"Ignorar a los pobres es despreciar a Dios" Francisco

miércoles, 7 de diciembre de 2011

¡SALGAMOS AL ENCUENTRO DE DIOS!

Pepe Lozano, consiliario diocesano de la HOAC
Domingo 3º de Adviento
- 11 de diciembre de 2011 -

A medida que nos vamos acercando a la Navidad, va creciendo la alegría entre aquellos que nos llamamos cristianos y en todas las personas que formamos la sociedad. Y nuestra alegría no nace sólo porque vienen unas fiestas que, por tradición, son alegres, (aunque para algunas personas son tristes por recuerdos y nostalgias) sino porque nos vamos a encontrar con Dios que viene a nuestro encuentro. Dios es nuestra alegría. Las lecturas de la Palabra que proclamamos este domingo nos invitan a la alegría.

En el mundo en que vivimos, por lo que vamos viendo, y por lo que se avecina, parece que no tenemos muchos motivos para la alegría. El paro va en aumento, se anuncian recortes por todas partes, se ven pocas salidas a los problemas que tiene la sociedad actual, lo que interesa, por encima de todo, es mantener el poder del dinero. A pesar de todo, los cristianos no perdemos nunca la esperanza, y miramos todas esas cosas como llamadas a ser más solidarios, más humanos, y a compartir lo que tenemos con aquellas personas que están más necesitadas. Nuestra alegría nace de la fe que nos empuja a la solidaridad. Si no somos solidarios, dentro de nuestras posibilidades, ni tenemos fe, ni alegría.



En la primera lectura, Isaías 61,1-11, el profeta nos dice que se siente lleno del Espíritu de Dios, y enviado a dar la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos, y a los prisioneros, la libertad , para proclamar el año de gracia del Señor. Ya sabemos hacia qué nos encamina el Espíritu de Dios, si es de Dios. Y a continuación, después de haber afirmado su compromiso con los que sufren, manifiesta que desborda de gozo y de alegría, porque siente a Dios con él, y está seguro de que el Señor hará brotar la justicia ante todos los pueblos. Estas mismas palabras son las que dijo Jesús cuando se presentó en su pueblo y les explicó, a sus paisanos de Nazaret, lo que iba a hacer en su vida pública (Lucas 4,16-21); y este  es precisamente el papel de los cristianos en el mundo, encontrar su alegría en Dios, dando alegría a los demás y comprometiéndose en acabar con las injusticias que son la causa de las tristezas que tiene la humanidad. De esta forma encontramos los cristianos la alegría, y cuando la encontramos de otra manera, renegamos de nuestra condición de cristianos, ya no tenemos fe.

Después  de esta lectura hemos rezado y meditado la oración de la Virgen María: Se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque me ha levantado de mi esclavitud, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. María afirma y da más fuerza a lo que dice el profeta, y a lo que dijo su hijo Jesús en Nazaret.

En la segunda lectura, 1ª Tesalonicenses 5,16-24, Pablo nos ha dicho: Estad siempre alegres. Y esa alegría la tenéis que encontrar en la comunicación con Dios, y abriendo el ojo para que no os den “gato por liebre”, y dejando a un lado todo lo que huela a maldad, estando seguros de que, Aquel, en el que tenéis puesta vuestra fe, no dejará de cumplir sus promesas.

Alguna gente, y entre ellos muchos cristianos, dicen que hemos venido a este mundo para sufrir; es precisamente lo contrario de lo que nos dice Pablo y lo que antes nos ha dicho Isaías y María, la madre de Jesús.

Los que creemos en Jesucristo, estamos en el mundo para vivir con alegría y luchar contra toda clase de tristezas y de sufrimientos, y sobre todo contra las causas del sufrimiento que son el egoísmo y la maldad.

El Evangelio, Juan 1,6-8.19-28, nos habla de Juan Bautista, el que anunció y preparó en Israel la venida de Jesús.

Juan era una persona con una autoridad moral muy grande, porque además de denunciar todas las injusticias de Israel con su palabra, confirmó todo lo que decía con su ejemplo y con su vida; y no se “casó”, ni se vendió a ninguno de los que, en aquel tiempo, se estaban aprovechando y oprimiendo al pueblo. Nadie se atrevía a hablar mal de él, ni a desautorizarlo en las cosas que anunciaba, sino que todos venían a él a reconocer sus pecados y a que los bautizara en las aguas del Jordán. Por eso todo el mundo creía que él era el Mesías que habían anunciado todos los profetas. Pero si fue honrado al denunciar las injusticias y todos los abusos de los poderosos, más honrado fue al negar, por tres veces, que no era, ni el Mesías, ni Elías, ni el profeta que todos esperaban para saber el futuro de Israel. No se aprovechó de su autoridad moral para ocupar un puesto que le trajera ventajas, pero que no le correspondía.

Había varios grupos en aquel entonces, en la nación, que querían tener un líder de prestigio, que se pusiera al frente de su movimiento, para capitanear la lucha contra los romanos. Pero Juan no cayó en esa trampa. Vio en todo momento que su papel era preparar el camino al que tenía que venir, a aquel que Dios había enviado al mundo para traer la verdadera salvación, el que traería la justicia para todos, poniéndose en el lugar de los pobres y entregando su vida en solidaridad con todos los oprimidos y despojados de su dignidad en este mundo. Juan el Bautista es la imagen de lo que tiene que ser el que trabaja por la justicia y por el bien de la humanidad: El que prepara el camino, el que pone su vida al servicio de lo que Dios quiere hacer en este mundo, el que renuncia a ser el salvador de la humanidad, porque Salvador sólo hay uno; el que se juega la vida denunciando lo injusto, el que cumple su misión al pie de la letra sin aprovecharse lo más mínimo de nadie, el que prefiere la muerte antes que ocupar el lugar que sólo le corresponde a Dios, el que sabe desaparecer para que el otro crezca. Y todo eso, no a regañadientes, sino con la alegría más grande. Esta es la forma que tenemos los cristianos de encontrar la alegría y de preparar la Navidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...