Buenos amigos de la HOAC:
He recibido con alegría y con enorme esperanza vuestra
carta compartiendo conmigo la buena noticia de la celebración de la XIII Asamblea General de la HOAC.
Desde las primeras líneas recibo el aliento fresco de
una nueva Asamblea. En ella acogéis el hilo fecundo de la historia de
anteriores asambleas, —en más de una he participado—, en esta habláis con
audacia y franqueza de, así lo decís, “devolver Jesucristo al mundo
obrero”. Impresionante programa, porque, desde hace tiempo y años,
habéis puesto a Cristo en el centro de vuestra vida misionera. Misioneros, que
sois. Misioneros en pie de misión, como dice el Papa. Y muy conscientes de la
fuerza que genera en vosotros saberos enviados, trabajadores por cuenta de Él.
Vuestra Asamblea General, por eso, es un acto
fuertemente eclesial, bien afianzado por una necesaria acción de gracias al
Señor, de conversación liberadora, de comunión anudada y con la alegría que ofrece
el Evangelio y con la alegría que requiere el anunciarlo. Habláis con franqueza
de construir la Iglesia en las periferias del mundo
obrero, como miembros de Acción Católica, encarnados en el mundo del trabajo. “Vosotros sois la Iglesia”, ya se
afirmaba en el CLIM.
Debo felicitaros, porque con toda claridad y audacia “primereais”
a Jesucristo, como le gusta decir al papa Francisco.
Porque de modo permanente recordáis el proyecto de Dios, el proyecto de su
Reino,siempre presente en vuestro horizonte ancho y dilatado, y aprendéis de
Jesucristo a mirar con sus ojos grandes, y a escuchar con sus oídos de
misericordia el clamor urgente de tantos pobres, sufrientes, víctimas de
injusticias persistentes y de hirientes desigualdades, como de modo reiterado
nos enseña a mirar el Papa. En esta atenta mirada vuestra, siempre sale ganando
la persona humana, el hombre. Nadie ha perfilado una antropología más alta y
extraordinaria que la que Dios ha escrito en toda la historia y la que ha
realizado Jesucristo. De ello sois testigos. Porque, cuando Dios no es lo
primero, siempre lo “paga” el hombre, algún hombre. Y es reciente y muy
clara e insistente la voz del Papa, defendiendo nuestra casa común. Habláis de
“devolver Jesucristo al mundo obrero” de hoy, y entendéis que estáis recuperando al hombre en el mundo del trabajo, en su
dignidad intocable.
Por todo esto la noticia de vuestra Asamblea General
respira una esperanza grande, el realismo de vuestro compromiso eficiente, y es
nuevo el aire, que manifiesta una Iglesia, que “sale” a buscar a los hombres.
Veo entusiasmo y alegría. Es el aliento que transmite de modo incansable y de
forma extraordinaria el papa Francisco en EG. Con
mis letras y con mi amistad recibid mi saludo cada uno de los participantes en
la Asamblea. Me hago presente, aunque no pueda acompañaros de modo personal,
con mi oración por vosotros, desde hace días al Espíritu Santo. Y con un abrazo
“hasta mañana en el altar”.
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