuestra fe (estamos en el año de la fe). En la Navidad
celebramos y experimentamos que Jesús, el Hijo de Dios, Dios mismo, viene a
nosotros, para caminar con nosotros, para ofrecernos el infinito amor de Dios,
y para construir un mundo en el que todos/as vivamos con dignidad y felicidad.
Lo importante es abrirnos para recibir a Dios que viene a nuestra vida, a
nuestro corazón, y comprometernos a colaborar con él en construir ese mundo que
él quiere para todos. Y no abrirnos a las imágenes y a los belenes, que nos
pueden ayudar mucho, sino al Jesús vivo, al Jesús real que está y camina con
nosotros; ir más allá de lo que encontramos en nuestro ambiente.
Pero
¿cómo abrirnos y recibir a Jesús que viene a nuestras vidas y a toda la
humanidad? ¿Dónde vamos a encontrar a Jesús que viene a nuestro encuentro?
Nuestra fe nos dice que Jesús nació en la pobreza y en la marginación más
grande: En una cuadra, en un pesebre, nadie lo recibió, ni los sacerdotes, ni
las personas religiosas, ni siquiera las personas humanitarias. Nació así, hace
dos más mil años, y nace también ahora, en la pobreza y en la marginación más
grandes, porque Dios no cambia. La representación artística del nacimiento de
Jesús está en los belenes, en los nacimientos de las iglesias, en los cuadros
de los pintores, y en las imágenes de los escultores; pero el nacimiento real
está en las personas que se han quedado sin hogar, en los que se suicidan por
los desahucios, en los parados, en los explotados con un salario de miseria y
por la prostitución, en los enfermos que no reciben atención sanitaria, en las
mujeres maltratadas, en los niños y en los ancianos abandonados, en los que no
tienen para llegar a fin de mes, en los afectados cruelmente por los recortes, en
las personas que tienen una enfermedad incurable, en los enfermos terminales de
cáncer o de otras enfermedades, en las personas que sufren depresión y o
cualquier otra enfermedad mental, en los albergues donde van los que no tienen
nada, en esos empresarios, buenas personas, que, de la noche a la mañana, han
perdido su empresa y se ven en la ruina…. El Señor nace en los países que están
en guerra, en los que sufren el hambre, en los que son explotados por otros
países poderosos… Podríamos hablar de muchas más “cuadras” y de muchos más “pesebres”.
Es ahí donde nace Jesús, es ahí donde nos podemos encontrar con él y donde lo
podemos recibir, es ahí donde nos manifiesta su amor. Y, por supuesto, en el encuentro
con cualquier persona. Deseo, y le pido al Señor, que nuestras costumbres,
nuestras tradiciones y nuestra cultura, no nos impida “ir a la cuadra” y adorar
al verdadero Jesús en el “pesebre”. Dios quiera que las figuras tan bonitas de
nuestros belenes y de nuestras Iglesias, no nos separen del Jesús real, del
Jesús vivo, que viene a nuestro encuentro en los marginados y en los que sufren;
que no nos quedemos en llevar una bolsita de alimentos o en dar un donativo.
Dios quiera que nuestras Eucaristías de Navidad, al hacer la comunión con
Jesús, nos comprometan en la lucha por la justicia, en construir un mundo donde
el ser humano, no tenga que estar en un “pesebre” ni en una “cuadra”.
Pepe Lozano
Consiliario Diocesano
HOAC Orihuela-Alicante
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