Esta mañana se ha
hecho público un mensaje del Santo Padre al presidente de la ConferenciaEpiscopal Ecuatoriana, Arzobispo Antonio Arregui Yarza, de Guayaquil, con
motivo del II Congreso nacional de la familia en el Ecuador, que comenzó ayer y
se clausurará próximo día 12. El congreso, titulado "La familia
ecuatoriana en misión: el trabajo y la fiesta al servicio de la persona y del
bien común", se enmarca en la Misión continental auspiciada por el
Episcopado latinoamericano y del Caribe, y en la preparación al VII Encuentro
Mundial de las Familias, que tendrá lugar en Milán (Italia) en junio del 2012.
Benedicto XVI
escribe: "La familia, nacida del pacto de amor y de la entrega total y
sincera de un hombre y una mujer en el matrimonio, no es una realidad privada,
encerrada en sí misma. Ella por vocación propia presta un servicio maravilloso
y decisivo al bien común de la sociedad y a la misión de la Iglesia. En efecto,
la sociedad no es una mera suma de individuos, sino el resultado de relaciones
entre las personas, hombre-mujer, padres-hijos, entre hermanos, que tienen su
base en la vida familiar y en los vínculos de afecto que de ella se derivan.
Cada familia entrega a la sociedad, a través de sus hijos, la riqueza humana
que ha vivido. Con razón se puede afirmar que de la salud y calidad de la
relaciones familiares depende la salud y calidad de las mismas relaciones
sociales".
"El trabajo y
la fiesta atañen particularmente y están hondamente vinculados a la vida de las
familias: condicionan sus elecciones, influyen en las relaciones entre los
cónyuges y entre los padres e hijos, e inciden en los vínculos de la familia
con la sociedad y con la Iglesia".
"A través del trabajo, el hombre se
experimenta a sí mismo como sujeto, partícipe del proyecto creador de Dios. De
ahí que la falta de trabajo y la precariedad del mismo atenten contra la
dignidad del hombre, creando no sólo situaciones de injusticia y de pobreza,
que frecuentemente degeneran en desesperación, criminalidad y violencia, sino
también crisis de identidad en las personas. Es urgente, pues, que surjan por
doquier medidas eficaces, planteamientos serios y atinados, así como una
voluntad inquebrantable y franca que lleve a encontrar caminos para que todos
tengan acceso a un trabajo digno, estable y bien remunerado, mediante el cual
se santifiquen y participen activamente en el desarrollo de la sociedad,
conjugando una labor intensa y responsable con tiempos adecuados para una rica,
fructífera y armoniosa vida familiar".
"Un ambiente
hogareño sereno y constructivo, con sus obligaciones domésticas y con sus
afectos, es la primera escuela del trabajo y el espacio más indicado para que
la persona descubra sus potencialidades, acreciente sus ansias de superación y
dé curso a sus más nobles aspiraciones. Además, la vida familiar enseña a
vencer el egoísmo, a nutrir la solidaridad, a no desdeñar el sacrificio por la
felicidad del otro, a valorar lo bueno y recto, y a aplicarse con convicción y
generosidad en aras del bienestar común y el bien recíproco, siendo
responsables de cara a sí mismos, a los demás y al medio ambiente".
"La fiesta,
por su parte, humaniza el tiempo abriéndolo al encuentro con Dios, con los
demás y con la naturaleza. De ahí que las familias necesiten recuperar el
genuino sentido de la fiesta, especialmente del domingo, día del Señor y del
hombre. En la celebración eucarística dominical, la familia experimenta aquí y
ahora la presencia real del Señor Resucitado, recibe la vida nueva, acoge el
don del Espíritu, incrementa su amor a la Iglesia, escucha la divina Palabra,
comparte el Pan eucarístico y se abre al amor fraterno".
CIUDAD DEL
VATICANO, 10 NOV 2011 (VIS)
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